Cartel titulado: Reine de joie (1892) de Toulouse Lautrec |
Hace ya algunas décadas, quienes hacían militancia política en Mérida, escuchaban decir a los curtidos dirigentes políticos regionales y locales que, quienes venían del liderazgo juvenil universitario muchas veces les faltaba "un poquito de burdel".
La afirmación resultaba un poco grotesca, pero era interesante. Expresaba un mundo social complejo, entre la vida política y las tradiciones sociales más íntimas. La experiencia del burdel no solo implicaba visitar asiduamente los lenocinios, sino aficionarse a los servicios sexuales de sus trabajadoras. Pero, no era sólo ello. Se agregaban otras prácticas y destrezas sociales: ir a peleas de gallos, echarse palos (1), formar tumultos y caerse a puñetazo limpio, por quítame ésta pajita del hombro.
En la conducta rigurosamente política lo del burdel se completaba con ser capaz de ofrecer prebendas de las que se estaba seguro nunca se podrían honrar. Mentir descaradamente para lograr el apoyo de cualquier sector o grupo en elecciones, sin el menor rubor y hacer trampa en los eventos políticos internos o externos al partido. Eso era tener burdel.
Quienes tenían su novia en la universidad con la que hacían vida afectiva y sexual, más o menos rutinaria –en el más absoluto secreto esto último-, y habían aprendido como parte de sus valores personales que mentir o engañar a incautos -y a otros que no lo eran tanto- era inaceptable, les era muy difícil asumir la conducta política y sexual de los curtidos dirigentes regionales. Ellos afirmaban socarronamente es que, “les falta burdel”.
Por todo ello, se proponían diligentemente, que los dirigente universitarios que visitaban los pueblos del interior del estado fueran a los burdeles de su zona, luego de las actividades de proselitismo político. Y a quienes se resistían o se negaban rotundamente, se les miraba con sonrisitas complacientes y hasta lastimeras: “Les falta burdel”, aseguraban.
En el fondo lo que estos dirigentes políticos locales encontraban era que su practica social -política y sexual- era muy distinta a la de aquellos que vivían en una Venezuela de ámbito más moderno, mucho menos rural.
Todas estas reflexiones se me han vuelta cada vez más frecuente, al ver la atroz represión que la Guardia Nacional Bolivariana ha ejercido contra los estudiantes, de los últimos cuatro meses. Me explico.
Los militares en cuestión se han formado en la rutina cuartelaría de la orden sin discusión. Del castigo del superior hacia el subalterno sin miramiento ni explicación. Pero, lo que es lamentable es que su influencia en la vida pública venezolana se ha incrementado dada la inmensa cantidad de militares que cumplen función pública de importancia. Los militares hoy en Venezuela se han convertido en quienes ordenan la vida civil y ellos piensan que también la democrática de una sociedad politizada y polarizada, hasta el extremo.
Desafortunadamente para ellos y para los estudiantes universitarios la diferencia entre el cuartel y la vida civil es amplia y compleja.
En fin, los primeros son poseedores de una tradición militar que no reconoce al opositor democrático y lo confunde con el enemigo que se debe aniquilar, en tiempos de guerra. Así, como los curtidos dirigentes políticos de los que hemos hablado arriba, tenemos que afirmar que estos militares y sus acólitos parapoliciales y paramilitares les sobra “burdel” y les falta democracia y vida civil. Y no nos referimos a los aspectos sexuales sino a lo estrictamente político.
Así, mientras a los estudiantes del pasado les faltaba burdel, según los curtidos dirigentes políticos, a los militares de la represión de hoy les falta vida civil y democracia. Tienen mucho cuartel, de aquel decimonónico que ya poco existe, en el mundo.
¡Que lamentable!
Nota
_______________________________
(1) Expresión coloquial venezolana que indica el consumo de licor con cierta liberalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario