Estamos a
comienzos de la Semana Santa de 2016 (escrito el 22 de marzo del presente año). El noreste de Caracas, así como el eje
Guatire-Guarenas y otras comarcas del estado Miranda y de Venezuela, se ven
envueltas en una espesa bruma, producida sobre todo por el humo de los
incendios forestales que, tras largos meses de sequía, comienzan a hacer
estragos en extensas áreas de sabanas y de bosques de la región
caraqueña.
El insigne naturalista
Eduardo Röhl (1891-1959) en un artículo intitulado Los veranos ruinosos
en Venezuela[1], refiere los
principales episodios secos en la historia venezolana. En dicho trabajo se
destaca, entre otras, la temporada de sequía extraordinaria del año 1869,
también bajo control del fenómeno El Niño, activo durante el trienio 1867-1869.
Aquel año, en la región
de Caracas los incendios forestales fueron de tal magnitud que los estudiosos
Agustín Aveledo y Manuel Landaeta Rosales lo designaron como “el año de la
humareda”, según señala Röhl en el trabajo antes citado.
Ya en el siglo XX, un
nuevo evento El Niño estuvo activo durante el bienio 1925-1926, registrándose
nuevamente extensas quemazones de vegetación en gran parte del territorio
venezolano, con la consiguiente formación de brumas espesas, situación que
describió detalladamente el observador hidrográfico del Orinoco, Ernesto
Sifontes, a la que denominó “la humareda”[2].
Calina en Mérida marzo de 2016 fotos HRC |
Por lo que se refiere a
los registros instrumentales de precipitación, la estación meteorológica de
Caracas-Observatorio Cagigal presenta información desde 1891. En esta serie de
datos, la más extensa disponible en Venezuela, se aprecian totales
pluviométricos anuales consecutivos que pueden estar, durante dos o tres años,
entre un 30 y un 50 por ciento, aproximadamente, por debajo del monto medio
anual de dicha serie; en otras palabras, se trata de períodos de
varios años consecutivos con déficit de lluvias. Sequías plurianuales o, como
diría el cronista colonial: “veranos dilatados”.
Calina en Mérida marzo 2016 |
En todo caso, la valiosa
información que contienen las bases de datos climatológicos, debería servir
para reducir el impacto de las condiciones atmosféricas adversas sobre la
población, a través del manejo adecuado de los recursos hídricos y de la
planificación a mediano y largo plazo de su captación, conservación y uso,
tanto para el consumo humano como para el riego y la generación de
hidroelectricidad.
El fenómeno de la bruma
-o calina-, es recurrente durante la temporada seca anual, pero, como es
natural, se incrementa en los años más secos, condiciones que generalmente van
asociadas a la presencia del fenómeno conocido como El Niño, el cual, en esta
oportunidad, se encuentra activo aproximadamente desde abril de 2015 hasta el
presente, aunque por esta fecha presenta signos de extinción, según muestran
las observaciones oceanográficas y meteorológicas.
El perfil de la Sierra de Nevada de Mérida, sólo se ve muy levemente por la calina (30.03.16) |
La Urbina, 22 de marzo
de 2016.
Notas
___________________________________________
[1] RÖHL, E. (1948).
Los veranos ruinosos en Venezuela. Boletín de la Academia de
Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. 11(32): 427-447.
[2] SIFONTES, E. (1929). Venezuela
meteorológica. Caracas: Empresa El Cojo.
(*) Geógrafo y profesor
del Departamento de Ciencias de la Tierra del Pedagógico de Caracas.
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