Por Orlando
Albornoz
Universidad Central de Venezuela
Lo que sigue
no es un divertimenti. Es quizás la manifestación de una angustia
académica.
Recoge las enormes dificultades que tenemos quienes hacemos reflexión científica por así llamarla, en sistemas nacionales de universidades enfocados en las a menudo estériles aulas y sus docentes, unos y otros abstraídos en sus propios pensamientos y en sus propias necesidades.
Recoge las enormes dificultades que tenemos quienes hacemos reflexión científica por así llamarla, en sistemas nacionales de universidades enfocados en las a menudo estériles aulas y sus docentes, unos y otros abstraídos en sus propios pensamientos y en sus propias necesidades.
Hablo es por
las universidades de mi país, Venezuela, en donde hay instituciones que tienen
miles de estudiantes matriculados y que ni hacen investigación científica, ni
tecnológica, ni humanística. No prestan el servicio que demanda la sociedad en
términos de la creación de pensamiento, ni difunden las actividades académicas
de su propia comunidad. Más aun, en los últimos años se han abierto en mi país
universidades que no son tales, puesto que se crean sólo para que participan en
las sesiones de espiritismo que convocan a sus héroes fallecidos o aquellos
'muertos en vida', como se dice coloquialmente en un afortunado refrán,
cuando se alude a alguien que es indiferente, en este caso, a las
universidades. Los intelectuales y académicos que hemos optado por la actividad
de pensamiento vemos, no sin irritación, como la presencia del estado
no se traduce en una regulación tal que obligue a las instituciones para
proteger la vida académica. Hay universidades privadas en Venezuela que
corresponden a lo que, en otro sentido, llamaba el académico mexicano Luis
Porter (2003) La universidad de papel, pues son
instituciones en donde se tramitan papeles, de todo tipo, incluidos los títulos
y credenciales que ese estado, de manera irresponsable, transfiere a quienes en
nombre de sus intereses crematísticos manejan universidades, pero esos papeles
no incluyen los referidos al conocimiento, un actor invisible en estas
instalaciones supuestamente universitarias. Del mismo modo las universidades
bolivarianas no difunden lo que hace en materia académica puesto que son
universidades, reitero, dedicadas a las creencias del chavismo, la doctrina
oficial, que no al cultivo el conocimiento. Mi texto, entonces, no es un divertimenti
sino una angustia, sin que me asocie, ni mucho menos, con el sentimiento de
aquel meritísimo venezolano quien fuera el primer rector de la Universidad
Central de Venezuela y a quien el insigne poeta Andrés Eloy Blanco llamó (1960)
Vargas, albacea de la angustia.
Soy un autor
en busca de editor. Por ello, en el sentido de Mario Briceño Iragorry (1954)
envío un aviso a los navegantes. Estoy trabajando en lo que sin
arrogancia alguna puedo denominar mí opera magna: Mitos y realidades de las
universidades. Es una obra de alcance teórico universal pero perfilada
desde elementos propios de mi sociedad, la venezolana. Se trata de una reflexión
y análisis del sistema nacional de universidades y del sistema nacional
de pensamiento, en donde estudio sus características, sus interrelaciones y el
significado que tienen para el desarrollo o atraso del país, que ambas
posibilidades se hallan visibles en el escenario político e ideológico de esta
sociedad, que aun no decide si afianzarse en la sociedad del conocimiento o
admitir que tiene equipaje sólo para viajes cortos, que la lleven en estado de
inercia sólo dentro de los límites de la sociedad del entrenamiento. Todo ello
aderezado con la visión ecuménica propia de la universidad como un ente
universal, calibrado dicha visión en la experiencia personal de medio siglo
andando estos trillados caminos de las instituciones cuya única razón de ser es
la búsqueda del conocimiento.
Es un libro
elaborado con argamasa sociológica desplegado en varios volúmenes y los mismos
necesitan ser limpiados del polvo del camino, corregido, editado y publicado en
el formato electrónico, una maravilla tecnológica que permite que nuestros
productos se hagan conocer en el mundo entero. Había ofrecido estos textos a la
ULA y hasta creí que había un compromiso para ello, pero interpreté mal los
signos de la sierra andina y dicha venerable institución decidió no interesarse
más en el proyecto. He intentado en mi universidad de origen, pero no he
logrado ir más allá de las palabras tan amables como indiferentes que suelen
acompañar estas gestiones. He intentado interesar a una institución mexicana,
de las de mayor prestigio en ese país y a una universidad española, de
Andalucía, un lugar en donde alguna vez hallé, precisamente, identidad de
origen, junto a la propia de ser un caraqueño integral, una frase sin sentido
pero con maña cultural.
En efecto,
soy un autor en busca de editor. Confieso que escribo, como parte de mi oficio
existencial, grave insolencia en una sociedad oral como la nuestra. Esto es,
escribo más de lo que quisiera y no tengo quien me edite, porque el mercado es
reducido y en algunas instituciones inexistente. Me enfrento a obstáculos
formidables, entre ellos la deshumanización de nuestra cultura intelectual y
académica. Nuestras universidades no satisfacen esa necesidad de publicar para
difundir lo que hacen –en parte porque no lo hacen. Se dedican sólo a enseñar,
repitiendo con artificios lo que dictan año tras año, con su progresivo
descuento ya que cada año lo que se sabe vale menos. Algunos investigan, pero
de estos ya muchos han huido al exterior, aventados por las razones propias de
situaciones perfectamente comunes, pues muchos países de la región han pasado
por esa criba, tales como Chile, Argentina, Uruguay y Cuba. Alguna vez fui
miembro, estando trabajando en Boston, USA, de una Comisión organizada por una
Fundación, para rescatar académicos de las entonces formidables universidades
argentinas, que entraban en la tenebrosa era de una trágica dictadura militar
que les aguardaba. Las entrevistas se efectuaban en Buenos Aires en un antiguo
palacete de inicios del siglo XX y el proceso era patético, pero, por fortuna,
muchos fueron sacados del horror que se avecinaba en aquel país, algunos
incluso vinieron a Venezuela y a Perú, la mayoría a México, país siempre amigo
de los desahuciados del intelecto y de la academia. Posteriormente trabajé como
funcionario internacional en el Chile de Salvador Allende y constaté,
crudamente, lo que significa la furia incontenida de los anti-intelectuales que
por vía de la ironía terminan dirigiendo instituciones del pensamiento. Más
aun, una regla propia del admirado Sr. Murphy coloca en el poder a personajes
como Donald Trump y hasta nuestro madrileño pequeño Nicolás y fabrica ‘líderes’
algunos de los cuales son elementales, como impresentables. ¿Son ellos, se
podría preguntar en el lenguaje de Lukács, los líderes del irracionalismo de
nuestro tiempo?[1]
Lo que sí es
visible es que nuestras universidades poco publican; esto es, son ajenos a la
tercera etapa del proceso propio del cultivo de la vida intelectual y
académica: la difusión. Entiendo las dificultades para que se publique mi
trabajo. Para comenzar no soy chavista, como tampoco fui ni adeco ni copeyano,
ni masista ni mepista ni seguidor del gran Borrregales –el único pecado de
afiliación política ha sido mi afición por los Fabianos, que data desde mis
años de estudiante en el L.S.E y antes, en la UCV, de escudero de José Rafael
Núñez Tenorio. Que tampoco es tanta la afición fabiana como para irme a Londres
el próximo mes de enero para escuchar a mi compañero Jeremy Corbyn, quien será
el orador principal en la Conferencia Anual de 2017.
Pero en Caracas
unos y otros me castigaron, como debe hacerse con los insurrectos. Leandro
Mora, quien era entonces el Ministro de Educación, me hizo despedir del
Instituto Pedagógico, con mucha Cortesía, debo reconocer, por comunista, en la
grata compañía de Alonso Ojeda Olaechea y Federico Brito Figueroa y, por su
parte, Hugo Chávez me hizo salir del PPI, de la mano de algún oscuro
burócrata cuyo nombre guardo en mi memoria pero del cual, de verdad, no
quiero acordarme. Había entonces clasificado en el PPI como investigador
emérito, pero impertinente como se puede ser al parecer anticipé que no
seguiría los pasos que los funcionarios del partido político de Kafka que ya
entonces se disponían a aplicar sus recetas à la George Orwell y simplemente me
ignoraron a partir de entonces. Luego, lo admito, escribo cosas que son de
escaso interés, pues hablo es del comportamiento de las universidades, un tema
que no creo que interese a muchos. Tampoco tengo acceso a la maravillosa tienda
de ayuda mutua de la empresa privada, alguna de las cuales apenas sobreviven en
estos tiempos anti-empresariales, ya sólo ocupadas con el juego de beisbol. No
está mal que lo hagan, allí esta su clientela.
De cualquier
manera, así como quienes necesitan una medicina y piadosamente piden a algún
medio que les ayude a buscarlas, cosas a veces de vida y muerte, pues yo me
dirijo a quienes puedan estar interesados en promover causas perdidas y se le
antoje el capricho de patrocinar lo que está siendo cocinado con gusto y afán y
que estará listo en los próximos meses. Si no me queda la táctica empleada por
Nietzsche, quien no soportaba ver sus manuscritos en una gaveta y publicada los
mismos en ediciones propias, artesanales, de menos de 100 copias, que vendía
entre los amigos. Mi problema, adicional, es que si tengo amigos todos forman
parte de Misión Miseria Académica y no estarán en condiciones de comprar
libros, cuando si acaso pueden comprar algún producto comestible, o a menos que
publique libros comestibles, una excelente idea, pues así lo leerían y luego se
lo comerían. Bien pudiera esperar, por otra parte, como Weber, que este libro
se publique post mortem.
Ya señalé que
he acudido a las universidades autónomas, en donde más o me conocen, pues he
estado en ellas durante medio siglo, pero al menos han escuchado mi solicitud
con amabilidad y hasta con benevolencia y con la misma me han recordado que no
hay fondos, a pesar de que estoy solicitando es edición electrónica, menos
costosa y que permite trabajar con la capacidad instalada; incluso, si estas
universidades tuviesen otro criterio de aquel de la dependencia del estado para
funcionar, pues podrían vender los libros que editen, en el enorme potencial
mercado de los profesionales, intelectuales y académicos de habla castellana.
Hasta me he acercado a un organismo internacional del área, pero el amable
interés que puedan tener sigue el lento ritmo de estas organizaciones.
No estoy
ofendido. Estoy, simplemente, equivocado. Esto es, ofrezco un producto sin
valor de mercado, en una comunidad académica en donde ya no percibo
universidades, como instituciones sino autarquías, que obedecen al adagio de cujus
regio, eius et religio, propio de nuestra sociedad en donde cada quien
sigue su fe revolucionaria y su creencia chavista, como ocurre con las universidades
como la UNERG, la cual es formidablemente creativa, pues apenas se abre su
portal aparecen los rostros de los libertadores, como Hugo Chávez, Nicolás
Maduro, el ministro del ramo y el gobernador del estado. Esta universidad, por
ejemplo, tiene un programa de doctorado en el área de la educación con sitios
en varias ciudades, como San Juan de los Morros, Calabozo y Puerto Ayacucho,
con según entiendo unos mil participantes, caso en el cual, ¿cuántas de las
tesis correspondientes han sido publicadas? En caso contrario serán
alimento de anaqueles u ocuparan espacio en la nube.[2]
Uno de los objetivos de su programa de doctorado es, justamente “Lograr
los índices de excelencia en la educación posgraduada a nivel nacional e
internacional”, y he aquí que es absolutamente adecuado preguntar ¿cuántas
revistas tienen, cuántos libros publican al año, en ambos casos trabajo
académico arbitrado con jueces externos?.[3]
Ahora bien,
¿qué son nuestras universidades si las mismas no publican revistas arbitradas,
seriamente arbitradas, rectifico, y libros igualmente arbitrados que plasmen
las preocupaciones y angustias de quienes laboran en ese vacuo mundo de las
ideas? Olvidémonos por un segundo de la tragedia del día a día del
universitario de nuestro tiempo, dejemos a un lado los plañideros esfuerzos por
aumentos de sueldo que se otorgan a activos y a pasivos –yo soy personal pasivo
pero cobro como activo, una ecuación que nunca he podido entender, y pidamos al
gobierno nacional que financie a las universidades según difunda, no sólo que
enseñe e investiguen y hagan trabajo comunitario en el huerto de la facultad,
sino que sean financiadas según difunden conocimiento, premiando aún más a
aquellas instituciones que contribuyan de alguna manera con el correaje del
aparato productivo, asignando cuotas por volumen de la población estudiantil.
Esa simple medida convertiría a las universidades privadas en agencias de la
vida intelectual y no sólo productoras de credenciales profesionales y en
algunos casos simples guardianes del entrenamiento de la burguesía convencional
y de la neo burguesía que con entusiasmo se incorpora rápidamente a los
esquemas de la burguesía criolla –en nuestra sociedad no hay oligarquía ni
mucho menos pelucones, como suele decir el inefable Maduro.
Según las
interpretaciones del caso, el humanismo no se entiende sin los editores, como
aquellos venecianos que de la mano de Aldus Manutius y colaboradores como
Erasmo de Rotterdam fundaron en 1490 la Neakademia nomo –fecha memorable
en nuestro nuevo mundo, pues en una ciudad vecina un supuesto genovés afilaba
sus armas para venir a destruir algo que no existía, de modo que de esos cargos
es inocente al menos de la intención, pero no lo es de la ejecución de sus
maldades, pensamiento que halla terreno fértil en la obra del mexicano Leopoldo
Zea: (1975) Sentido de la difusión cultural de América Latina y (1982) Latinoamérica,
un nuevo humanismo, como lo hay en la obra (2000) La virtualización de
la universidad, aporte excepcional de mi antiguo discípulo ya desaparecido
José Silvio. El final de mi solicitud es amable, pues si se clasifican a las
universidades, para financiarlas y hasta para que se les permita funcionar,
pues ya no tendré que buscar editor, sino como ocurre en algún civilizado lugar
de Laputa los editores vendrán a mí y a los escribidores del entorno buscando
autores y así habré arribado al Nirvana con el cual siempre soñé y dejaremos
por siempre de ser los mendigos habituales, pues entonces los editores
perseguirán a los autores para obtener, al menor costo posible, el privilegio
de vender uno u otro autor.
Pero,
mientras tanto, nuestras universidades son al menos en esta matera de la
difusión del pensamiento como esfinge egipcia y no es necesario ir a Delfos
para preguntar hacia adónde vamos, que si no publicamos no sólo no llegaremos a
la era ecuménica actual de la sociedad digital sino que nos devolveremos para
colocarnos de espaldas a la historia en la era pre humanista y el amigo
Erasmo podría ejercer su actividad tan lucrativa como aquella de
corrector de pruebas –este escribía en el mismo taller en donde trabajaba
de corrector de textos, propios y ajenos, y así inventó la correa de producción
del Sr. Ford uno siglos antes, como señala el suizo alemán Walter Rüegg en su
ensayo sobre “Erasmus von Rotterdam”–el holandés que murió en Basilea, que era
un hombre inteligente y declinó una y otra vez la oferta para ser profesor en
una universidad de su escogencia, prefiriendo, como Anthony Giddenss hoy en
día, el editor de Polity Press, tener su propia editorial y, además, no
comprometerse con el salario que le podía proporcionar una universidad,
sino que cobraba y, muy bien, sus conferencias. Entre nosotros, como se sabe,
lo único que se paga es el trabajo de aula, reglamentado, pero no las
conferencias, que forman parte de la cosmética académica, sin valor alguno. Me
consta. Cuando he tenido la osadía de pedir una remuneración por mis
conferencias suelo ser despedido, sin honores, de la ciudad en cuestión.
La imprenta
permitió la difusión de las ideas, el Internet nos abre el espacio del
ecumenismo y los que no publiquen estarán condenados a uno de los círculos del
Dante. Si el humanismo fue un fenómeno de la transición pues el Internet es la
transición hacia la sociedad electrónica virtual. Si el humanismo fue el
fenómeno de transición de la Edad Media a los tiempos modernos, apoyados en la
magia del libro, en Johannes Gutenberg, pues el Internet nos abre las
posibilidades de serviros de transición de los tiempos modernos a los del
ecumenismo, esta vez de la prodigiosa mano de Tim Berners-Lee. Quizás el mundo
globalizado nos permita el ecumenismo y de hecho el secularismo que busca
espacios en la región, al menos desde la Independencia de los poderes
imperiales de entonces. Ambos, ingredientes del neo humanismo contemporáneo,
afianzados en esa cadena interminable de la producción de conocimientos, que
comienza con la idea y termina con el papel, en este caso la pantalla, que
atarán las primeras y las hacen perdurables, no obstante los fanatismos que
despiertan las bandadas de todos aquellos que en nombre de un Dios asaltan y
asesinan. Ese neo humanismo se apoya en los mismos instrumentos, la palabra que
no en la doctrina, ni política ni religiosa, ni menso la empresarial, que sin
embargo la tres habrán de coexistir porque ninguna es de por si un privilegio
dominante sobre las otras.[7]
Las
universidades venezolanas entonces ávidas, se supone, de asumir lo que llaman
responsabilidad social, desde el año de 1215, debe producir conocimientos y
producirlos sin difundirlos es dejar creer que tal enclave institucional es
estéril. Entonces, no somos personas, vivientes, los autores, sino cuando nos
publican y sólo lamento que aun siga, con menos esperanzas que nunca, pidiendo
que me publiquen. Mi identidad como académico no son mis ideas sino el reflejo
de las mismas en el lenguaje de la comunicación, pública, y acato el viejo
adagio de to publish or to perish; esto es, que me permitan
recuperar mi identidad como el intelectual, el académico, como el
scholar, como el savant, uno u otro que todos los autores
queremos ser, de la mano de los editores y así escapar del anonimato que
nos hace inútiles y de hecho inexistentes, porque, repito: o nos publican o nos
declaran muertos. Por mi parte, no quiero ser un miembro de la Dead Poets
Society, pues más bien mi anhelo es que mi trabajo, público, se difunda y
pueda ayudar y contribuir con el mejoramiento de mi sociedad y la misma no
mejorará, nunca, si no estamos vivos y alertas quienes podemos, desde nuestras
cuevas griegas en donde se aloja el mundo de las ideas, poder seleccionar
algunas de ellas y ofrecerlas a los interesados, a pesar de que protesten,
porque ciertamente, hay quienes tienen asco de las ideas pero en nombre de la
decencia y del bien público debemos persistir en nuestro esfuerzo, por fútil
que parezca. Por ello, finalmente, reitero mi mensaje: Soy
un autor en busca de editor. Escucho proposiciones.
Notas:
[1] Me refiero al divertido personaje propio de la
picaresca española, el joven Francisco Nicolás Gómez Iglesias (1994), apodado
por la prensa española como «El pequeño Nicolás», es un estudiante español de
Derecho, que tomó notoriedad y se hizo célebre cuando fue detenido en octubre
de 2014 acusado de falsedad documental, estafa en grado de tentativa y
usurpación de funciones públicas y estado civil, además de ser imputado posteriormente
por revelación de secretos, cohecho impropio, malversación de caudales públicos
y tráfico de influencias. Algunas fuentes periodísticas señalaron que el joven
se infiltró en las altas esferas del poder político y económico español,
llegando incluso a afirmar que ha trabajado como colaborador para el Centro
Nacional de Inteligencia (CNI) y desfilando como invitado en el besamanos
celebrado en el Palacio Real tras la proclamación de Felipe VI como rey.
[2] El actual vicepresidente de Bolivia, Álvaro García
Linera, en un importante texto de 1996 escrito en la cárcel, titulado “3 retos
al marxismo para encarar el nuevo milenio” y recogido en el libro Las armas
de la utopía. Marxismo: provocaciones heréticas, describe la situación de
la siguiente manera:“Los rebeldes de ayer que cautivaban con la furia del
lenguaje subversivo a empobrecidos campesinos, hoy se hallan al frente de
deslumbrantes compañías privadas y ong que siguen cabalgando sobre las
martirizadas espaldas de los mismos campesinos anteriormente convocados. [...]
Rusia, China, Polonia, El Salvador, Nicaragua, partidos comunistas y
socialistas, “vanguardias” armadas y desalmadas hoy en día no orientan ningún
ímpetu de redención social, no emblematizan ningún compromiso de justa
insatisfacción; simbolizan una descomunal estafa histórica”. Extrapolo este
argumento para referir como pienso que con los programa de doctorado se pudiera
estar cometiendo en Venezuela un engaño monumental a la nación, en el mismo
sentido que emplea García Linera. Véase por Bruno Bosteels su ensayo “Marx y
Martí: lógicas del desencuentro”, en: Nómadas, octubre de 2009.
Universidad Central de Colombia.
[3]. Véase http://postgrado.unerg.edu.ve/
[4]. El ensayo de Water Rüegg publicado en la obra
por S. Corsten, G. Pflug, and F. A. Schmidr-Kunserniiller (eds.), Lexikon de
gesamten Bucbu, que traduce más o menos como El lexicón total
o El léxico de las publicaciones , o sea, de todo lo que tiene que
ver con libros, desde la impresión hasta el contenido vol. II (Stuttgart, 1989),476-7.
La referencia al editor veneciano puede verse en el libro por el medievalista
norteamericano Martin Lowry (1979) The world of Aldus Manitius. Business and
scholarship in Renaissance Venice.
[5]. Los autores de esta editorial son,
prácticamente, un quien es quien del pensamiento de vanguardia contemporáneo:
Pierre Bourdieu, Anthony Giddens, Ulrich Beck, Jürgen Habermas, Theodor W.
Adorno, Zygmunt Bauman, Walter Benjamin, Norbert Elias, Jacques Derrida,
Cornelius Castoriadis, André Gorz, Stuart Hall, Raewyn Connell, Jeffrey Weeks,
Ann Oakley, Michèle Barrett, Lynne Segal, Nancy Fraser, Seyla Benhabib, Michael
Mann, Anthony Smith, Claus Offe, Gøsta Esping-Andersen, Immanuel Wallerstein,
Stan Cohen, Ray Pahl, Harold Garfinkel y Clifford Geertz.
[6]. Es asombroso
observar cómo crece la academia cada día, en volumen y correspondiente calidad.
Puedo reportar que mi comunidad académica está por los 150 colegas, diseminados
por todo el mundo, considerando ser miembros de esa comunidad si hay por lo
menos un contacto anual, pero entendiendo por contacto no un saludo ocasional
sino una relación profesional extendida.
[7].Véase por Charles Taylor (2014) La era secular,
una obra fundamental que sugiere rápidamente una interrogante ¿es que acaso
vivimos un era del neo fundamentalismo, que se manifiesta en Venezuela en la
era de la universidad de creencia? Foreign Affairs publicó el 29 de
Noviembre de 2016 unas cartas del Embajador de Arabia Saudita en Moscú,
escritas para su hijo que llamaron la atención acerca de un mundo políticamente
fanatizado, ejemplo de lo cual es la doctrina que desea imponer en USA el
presidente Donald Trump. Véase por Omar Saif Ghobash: “Advice for Young
Muslims. How to Survive in an Age of Extremism and Islamophobia”. En el caso
venezolano es absolutamente indispensable mencionar como la revolución
bolivariana ha ampliado el área de discriminación, con una dosis de racismo
desconocido hasta ahora. La población carcelaria es la mejor prueba, pues la
absoluta mayoría de los reclusos llamados eufemísticamente ‘privados de
libertad’ son venezolanos de los sectores populares, negros e indígenas.
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