viernes, 7 de febrero de 2014

Una Sociedad Particularmente Enferma...

Por Jesús Alfonso Osuna C.

Foto HRC (*)
La rabia no es enfermedad infecto-contagiosa, pero cunde entre nosotros. Verdad que aturde, que duele tanto o más que otras, porque es dolor de muchos y temor de todos. Porque las víctimas que genera tal dolencia nunca aliviarán su dolor, ni tendrán consuelo para su desamparo; no habrá remedio para la soledad que a muchos siempre ha de acompañar: la de los niños en orfandad eterna, el desconsuelo de quienes no pudieron comenzar a construir hogar, y el temor de aquellos que confiaban que el suyo era seguro; en fin, los sueños y el mañana de muchos truncados para siempre. ¿A qué viene todo esto? 

A que las muertes violentas y en particular los homicidios, muchos de ellos cometidos con la mayor crueldad, se cuentan entre las primeras cinco causas de muerte de los venezolanos. La mayoría de ellos entre los 18 y 25 años; además, dolorosamente niños y adolescentes son también víctimas de este flagelo, que no dudo en asociar con la rabia, la cual incitada en las más diversas formas, termina por convertirse en odio. Por eso no sorprende que estudios rigurosamente conducidos, presenten a Venezuela como uno de los países más inseguros del mundo. Obscuro expediente de la ruina moral de nuestro país. Entonces: ¿Será posible en tales condiciones construir la tan anhelada sociedad de paz y bienestar para el disfrute de generaciones presentes y futuras? Ésta y muchas otras interrogantes deberían ocupar la mente de quienes nos gobiernan. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que todo país que registre una tasa mayor de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes, sufre una epidemia. Venezuela registra un valor cinco veces mayor al establecido por la OMS. Además, al recrudecimiento de la malaria, el dengue y otras endemias, se suma la rabia, como nueva epidemia a la cual todos estamos expuestos. Sin vacuna efectiva para controlarla.

¿Cuáles las causas de este triste escenario de violencia en que se transformó nuestro país en la última década? Son diversas las que convergen en torno al mismo. Sociólogos, psicólogos sociales y criminólogos se han ocupado en el análisis de este problema. No cabe la menor duda que es la sumatoria de muchos factores, dos de ellos fáciles de constatar: cambios indeseables en el comportamiento de grupos humanos, condenados a la convivencia en los “guetos” en que se han transformado “soluciones habitacionales espontáneas” e insalubres, a lo cual se suma la ausencia de una educación en valores y saberes. Otro factor nada despreciable es el falso mensaje conciliatorio, que en los más altos niveles del gobierno convierten en arenga que enardece a la multitud. Seguramente para hacer valer aquello de que “así es como se gobierna”.

Entonces, ¿no será la rabia el mal mayor que carcome nuestra sociedad? Rabia que no dudan en alimentar quienes manejan un discurso que cautiva a quienes siguen manteniendo en otra dimensión de la pobreza, negándoles educación como arma fundamental para su dignificación; pobreza mediante la cual pretenden generar una lucha de clases, la cual termina en enfrentamientos estériles, para terminar amenazados todos como estamos, con una de las armas más letales del totalitarismo: la desconfianza y el odio entre nosotros. Es así como sin calcular riesgos, sólo cuenta para quienes detentan el poder, el fortalecimiento de una ideología, que lejos de protegernos, socava fundamentos esenciales para la convivencia. Queda mucho espacio para las dudas y para las respuestas, pero tengamos presente que en las grandes epidemias, contados son quienes se salvan. Por eso, el único remedio para tan seria amenaza que se cierne sobre nosotros, es buscar sin demora el necesario reencuentro de los venezolanos, para curar en sus raíces a nuestro herido y gravemente enfermo tejido social.  



Mérida, 16 de enero de 2014.

Nota
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(*) Debo confesar a nuestros lectores  que colocar una imagen en este texto me costó pues no tenía nada que permitiera expresar visualmente la rabia. Finalmente, coloqué la foto que acompaña al escrito que no es otra cosas que la imagen de un recipiente  con agua hirviendo. Espero que cumpla el cometido. 

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