Av. Tulio Febres Cordero de Mérida (Vzla). |
Hoy volví a caminar las calles que en los últimos 20 años hemos caminado incansablemente, sabiendo que multitudes simultáneamente lo están haciendo en toda Venezuela y más allá también, en ese inédito fenómeno que llaman la diáspora a partir del cual Venezuela ha regado al mundo de sus jóvenes que huyen con el corazón partío, el alma en vilo y los suyos que dejaron en el alma.
Millones de aquí y millones de allá que lo único a que aspiran es al retorno del sentido común, a un país con paz y con progreso, a un receptor de gente y no a un expulsador de su savia más vital; pero desde el 23 de enero y hoy 2 de febrero del 2019 una profunda convicción nos embarga, un optimismo a flor de piel nos alimenta. El fin de la tiranía y la pesadilla se huele.
No es un cálculo politológico, no es un juicio serio y documentado de un intelectual o académico de las ciencias humanas después de advertir las tendencias y los escenarios.
Podría serlo pero es mucho más que eso, se respira en las aceras colmadas de gente, de ancianos, mujeres, jóvenes y niños, de tricolores y pitos, de gritos y risas, de llanto contenido por los ausentes, los que se inmolaron sonriendo, ofreciendo sus tempranos años en el miserable horno del abuso, la tiranía y el oprobio; es alegría y tristeza a un mismo tiempo, es esperanza y padecimiento combinados, son todos nuestros humores revueltos, sangre, sudor, lágrimas y fe.
Lo digo con dolor, lo digo con miedo, lo digo con alegría y con revuelo, lo rio y lo lloro, lo grito y lo imploro, lo sueño y lo creo. Pienso en mi hijo y en mi sobrino en Buenos Aires, en mi hermano en Valencia, España, la de mis colegas dispersos en 5 continentes. Pienso en mi Universidad soportando altiva durante este destructivo pedazo de sus 233 años de fundada. Pienso en mi nieta y el futuro que merece y que los venezolanos estamos demostrando que vamos a darle, pacifica, masiva, constitucional y contundentemente, pienso en Guaidó y descubro que podría ser mi hijo y me siento orgulloso de él, de los míos y de todos los hijos de Venezuela que aguantaron, soportaron, nunca nos rendimos, nos equivocamos, nos derrotaron algunas veces en buena lid pero al final siempre a punta de pura trampa y de profunda burla.
Ahora que estamos en la víspera del desenlace pues la nación se ha congregado y habla tronante por todas sus calles y con la mayoría absoluta de los que hemos dicho ¡basta! Les quiero pedir a mis congéneres, a mis compatriotas, a mis hijos y los hijos de Venezuela que empecemos otra cosa, que aprendamos de esta dolorosa lección, a que no hagamos lo que hicieron los causantes de este desmadre, cero odio, cero venganza, cero resentimiento, cero oportunidad a lo peor de nosotros, abramos las puertas a lo mejor de nosotros, a lo luminoso, a lo alto, a lo humano. Pidamos justicia si, garanticémosla nosotros dando siempre el mejor ejemplo. Tenemos con que, bien vale la pena, los hijos y nietos nuestros se lo merecen. Rescatemos la libertad para construir la justicia y el progreso para todos, superemos el sectarismo, promovamos la tolerancia, construyamos la prosperidad, abrámonos al mundo, que regresen los que puedan, hagamos redes con los que conquistaron el primer mundo, volvamos a ser receptores de gente, reconstruyamos nuestras instituciones, tengamos por primera vez en doscientos años una REPÚBLICA verdadera.
!!!Que comience por fin el siglo XXI en Venezuela!!!
Oscar Aguilera.
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