jueves, 26 de diciembre de 2019

La campana del abuelo


En otro escrito publicado aquí he contado que no conocí a ninguno de mis abuelos, ni paternos ni maternos, pero que de niño resolví adoptar un abuelo sustituto para impedir una especie de “bullying”, de algunos de mis compañeros, quienes hablaban con admiración de sus nonos, en el primer grado de la escuela primaria.

No obstante la ausencia familiar de los abuelos, tengo anécdotas escuchadas a familiares de mis “nonos” y hasta objetos que en su momento fueron de alguno de ellos. Es el caso de la campana de la que hoy escribo y cuyas fotos acompañan éste escrito. Pero también hay otras anécdotas y objetos  de las cuales ya me he ocupado y que tienen toda una historia familiar, que debemos preservar.

Mi abuelo paterno se llamó Juan de Dios y murió cuando mi padre no pensaba en casarse con quien fue mi madre. Fue un hombre que tuvo una larga familia y muchos hijos de sus dos matrimonios, pue enviudó de su primera nupcia al morir mi abuela materna, cuando mi padre tan solo contaba dos años de edad. 

Dos aspectos de su vida recuerdo haber escuchado a mis mayores. Primero que entre otros muchos negocios tuvo una fabrica de velas, aquí en Mérida, que al final del siglo XIX, cuando el servicio eléctrico no existía, eran de uso masivo. 

Lo segundo que cada tiempos se daba viajes de placer a Europa para aprovechar su capacidad económica. En uno de esos viajes compró la famosa campana que hoy tengo en mi casa, que heredé de las dos tías paternas. 

Debo recordar que durante algún tiempo viví con ellas en la quinta Marialola, al final de la Av 2 Loro de Mérida,  por que mi madre debió ir al exterior a tratarse una dolencia