Lo primero que se me vino a
la memoria fueron los varios años que pasé en el Consejo
Universitario de la ULA como representante del Ministro de Educación, cuando él
era ministro del despacho de educación.
Debo decir que nunca recibí una llamada para indicarme la postura a tomar de mi parte ante las muchos temas álgidos que se debatían. Tampoco recibí una sugerencia de su parte comunicada por persona interpuesta. Es decir, que hubo, entendía yo, una confianza absoluta y una libertad de acción total.