Por Álvaro Sándia Briceño
La historia de finales del siglo XIX nos dice que en el año 1894 un terrorífico terremoto sacudió la tierra merideña y la totalidad de los andes venezolanos, llegando a afectar las ciudades de Cúcuta y Pamplona de nuestra vecina república, y según las informaciones periodísticas y los cronistas de la época, fueron miles las víctimas e incalculables los daños materiales. La casa de Don Tulio sufrió los rigores del sismo y la pequeña imprenta en la cual publicaba escritos, estampas, invitaciones a entierros, esquelas, volantes, recuerdos de primera comunión, folletos de no muchas páginas y todo lo requerido en esta ciudad provinciana, sufrió daños de consideración.
Refiere Roberto Picón Lares que Don Tulio vivía “casi exclusivamente de sus clases en la Universidad” y los “sueldos para los servidores de la instrucción diríanse limosnas” y que “el curioso libro suyo Cocina Criolla (fue) escrito para defenderse de las acometidas de la miseria y el único que publicó con miras lucrativas, porque los demás fueron escritos para la Patria y para la gloria”. A lo mejor la publicación de este libro fue lo único positivo de esta conmoción telúrica.