Stehr y Manuel Castells entre otros, destacaron que nunca la sociedad humana había contado con tanta y tan variada información disponible para cada quien.
Paralelamente se había elevado la cantidad de personas con educación superior y que cada vez eran menos importantes el número de los operarios industriales. Expresaron, en consecuencia, que se estaba en los umbrales de una sociedad diferente a la llamada sociedad industrial.
Poco después se comenzó a señalar que esa nueva realidad era la llamada, actualmente, con diversos términos como: Sociedad de la Información, Sociedad del Conocimiento y/o Sociedad Red.
Para acceder a todo lo anterior por medio ya no sólo de los computadores
personales, sino también de las tabletas
o teléfonos inteligentes es necesario
tener acceso a internet. Y con ello poder conectarse y hacer uso de
la inconmensurable cantidad de información digitalmente disponible. También al contrario, producir
contenidos culturales para otros, gratuitamente o con algún costo razonable- disponible
para cualquier persona en el planeta.
Por ello, acceder a internet marca la diferencia entre estar en el siglo
actual –el XXI- o en épocas pretéritas. Es
decir, el acceso a internet es hoy tan importante como lo fue en el pasado la
escritura, los periódicos y los libros, el ferrocarril, la luz eléctrica, el
telégrafo, la radio, el teléfono y la televisión, para hacer una lista no
exhaustiva de los medios para comunicarse y existir socialmente las personas. Internet no es un lujo, es
actualmente una parte muy importante del derecho a la libre información,
producida por cualquiera y por nosotros también. Un derecho tan importante como la alimentación, la salud, elegir periódicamente a nuestros gobernantes o
cambiarlos como establece nuestra constitución política.
En estas últimas semanas se ha agravado el acceso a internet de los
venezolanos. Bueno, me cuentan que a la
de quienes estamos fuera de los círculos gubernamentales de mayor jerarquía. Para el “común de los
cristianos” no hay conexión. O es tan mala que no se puede buscar o enviar
información con alguna eficiencia. Eso incluye las transacciones bancarias
elementales como pagar un helado, comprar una arepa o una empanada o
simplemente transferir un pago para algún gasto elemental. Es desesperante pagar
el estacionamiento en algunos lugares pues el punto de venta es muy lento.
Entonces, la cola de personas para pagar es inmensa. Por supuesto, los portales
gubernamentales en internet son
imposibles de acceder y hay que buscar “palanca” para hacer los trámites. Y
pagar la ayudita a precios insólitos.
Es posible que la situación tenga muchas explicaciones y entre las razones
esgrimidas por especialistas en el tema es que: no se han realizado las inversiones
para el mantenimiento del sistema y mucho menos las nuevas inversiones
requeridas para estar a tono con los cambios de la red, pues no hay dólares para ello; se están
robando de forma sistemática los cables y los dispositivos de transmisión de la
señal; los costos de los servicios no son suficientes para mantener la
operatividad del servicio; CANTV -empresa gubernamental que tiene el monopolio
para el uso de la señal de internet en Venezuela- está quebrando a las operadoras privadas al
impedir elevar las tarifas. En fin, mil explicaciones. Total, el servicio es pésimo, tanto como
el peor de América Latina y quién
sabe si de otras partes del planeta.
Desde septiembre de 2010 comencé ésta aventura digital que me ha dado
incontables satisfacciones personales, a casi ningún costo, salvo el tiempo que
como jubilado puedo dedicar a publicar Como
en Botica de Humberto. Nuestros seguidores en Facebook, Twitter y
Google habrán percibido que mis mensajes son cada vez menos frecuentes para
invitar a leernos. No es posible revisar
la estadísticas con la frecuencia que lo hacía en el pasado para analizar qué
textos, “post”, se están leyendo más o menos y estimular a su vista, eventualmente su lectura y uno que otro comentario. En algunas oportunidades he tenido que ir a
publicar algunos textos del blog fuera de nuestra casa, a donde no tengo
internet. En fin, cada vez estamos
mas incomunicados. Pero, lamentablemente, no somos exclusivamente nosotros.
Buena parte de los venezolanos sufren de la misma incomunicación. Es decir, que
en pleno siglo XXI, estamos regresando a la primera mitad del XX y quizás hasta
el XIX. Lo lamento por mi –que me siento muy bien en la sociedad de la red- y
por nuestros innumerables lectores que nos visitan desde tantas partes del mundo
global de hoy. “A malaya quien pudiera… comunicarse con facilidad”.
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