Ilustración (**) |
José Manuel Quintero Strauss
La Comisión taurina merideña nos presenta un nuevo Manual a los Toros, cuya
portada nos trae la imagen de cinco
grandes aficionados a la fiesta brava: Román Eduardo Sandia, Germán Briceño
Ferrigni, Pedro Rincón Gutiérrez, Alfonso Ramírez Díaz y nuestro Arzobispo
Baltazar Porras Cardozo.
La muy honorable Comisión Taurina Municipal me
ha solicitado que haga referencia a ellos, en representación de decenas de
miles de aficionados merideños y de otros lugares. Lo haré, pero no una
biografía, me referiré muy brevemente a sus facetas como aficionados Taurinos.
Tengo la certeza de que muchos de los aquí presentes los conocieron o los
conocen más y mejor que yo. Por ello no me extenderé.
El pionero.
Su carismática estampa se hacia presente en la
Monumental, en el ruedo, en las puertas, en los armazones, corrigiendo u
ordenando detalles. Parecía que tenía el don de la ubicuidad, desdoblándose en
cualquier sitio. Una orden que era acatada prontamente; una sonrisa fácil
cuando la ocasión lo ameritaba, y ese garbo particular muy propio de su
amistosa presencia, hacía que su figura fuese reconocida. No es difícil comprender por qué, quien vivió
los primeros años de su vida en un pueblo de productores agropecuarios como lo
es Chiguará y en las fincas de sus abuelos, entre vacas, toros, caballos de
paso y mulas finas, con el transcurrir del tiempo se convirtiera en un
furibundo aficionado taurino. Su primera experiencia como espectador la tuvo
aquí en Mérida, cuando su abuelo Hilarión lo llevó, con tíos, hermanos y
primos, a presenciar una novillada en una improvisada placita de toros en el
barrio Barinitas, en un sitio cercano al Parque Las Heroínas de hoy. Más tarde
iba todos los años a las corridas que se organizaban en las ferias de los
pueblos, entre ellas Tovar y Chiguará. En la Plaza de Toros de Ejido, propiedad
de Don Augusto Rodríguez, vio los inicios de Curro y Rafael Girón y a Marcos
Contreras, a Campitos y a Carlos Saldaña. Asiduo asistente a la Plaza de Toros
de Belén, que regentaba Germán Corredor, allí se le veía disfrutando con su
esposa Martha, familiares y amigos.
“Un hombre de claro talento. El ágil brillo de
sus ojos curiosos. La amable cortesía de su trato. La caudalosa bondad de su
corazón abierto, sin escondrijos ni pliegues. La manera solidaria de tratar al
amigo; en fin, el abanico de virtudes que lo hacían atractivo, simpático,
conciliador, dado a los demás con mano abierta, sin nada reticente que empañara
su alegría desbordada, su exultante y contagioso optimismo”, nos recordaba el
Dr. Briceño Ferrigni que afirmaba que al adquirir la boletería para ir a los
toros por los años 90 “y ver la efigie de Román Eduardo Sandia, con su sonrisa
confiada. Sonrisa soleada como estos días de febrero, alegre como el ritmo
moruno de los pasodobles, rotunda como la azul diafanidad de nuestro cielo”
Era Román Eduardo Sandia, cultor de la fiesta
popular, amigo de sus amigos, amabilidad a flor de piel, nervio y motor del
engranaje que echaba a andar aquel evento esperado. El gran promotor y
realizador de la Monumental Plaza que ahora lleva su nombre.
El Tribuno
A Germán Briceño Ferrigni, las corridas de
toros le fascinaban hasta el punto de que allá en su residencia en Santa María,
tenía un sitio acondicionado para armar tertulias de toros.
Su estampa regia, de traje de lino y corbata
de estampas, con fino sombrero, era común en los tendidos de sombra, en el
Nuevo Circo de Belén, en El Carmelo de Ejido, en la Maestranza de Maracay.
Desde 1967 año que se inauguró nuestra Plaza Monumental no dejó de asistir a
las corridas, hasta que nos dejó en 1999.
Germán Briceño Ferrigni “Merideño de
pensamiento y gustos, conocía y sabía del arte de los toros, puesto que por ser
Mérida una de las ciudades mas castizas de Venezuela el toreo es parte de su
progenie y de herencia española. Un merideño raigal, de aquellos robles que se
siembran en lo profundo de la patria chica, se vistió con sus luces literarias
y como genial diestro de la escritura, parara, templara y mandara pases sueltos
y deshilvanados en aquel discurso “Toreo de Salón” en la inauguración de la
Capilla y del Patio de Cuadrillas de nuestra Plaza en marzo de 1992.
Su pluma taurina, de imanada lectura
obligatoria, toca temas de filosóficos cánones taurinos, manejando con
admiración tópicos poco usuales donde revive a Ortega y Gasst, Unamuno,
Federico Garcia Lorca hasta llegar a un José María de Cossío; donde su personal
opinión y manera de ver la fiesta brava protagonizó paginas enteras.
Con justa razón la Cátedra de tauromaquia en
nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas el CIEPROL llevan su nombre.
Germán Briceño, además de político exitoso,
escritor y fogoso tribuno, fue circunstancialmente apoderado de un matador de
toros. Sucede que en la Feria de Sevilla de 1986, don Germán pudo apreciar una magnífica
tarde del diestro español Luis Reyna. Deslumbrante, única, insuperable le dijo al entonces empresario de
la Plaza de Mérida, don Fabio Grisolía, a quien convenció para que trajera al
diestro de Badajoz, quien se presentó en Mérida el 2 de marzo de 1987 junto a
Tomas Campusano y José Nelo “Morenito de Maracay”.
Gracias a aquel fortuito apoderado de
postín, el diestro Luis Reina nos visitó
por aquella única ocasión.
El rector
El rector magnífico o rector de rectores, o
simplemente Perucho, un universitario cabal y progresista con una visión
extraordinaria, al que la Universidad debe mucho y que el aficionado taurino
agradece y reconoce su esfuerzo para que hoy dispongamos de una hermosa plaza
de toros. El acta constitutiva de la Junta Promotora de la Plaza Monumental de
Mérida data del 14 de febrero de 1966
reunidos en la Oficina del rectorado de la Universidad, bajo la abrigo
de Pedro Rincón Gutiérrez. Fueron sus firmantes y así consta en aquella Acta Nº
1: Edilberto Moreno Peña, Germán Briceño Ferrigni, José Vicente Contreras
Pernía, Ciro Febres Cordero, Alfonso Dávila Matute, Luis Ramírez, Luis Alipio
Burguera, Fortunato Adrián, Marciano Uzcátegui Urdaneta y por supuesto, Pedro
Rincón Gutiérrez. Cierto es que después se agregarían muchos más merideños,
pero ellos fueron los iniciadores. Sin la participación efectiva y entusiasta
de Perucho no se hubiera podido alcanzar el sueño de muchos, de tener nuestra
propia Plaza de toros.
Los
terrenos de la hacienda La Liria –propiedad de la Universidad adquirida bajo el
rectorado de Perucho- fueron cedidos a cambio de una importante participación
accionaria Es esta una significativa faceta de este hombre generoso, que
siempre estuvo pendiente de la ciudad que lo hizo su hijo adoptivo y por la que
luchó con denuedo y corazón.
Fue un
caballero con arraigo popular.
Alguien tan cercano al Rector Rincón
Gutiérrez, como López Añez, escribió en el Manual Nº 24 una remembranza que
tituló Perucho taurino. Con tu anuencia, mi estimado profesor, te pediré
prestado un párrafo que describe al ser humano en su auténtica dimensión. “Sin
lugar a dudas Perucho fue taurino, un taurino de solera de abolengo, de
arraigo, de categoría. Además, en sus alforjas de aficionado cargaba algo que
pocos taurinos pueden exhibir: al ser actor fundamental del albero merideño,
fomentó con cariño la fiesta de toros. Además lo vimos en muchas plazas, en
barrera, particularmente en su plaza de toros, la Monumental Román Eduardo
Sandia, en cuya paternidad plural participó con entusiasmo y con decisión
contagiantes y como en todas las actividades que desarrolló, lo hizo sin ningún
tipo de interés personal. Su interés fueron Mérida, su universidad y sus
gentes…y agregaba Hernán “ …con la humildad que lo caracterizaba se rodeaba de
aficionados sin distinguir ninguna condición. Al terminar una corrida, también
se contagiaba de la bohemia taurina al rociar con buen vino su espíritu alegre
que purificaba cualquier pecadillo y borraba la mansedumbre de la res y la
estocada sin efecto”
Que Dios guarde al Perucho Taurino.
El cronista
El Dr Alfonso Ramírez es un señor torero
aunque no haya descendido a las arenas de la plaza. Un torero de las letras y
la poesía. Un caballero tovareño en la calle y en la plaza.
Un gran defensor de los derechos del
aficionado. Un audaz observador de la fiesta brava. Recuerdo que en mayo de
1998 fue el autor de la Ponencia presentada ante el otrora Congreso de la
República solicitando que un proyecto de Ley de Protección de Animales fuese
desechado, pues atentaba contra nuestra ancestral cultura taurina.
¿Porqué en las enciclopedias y los
diccionarios se mencionan, entre las figuras destacadas de la ciencia, el arte
y la política, los nombres de Pepe Hillo, Pedro Romero, Costillares, Paquiro,
Joselito, El Gallo, Belmonte, Manolete, César Girón? Se preguntaba el cronista
tovareño.
¿Y van a privarnos del maravilloso espectáculo
que hace hervir la sangre española que corre por venas americanas? Los tovareños,
por ejemplo, -agrega- son personas que llevan la vida con despreocupación; pero
sienten un fervor casi religioso cuando ven que unos cuernos feroces embisten
con furia a una capa que suavemente los deja pasar; cuando miran un par de
banderillas que coronan lo mas alto, como si fueran las dos torres de su
iglesia, cuando una certera estocada corta la vida del toro y corta el aire
frío que baja de los páramos.
Federico García Lorca, el gran poeta del siglo
XX, escribió por el torero muerto una
de las más altas elegías de la lengua española. Este mismo poeta, interprete de
nuestra raza, concentró en pocas palabras la importancia que tienen las
corridas para la cultura de todos los tiempos: “El toreo es probablemente la
riqueza poética y vital mayor de España…Creo que los toros es la fiesta mas
culta que hay hoy en el mundo. El único sitio adonde se va con la seguridad de
ver la muerte rodeada de la más deslumbrante belleza”
Y como esta noche vamos a escuchar magníficos
pasodobles, permítaseme recordar una
frase de Alfonso Ramírez sobre la Música en los Toros “Es inconcebible que el
espectáculo que se desarrolla en la plaza pueda prescindir del pasodoble,
porque el que va a los toros sabe que
complacer el sentido de la vista es insuficiente; el oído tiene que darle
realización plena a la obra artística
del torero”
Fue don Alfonso un tovareño estudioso, abierto
y preocupado, quien usó la pluma para –con fina prosa- difundir ideas y exponer
opiniones siempre en defensa de la fiesta brava. Nunca hizo alarde de su
talento. “fue humilde…brindó con los amigos…y declinó honores” nos recordaba su
paisano Jesús Rondón Nucete el día de sus exequias el pasado 30 de junio.
El clérigo que quiso ser torero
A todo el que es amante de la fiesta brava – y
monseñor Porras lo es- ansía poder conocer alguna vez de cerca y en su ambiente
natural, la vida del toro de lidia. En España hay tres regiones características
en la cría de toros bravos. Andalucía, de donde son los famosos Miuras , la
región de Madrid y la de salmantina de donde es el torero El Viti y donde hay
numerosas ganaderías famosas como la de los Pérez Tabernero, los Galache y la
de don Dionisio Rodríguez García cuya finca, nuestro Arzobispo, la visitó hace
unos 40 años.
Sintió la curiosidad de observar de cerca una
manada que ya estaba reservada para ser lidiada en la temporada española en
plazas de renombre como Madrid, Sevilla o Salamanca. “Nos acercábamos a pié –
escribe el obispo- atravesando numerosos prados o potreros, cuando nos
percatamos de que en el potrero contiguo había toros de lidia. Comentábamos lo
bravo de las reses porque los oíamos bramar a causa de las luchas que varios de
ellos sostenían entre si en esos momentos.
Es todo un espectáculo ver aquellos enormes
morlacos agarrarse de los cuernos y hacer gala de de fuerza. Las restantes
bestias formaban una especie de círculo alrededor y con su actitud parecían
listos a participar en la lucha. En eso, uno de los animales fue atacado por
varios de sus compañeros, y, en medio del forcejeo y de la rabia, optó por huir
y saltó la pared de piedra del corral con una asombrosa facilidad. Cuando el
animal nos divisó a lo lejos -nos dice Monseñor- aceleró su carrera hacia
nosotros con la cara en alto. Uno del grupo conocedor de estos menesteres nos gritó
“Corramos y saltemos esta cerca porque si nos agarra nos destroza”. Por suerte
estábamos a escasos metros de una fuerte alambrada de unos dos metros de alto,
rematada por varias hileras de alambre de púas.
Todos saltamos con esa agilidad y presteza que
proporciona el miedo y el peligro, y nos agachamos permaneciendo inmóviles. Yo
tuve –continuó relatando el Arzobispo-, la mala suerte de quedar enganchado
hacia la parte de adentro, gracias a
Dios, por la chaqueta que llevaba puesta, cuando el enorme toro comenzó a
cornear –tirar derroteros dicen los entendidos- contra la cerca. Mientras nuestro clérigo se
desenredaba veía con verdadero pánico y a menos de dos metros la fiereza y la
imponencia del enorme animal. Una vez pudo zafarse y quedarse quieto contra el
suelo, la bestia dejó de embestir y continúo su marcha y arremetió una carreta
tirada por dos mulas a las cuales mató.
Una experiencia inolvidable, que solo dejó en
la piel del obispo los rasguños de los
alambres y la constatación de lo que son los animales de casta. Nuestro
Arzobispo –desde aquella tarde- valora más lo que significa un torero pararse
delante de una auténtica fiera a demostrar lo que puede la inteligencia y el
arte sobre la fuerza bruta.
Al
concluir el relato acotó “cuando yo era niño y asistía a las corridas de las
ferias de Táriba regresaba a la casa soñando con ser algún día torero. Después
de esa tragicómica experiencia prefiero decir como la canción “Yo quise ser
torero, torero quise ser”.
Lo que no sabe el sacerdote es que, muy
probablemente aquel toro de don Dionisio Rodríguez fuera “Civilero” que con más
de 500 kilos fuera el Toro de Oro en la Feria de Salamanca en 1973.
Varias capeas ha realizado en la finca de los
Hnos. Rodríguez Jáuregui, y siempre es grato verlo en la Barrera de sombra la
Nº 80 donde más de un torero le ha dedicado la faena y desde donde ha bendecido
la multitud presente en la plaza.
Notas
______________________________________________________
(*) Explicación: El pasado 10 de febrero de 2015, con motivo de la presentación del libro manual, editado por la Comisión Taurina Municipal de la Plaza de Toros "Román Eduardo Sándia" de Mérida: A los toros, Núm. 33, se le encomendó a José Manuel Quintero Strauss las palabras en el acto. Esta es la segunda parte de la intervención que hemos titulado Aficionados a la Fiesta Brava en Mérida. Debemos agradecer su gentileza de permitirnos publicar las partes mas interesantes de sus palabras (HRC).
(**) Debo expresar a los amigos lectores que sigo sin encontrar una ilustración de mi autoría para el tema de los toros. De tal forma que, hemos utilizado la que Uds. observan y que encontramos en la WEB. Ver en el link: http://www.google.co.ve/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=0CAcQjRw&url=http%3A%2F%2Fwww.mundotoro.com%2Fnoticia%2Fricardo-ramirez-merida-es-la-mejor-feria-de-venezuela%2F113438&ei=n4UcVaGmBsHDggTm3ICoDw&bvm=bv.89744112,d.eXY&psig=AFQjCNHeOK-8BNA5Xy-SiHN8CiboyOAD7Q&ust=1428018868827266
No hay comentarios:
Publicar un comentario