lunes, 7 de marzo de 2022

Un punto de vista sobre la nueva legislación universitaria. Razón y valor de la vigente ley de universidades de 1958

Foto: (*)

Por: Roberto Rondón Morales y Pedro J. Rivas

MIRADAS MULTIPLES. 

A nadie se le  ha ocurrido achacar al mundo tierra la culpa de su contaminación, de las guerras destructoras, de las desigualdades e injusticias ni del riesgo del calentamiento global.  

A la Universidad, muchos, casi todos, achacan distintas culpas desde estar al servicio de poderosos, la ciencia explotadora, élites discriminadoras, exclusión, aislamiento de la sociedad y gobiernos, atraso, retórica, conservatismo, y hasta corrupción. 

Pero nadie ha señalado que esto ha sido obra de los universitarios, gobiernos, sociedad y no de la institución en sí. La Universidad ha sido un signo de comunidad, autonomía para enseñar y crear conocimientos que se debaten,  verdad, talento, humanidad, compromiso social, protección de ideas. Si no se ha hecho así, la culpa no ha sido de la institución. Debemos replantear sus principios fundamentales, funciones, actos,  pero sobre todo su dirigencia.

1.- La universidad fue una alianza en el siglo XII, bajo forma de una corporación al principio, de maestros por un lado y de aprendices por el otro, para  enseñar y aprender varias ciencias y para certificar el aprendizaje con la colación de grados. Luego la corporación desapareció, esto es,   los intereses diferentes;  y ambos, maestros y alumnos se convirtieron  en una comunidad de intereses comunes desde el siglo XV.  La Iglesia orientó esta primera institución para crear una cosmovisión  cristiana, judía, árabe y griega que generara un razonamiento en torno a la cristología, que hasta ahora se basaba sólo en la fe. Esta primera universidad no resolvió el dilema de si la institución  debía dedicarse a la trasmisión de conocimientos antiguos  aceptados, aristotélicos, o de los conocimientos nuevos generados  por la invención y los descubrimientos mediante la experimentación. Optó por lo primero.

 Este modelo inspirado por   Papas y Reyes entró en crisis seis  siglos después, y fue suplido por dos tipos de Universidad, no por otra institución. La Universidad filosófica y científica alemana en 1808, con el apoyo de la Reforma, que además de un centro docente, se convirtió “preferentemente en un centro de investigación, que exigió soledad y libertad como principios imperantes  de la ciencia, sin injerencia del Estado”. Esto resolvió el dilema medieval, e hizo a la Universidad generadora, a la vez que transmisora de conocimientos.

2.- La Revolución Francesa clausuró la Universidad por ser  soporte del viejo régimen; pronto se apreció el desarrollo del empirismo, suplido con una formación dispersa en escuelas profesionales especiales. Napoleón en 1806,  la asumió con  un  modelo creado  con su nombre, caracterizado  porque la “educación no era un derecho de todos los ciudadanos sino el más poderoso instrumento para dirigir las opiniones políticas y morales, es decir, domeñar las conciencias, formar las mentes  para fortalecer y  hacer perdurar el Imperio,  para lo que se necesitaba una corporación disciplinada, sometida e imbuida de estas ideas”. Adscribió la Universidad al Estado,  designaba autoridades, profesores, títulos,  preferentemente dedicada a la formación de profesionales para la burocracia imperial.

3.- Una variante del modelo alemán fue el inglés, enfocado a la formación integral del hombre. “La universidad es un sitio para la enseñanza universal, con su objeto  intelectual y no moral”. La educación universitaria  no es para formar un “gentleman”  sino para  “alcanzar la fuerza, la firmeza, el poder de comprensión y la versatilidad del intelecto, el dominio sobre nuestros propios poderes, la apreciación justa e instintiva de las cosas cuando se nos presentan, lo que comúnmente se logra con mucho esfuerzo y ejercicio de años”. “El intelecto debe ser disciplinado para su propio beneficio, para la percepción de su propio objeto y para la más amplia cultura”.  Esto se consideró la educación liberal inglesa para la formación integral del hombre.

4.- La Universidad pragmática norteamericana. Un primer propósito  fue mantener las creencias y tradiciones del país de origen, preparar a la población para dar respuestas  a los desafíos de los nuevos territorios  y crear un sentido angloamericano de la nueva nación. Siguió con la creencia de los padres libertadores de que el desarrollo de la nueva nación  dependería de un excelente sistema educativo, para lo que se crearon colegios y universidades financiadas por el fisco, pero   determinantemente por el privado, con lo  que lograron un extraordinario desarrollo de la investigación y los postgrados con grandes beneficios para la sociedad, la ciencia y la tecnología, pero que a la vez ha facilitado  el aislamiento, la segmentación disciplinaria y la multiplicidad de intereses, y provocado  poco desarrollo de las humanidades     y conocimiento de los problemas sociales. 

 5.- El modelo napoleónico traído a América Latina por los gobiernos liberales a mediados del siglo XIX,   se ensambló  en una universidad  aun colonial, atrasada, elitista, sectaria y corrupta, lo que provocó la Reforma de Córdoba en 1918, que generó el modelo político y jurídico universitario típico latinoamericano. La universidad se considera como una “república”, conformada por un “pueblo” de profesores, estudiantes y egresados que tienen la facultad de elegir sus autoridades y ejercer un cogobierno.

Los ilustres universitarios, no políticos ejecutivos ni parlamentarios, redactores de la Ley de Universidades de 1958,  que sobrevive después de 64 años, tuvieron la  visión, convicción, compromiso y entendimiento mutuo para  una interacción y una combinación de los cinco anteriores modelos para  conformar  a las Universidades  Venezolanas.  Posiblemente debemos  recuperar  la convicción, la  fortaleza, la tolerancia, el sentido de familia,   y los caminos a seguir de los primeros rectores autonómicos: Francisco de Venanzi, Pedro Rincón Gutiérrez,  Antonio Borjas Romero y Humberto Giugni. Se pueden achacar muchas falencias  a la crisis política de los sesenta y de ahora,  a la permanente crisis financiera,  pero no  a la Ley de Universidades, que debemos repensarla, actualizarla  y hacerla valer para bien de la Venezuela que espera. Esta vía pudiera ser un mecanismo para “recrear un nuevo espíritu unitario del 23 de enero”, un nuevo destino, y una posible estrategia para lograr una legislación actualizada,  consensuada, acatada y cumplida para  el bien del país. 

Mérida, marzo de 2022


Nota del editor (HRC)

____________________________

(*) Foto: Aula magna de la ULA, tomada de internet.


No hay comentarios:

Publicar un comentario