A Salvador
Pescastre
Vista de Barcelona desde la Sagrada Familia |
Por: José Alexander Bustamante
Molina
La experiencia como becario venezolano en el exterior en los últimos
tiempos, está marcada por la incertidumbre. Es cuestión de un correo
electrónico del Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX) y las
expectativas comienzan a transformarse en preocupaciones y frustraciones.
El foco de atención que es estudiar e investigar, se desvía al de la
sobrevivencia, al qué hacer. Bueno es recordar que las becas de formación de
profesores de las universidades públicas venezolanas y de la Universidad de los Andes (ULA) datan de hace varias décadas (y comienzos del siglo XIX en
Venezuela). En el caso de la ULA están sujetas a un largo cronograma, que pasa desde la aprobación
de las áreas prioritarias de cada Departamento, luego a la Dirección de
Escuela, Consejo de Facultad, Dirección de Asuntos Profesorales (DAP), hasta el
Consejo Universitario (CU). En algunos casos, es un tiempo de espera hasta de cuatro años, ya que la cuota de becarios ahora es solo del 10% de los miembros
de cada unidad departamental, que en otro tiempo fue hasta del 30%. Ya allí tenemos
un indicador.
La madrugada del 23 de octubre de 2014, apenas con dos semanas de haber
llegado a Barcelona, recibí la negación de divisas por parte de CENCOEX. Son
esos instantes de vida, cuando los planes cambian de una forma tan radical que
es imposible no dejar correr alguna lágrima. El anhelo de la formación en el
exterior, con la idea de volver a dar lo mejor desde la academia, se convierte
en un mar de dudas.