Roberto Donoso Torres
Luego de un largo periplo, con pandemia y varias vicisitudes menores de por medio, se pudo concluir una investigación sobre la escuela del pasado. Dos fuentes de inspiración, estimularon la idea de “reconstruir” la escuela de Mérida de tiempos idos. Por una parte, el libro de Carlos Lomas, “Erase una vez la escuela”, en el que escritores de renombre universal, en alguno de sus escritos, se pronunciaron sobre la escuela. Cortázar, Cernuda, Rafael Alberti, García Márquez, Saramago, Nicanor Parra entre varios otros, recordaron sus años escolares. El resultado es poco halagador para la escuela porque el recurso del castigo físico fue una característica común.
El otro libro es del maestro uruguayo José María Firpo, “Qué porquería es el glóbulo”. Firpo reunió las pruebas y exámenes escritos de sus estudiantes durante más de cuarenta años de trabajo. Un texto jocoso, grato de leer por las ingeniosas y divertidas respuestas de los niños. Así surgió la idea de indagar sobre la escuela de décadas atrás en Mérida con los testimonios de personas mayores de sesenta años antes que el olvido disuelva los recuerdos. Se logró el concurso de diez informantes, divididos en cinco “letrados”, profesionales, entre los cuales estuvo un ex ministro y un ex gobernador de estado, un ex vicerrector académico y dos profesores universitarios. Por otro lado, dieron sus testimonios una peluquera, una cocinera, un electricista de alta tensión, un diseñador gráfico y una maestra. Arbitrariamente se les identificó como los “comunes”. Todos respondieron preguntas semejantes, por ejemplo, los maestros, los contenidos de enseñanza, la evaluación, la disciplina, entre varios más.
La primera comprobación es que las condiciones materiales de vida de cada grupo, los estímulos recibidos en el hogar, las facilidades que tuvieron para su desarrollo determinaron una visión del mundo, un modo de pensar, consecuente con sus experiencias de vida.
Antecedentes entregados por los informantes son relevantes de una escuela que ponía el énfasis en la instrucción. El plan de estudio estaba estructurado por asignaturas como compartimentos estancos, pues no se pensaba en agrupaciones por afinidades y/o relaciones. Así, biología era independiente de química y física. No existía el área de Ciencias Naturales, y así sucesivamente. Para el grupo de los comunes especialmente, el cuarto grado era considerado como el más difícil, pues, los contenidos de enseñanza podrían ser equiparables al octavo básico actual. Quien lo aprobaba era considerado como alguien especialmente dotado.
Sobre la disciplina existe cierto consenso en ambos grupos de informantes respecto al uso generalizado de la palmeta, y si bien es cierto varios no la experimentaron, se sabía de su existencia. En los comunes especialmente, el empleo del castigo físico era recurrente. Acciones como tomar a un niño de la patilla, colocarlo de rodillas en el piso sobre superficies cubiertas de granos de cereales o piedras pequeñitas era frecuente tanto como el empleo de la regla para golpear la palma de mano. Adicionalmente, para el cambio de escuela era un requisito el certificado de buena conducta, constancia que emitía la escuela informando sobre el comportamiento del estudiante. A más de uno le creó inconvenientes para traslado de escuela. En esta perspectiva la figura del maestro destaca en un doble sentido. Por una parte, su fuerte ascendiente y prestigio ante alumnos, padres y la comunidad en general lo que le confería una aureola de autoridad que no se discutía. Luego, por la mística, compromiso y entrega al trabajo docente. Desde los maestros (as) que preparaban material didáctico por iniciativa propia y con cargo a su peculio, hasta el hecho relevante de su asistencia laboral sin que enfermedades, compromisos o tareas lo ausentaran de la escuela. El suplente era una rareza. No existían construcciones escolares especialmente diseñadas a tal efecto. Ambos grupos reconocen que sus primeros años escolares los cursaron en casas de particulares acondicionadas para servir de escuela. Además, fueron la excepción aquellos informantes que cursaron toda su educación primaria en una escuela. Lo común fue una gran movilidad no sólo en diferentes escuelas sino también en otros estados de la nación.
Algunos de los informantes nacieron en medios rurales y consecuentemente asistieron a escuelas rurales evidenciando la postergación que desde siempre ha tenido la escuela rural. Lo expuesto es una mínima dosis de los importantes aportes de los informantes.
Finalmente, dejamos constancia de nuestra gratitud, por la publicación del libro, a dos dependencias de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Por una parte, al Sello Editorial de Vicerrectorado Académico que lo produjo en versión digital en junio del presente año. También nuestra gratitud al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico, Tecnológico y Artístico por el auspicio de la investigación.
Si alguien desea conocer más antecedentes sobre la escuela que fue, lo invitamos a visitar el siguiente link:
http://bdigital2.ula.ve:8080/xmlui/handle/654321/11921
Es muy importante esta investigación para comprender los comienzos de una educación autoritarista, violenta, que enseña a través del castigo y que explica nuestros actuales problemas.
ResponderEliminarExcelente poder ver esta publicación, de cuya investigación forme parte junto a la profesora Raquel Vento de Faces, que por algunos motivos hacia el momento de querer sistematizar el escrito para su publicación no hubo acuerdos y lamentablemente nos separamos como equipo de investigación. Mis felicitaciones para el profe Donoso por regalarnos este producto, valió la pena el tiempo invertido reflejado en este escrito
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