viernes, 22 de enero de 2021

La atención de la salud en la Mérida de ayer hasta la república en 1936

                                                                                           Foto (*)

Roberto Rondón Morales 

I.- Durante el Estado Natural,no hubo instituciones responsables de la salud pública e individual.   El enfermo, sujeto de una demonización o castigo divino,  era atendido por parientes y amigos en el domicilio con criterio de auxilio mutuo o sentido gregario, o se recurría al brujo o chamán. La observación de la naturaleza permitió determinar propiedades curativas de plantas y minerales.


II.-Desde finales del siglo XV, hubo  un encuentro entre el Estado Natural aborigen y el Estado  Absolutista español.  Juan Rodríguez Suárez como todos los conquistadores, reglamentariamente  debía acompañarse de físicos, boticarios y herbolarios, lo que no ocurrió. Sí lo acompañó Alonso o Rodrigo de Adrada, primer fraile dominico en  Mérida, y según ellos, los últimos en irse en 1837 (Fr. Rangel, Faustino. 1967).  

El absolutismo  no se responsabilizó de las prestaciones de  salud. La atención a los pobres la  atribuyó a la Iglesia, que lo hizo en hospitales y hospicios para esta población,  financiados con limosnas, obras pías, capellanías, diezmos; dirigidos  con criterios de caridad cristiana, atendidos por personas caritativas y para aislar a los  enfermos pobres y ayudarlos a buen morir. 

En relación a los indios, y a pesar del desinterés de la Corona por la salud en la Colonia, en  1620 emitió en Mérida, España una Ordenanza  para que “El Consejo de los Naturales y Encomenderos, Mayordomos y Calpixques de dichos departamentos, cuiden de la salud de los indios, las enfermedades y sus convalecencias, que sean bien dotadas y administradas las medicinas, bajo la responsabilidad de los Encomenderos, en tanto haya hospitales”.Estos en Mérida, debían pagar por la atención de los indios dedicados a la  siembra, deshierbe, recolección de frutos, o como gañanes, ovejeros, porqueros, cabreros o arrieros (Parada, Ana. 1998), obligación  que siempre se incumplía.

Las personas pudientes eran atendidas, incluidas las intervenciones quirúrgicas,  en sus domicilios por los médicos, y se  pagaba por visita,  por año o por contrato. La atención de médicos a los pobres era gratuita.    En Mérida, se mencionan  dos médicos practicantes: Francisco Martín, soldado de Ambrosio Alfínger que huyó de las calamidades del clima   y de los animales del sur del Lago, y  llegó hasta Estánquez en 1530, donde residió y casó con indígena. En 1700, Martín de Urrutia, español graduado, quien murió ahogado en el río Motatán al realizar tareas de comerciante entre Mérida y Nueva Segovia (Chalbaud, Carlos. 2000). También se mencionan a los médicos Juan de Collazos en 1619, Francisco Díaz Subeiro en 1626 y Francisco Pérez Zambrano en 1629 (Briceño P, César. 2001).    

La falta  de médicos favoreció el curanderismo, el intrusismo y el ejercicio ilegal de la profesión por soldados y boticarios.  La hechicería y la ciencia andaban de la mano,  aunque prevalecía la primera. Por ello, el Cabildo de Caracas se responsabilizó del control del ejercicio médico, pero sólo fue en 1777 cuando se  creó el Protomedicato como autoridad de salud pública, para autorizar el ejercicio de médicos, entre otros los  formados desde 1763 en la Universidad Papal y Real de Santiago de  León de Caracas, donde se graduó José María Vargas (Archila, Ricardo. 1961).

 En Mérida, se iniciaron los estudios médicos en 1805 con el Dr. José María Unda, graduado en Bogotá, y hasta 1807  con el Dr. Manuel Palacio Fajardo, graduado en Mérida, que se clausuraron. Hubo  tentativas de reiniciarlos en 1837 y 1841, hasta que en 1854 sí se logró.  Los estudios médicos eran teóricos, sin disecciones, laboratorios ni hospitales. Se aprendían de memoria las lecciones de los profesores y textos de famosos clínicos franceses. Los estudiantes acompañaban a los médicos a las visitas y cirugías domiciliarias (Archila, Ricardo. 1961). El primer médico  graduado en Mérida, luego de la reapertura de los estudios fue Hemeterio Fornés,  en 1860 (Chalbaud, Carlos. 2000). 

LA SALUD PUBLICA EN MERIDA

La primera epidemia de viruela en Venezuela según Oviedo y Baños ocurrió en 1580 y se originó en  esclavos traídos de Nueva Guinea porque los barcos, pasajeros y tripulaciones eran los transmisores, y que apareció en Mérida en 1599. A esta epidemia, se agregó una de difteria crup en 1612  originada en el Orinoco, introducida por los españoles. (Archila, Ricardo. 1961). También hubo de tuberculosis en 1648 (Aníbal Osuna. 1974), sarampión, garrotillo, fiebre tifoidea y bocio. 

La colonización de Mérida no se circunscribió a  montañas  y  valles. La zona del sur del Lago de Maracaibo  se convirtió en una zona histórica por excelencia, que no sólo fue de tránsito hacia y desde el Lago, sino dedicada a grandes cultivos de cacao, por decaimiento de su producción en México y Centro América, y caña de azúcar, con  gran intercambio comercial luego de la fundación de San Antonio de Gibraltar en 1610, por donde se intercambiaban con los grandes centros económicos de la Colonia,  productos de las zonas altas, del pie de monte barinés y del nororiente del Reino de Nueva Granada, con celebración de grandes ferias comerciales. 

Los esclavos traídos a la zona procedían del Congo que transmitieron paludismo, dengue y fiebre amarilla,  convertidas en endemias que afectaron  a los aborígenes  y a los blancos en tal magnitud, que la zona fue conocida como la “Tumba del Hombre Blanco”, especialmente de los esclavistas portugueses. Fueron frecuentes las epidemias de lepra, cólera, vómito negro, tifus, viruela, rubeola, sarampión, varicela, escorbuto, disentería, el bicho, la oftalmía y la culebrilla, llamadas en Europa “enfermedades coloniales o exóticas”. Debido al tipo de trabajo esclavo, fueron frecuentes mancos de las manos, mutilados de dedos, cojos, lisiados de pies y manos, tullidos, males todos que junto con los primeros,   los africanos aliviaban  con la medicina tradicional, calificada como hechicería y prohibida por los blancos. No obstante, se probó la gran utilidad de la herbolaria, además que los Jesuitas y Clarisas, dueños de grandes haciendas cacaoteras, proveían medicamentos de sus boticas. (Ramírez M,  Luis. 2010). 

 No hubo políticas, estrategias ni programas de salud públicapor lo que las decisiones de los Gobernadores  se tomaban cuando aparecían las epidemias que aparte del contagio, otras se explicaban por  teorías miasmáticas de  enfermedades que se producían al respirar el aire o consumir el agua de pantanos donde morían los zancudos que liberaban formas para reproducir las enfermedades. Se explicaban por causas naturales, telúricas y cósmicas, que generaban “un cierto genio epidémico” que inducía la enfermedad, lejos estaba de ser aceptada la teoría insectil para la transmisión de ciertas enfermedades  (Neghme, Amador. 1987). Por ello, entre las medidas sanitarias aparte de las cuarentenas,   se hacían   tratamientos especulativos por médicos,     dietas,  zumos de vegetales,  y las rogativas públicas.

Como elemento importante para  la salud de la ciudad merideña, el agua se surtió desde el rio Milla, donde se tomaban “pajas de agua”, equivalentes a 2cm3 por segundo. Se trasportaba por cañerías especialmente para los conventos. Debido al crecimiento de la ciudad hacia el noroeste, los ciudadanos tomaban clandestinamente agua de estas cañerías, creando conflictos. En 1800, se colocó un conducto para una fuente pública de agua en la Plaza Mayor  (Ramírez M, Luis. 2005).

Debido a las repetidas epidemias en Venezuela,   se creó en los años 1815, una Oficina de Salud Pública en Caracas, con poca proyección y efecto hacia Mérida porque aquella ejercía funciones sobre todo en los puertos marítimos y fluviales.

MERIDA REPUBLICANA AUTORITARIA

 III.-A partir de 1821, el Estado Absolutista dio paso a un Estado Republicanoque  iniciógestiones para responsabilizarse de programas y financiamiento de la salud. En legislación de 1821, la Gran Colombia otorgó a los Municipios “la responsabilidad de la política de salubridad, aseo y comodidad”. En 1825, se  crearon  Juntas de Salubridad principales en las capitales de Provincias y subalternas en las parroquias  para “atajar las catástrofes en caso de epidemias y restablecer la salud pública”, pero no había organismos con poder, eran pobres en recursos y sin entrenamiento  para  cumplir este compromiso.  El único apoyo eran los hospitales caritativos creados durante la Colonia y disposiciones del Ayuntamiento y Municipios sobre servicios públicos y otras medidas.

En efecto, en la Ley de 1823 sobre Organización de los Ayuntamientos, y específicamente en el artículo 47 sobre la Organización y Régimen Político, se atribuyeron ocho funciones a los Cabildos, entre ellas, el mantenimiento de los hospitales y hospicios,  antes en manos de la Iglesia, lo que comprendió a los Hospitales de Caridad San Juan de Dios  y de Lázaros de Mérida.

Según Hancer González, el 20 de octubre de 1823, el Municipio Merideño  se preocupó por el deterioro de la cañería que surtía  de agua a la ciudad, ya que aun los deterioros del terremoto de 1812 no se habían subsanado en su totalidad.

El 27 de mayo de 1824, el Ayuntamiento Merideño señaló que una de las principales responsabilidades de los Municipios era la salubridad de los pueblos, y que debían construirse “caneyes” con el nombre de “Majestad de Lazarinos” para los enfermos de ese mal. De otro lado, los funcionarios debían hacer visitas sabatinas a la cárcel, al hospicio y a la escuela.  

El 3 de febrero de 1826, el Municipio recibió un oficio del Gobernador de la Provincia de Mérida solicitando la colaboración para la creación de cementerios o campos santos en varias parroquias, y para ordenar  a los curas párrocos que no enterraran más a difuntos en las iglesias y conventos y sus alrededores por el riesgo de infecciones y de malos sepultureros, lo que  se incumplía a pesar de una orden en tal sentido emitida por Reales Cédulas desde 1804 y otra  promulgada por Simón Bolívar en 1818. Igualmente, se responsabilizó de esos cementerios a los alcaldes pedáneos.

El 23 de setiembre de 1826, en Mérida se emitió una orden para retirar de la calle a los perros de presa del párroco que ponían en peligro a las personas,   así como a cerdos que deambulaban por la calle, esto bajo protesta de sus dueños. Igualmente, se solicitó para garantizar la alimentación de las personas,  tomar medidas para controlar los precios en ventas públicas, especialmente de las carnes, y de otros artículos independientemente  del origen, así como vigilar las pesas y medidas para evitar fraudes a los compradores (González, Hancer. 2011).

En 1827, las competencias de salud pública en Venezuela las otorgó Simón Bolívar  a la Facultad Médica de la  Universidad de Caracas “para impedir los contagios de enfermedades transmisibles en las ciudades, campamentos y navegaciones e impedir la propagación del mal” (Ildefonso Leal. 1963), con pocas repercusiones en Mérida donde los estudios médicos no se habían reiniciado.

En 1830, había tres instituciones  hospitalarias  en Mérida: el Hospital de la Orden Tercera, el de Caridad San Juan de Dios y el de Lázaros (Guerra F, Pedro.1975).

En 1848, el Gobernador de la Provincia de Mérida Don Encarnación José Morales le concedió el título de  “Médico Interino de la Ciudad” a José María Osorio por la “falta de facultativos en la Provincia... a la vez que son notorios los conocimientos médico quirúrjicos del nombrado, i la esmerada asistencia que presta a los enfermos”. Ejerció el cargo a partir de 12 de agosto de 1848….”Debiendo desde hoy el nombrado encargarse del medicato del hospital militar” (Andrade, Silvia. 2014), posiblemente el nombre con que  se conoció el Hospital de Caridad San Juan de Dios, que debió  atender heridos militares por no haber otra institución.

Había reclamos sobre las condiciones sanitarias en Mérida expresadas en la prensa local. “A pesar de un clima benigno, con temperaturas diarias parecidas a las cuatro estaciones,  había una gran cantidad   de sarampión y zancudos. El cementerio civil era insuficiente, sólo para 40% de sus 20.000 o 22.000 habitantes. No había servicios municipales de basuras. Se mandaba a los sirvientes perezosos a botar la basura en “La Barranca”, las cuestas  de Mérida que caen al río Albarregas. A veces, la tiraban en la calle y las otras al rio, donde tomaban agua La Punta, Ejido, Llano Grande, La Pedregosa”

“Es una ciudad que con todo no sufre epidemias graves,  aun cuando sí hay casos de tifus”. ”El agua se provee de ríos, acequias, pantanos, solares, manas y calles”. “Había epidemias que aquejaban a la ciudadanía de pujos, disentería,  fiebre, catarros, ataques al  hígado y al pulmón”.

“El uso del kerosén  trae enfermedades neurológicas y catarros. Al dejar las lámparas prendidas, sufren oftalmías, y se acumula el negro en el borde de la nariz. Lo mejor es volver al uso del aceite de coco, corozo,  tártago, cacao y las grasas de res y cerdos. Hay un alumbrado puro y brillante con aceite de aguacate. Cultívelo, que además da sombra para el café”.

Eran frecuentes las epidemias de viruela y sarampión, y se tomaban las decisiones del caso: Un Decreto del Secretario General del Estado, del 26 de agosto de 1875, indicaba al Jefe del Departamento Libertador que “informara que había una invasión de sarampión y viruela, y que ordenara a las Oficinas de Salubridad que detectaran las vacas de las que se pueda sacar el pus  y participar a Salubridad. Llevarlas a la Plaza Bolívar donde serán sometidas a reconocimiento de los facultativos para obtener el antídoto mientras el gobierno lo obtiene del exterior (La Actualidad 1874-1876).

IV.-  Sobre las escasas autoridades de salud y sobre los médicos en ejercicio, algunos de los cuales estudiaron en Europa,  influyeron dos corrientes de pensamiento en la segunda parte del siglo XIX traídas a Venezuela por el Partido Liberal y sus gobernantes, que repercutieron en los graduados entre 1890 y 1891,  Luis Burgoin, Pedro Luis Godoy, Miguel Castillo, Foción Febres Cordero, Antonio Justo Silva, Pedro Vivas, Francisco Chaparro, Napoleón  Febres Cordero, Ernesto Delgado, Lucio Oquendo, Francisco Ureña, Sixto Cárdenas y Francisco Vicente Gutiérrez. Antes,  entre 1860 y 1890, se graduaron  25 médicos (Chalbaud, Carlos. 2000). 

1.- Desde Inglaterra, el liberalismo económico planteó la irresponsabilidad del Estado en relación con la seguridad social y la salud de la población. Estos asuntos debían ser abordados por los propios individuos, y más aún por la sociedad  mediante la filantropía. Esto  indujo una importante participación de médicos y sociedad  en el manejo de asuntos de la salud en Mérida. El Hospital de Caridad  fue ahora dirigido   por grupos de laicos y por la filantropía y la beneficencia. Siguiendo esta orientación,  entonces fue  común la constitución en la ciudad de Mérida de  Comisiones de Ciudadanos contra determinados problemas de salud mediante las denominadas Ligas, ahora Fundaciones: Contra la Tuberculosis, Mocezuelo, Peste Bubónica, Paludismo, Alcoholismo, Morfinismo, Plagas y Contagios, Accidentes y Vicios que amenazaban a la población. El 14 de enero de 1904, se fundó en Mérida la Liga Antituberculosa,  en 1915, se creó la Casa de Misericordia en Mérida auspiciada por la Sra. Juana  Pérez de Parra Picón como asilo para huérfanas regentada por las Hermanas Franciscanas. En 1922,  se estableció el Asilo para Huérfanos de San José de la Sierra en locales donados por la señora Josefa Salas de Salas y dirigido por las Hermanas de la Caridad de Santa Rosa de Lima, ahora Dominicas. En 1925, la Gota de Leche y en 1935, la Cruz Roja Venezolana.

 Se propuso la construcción  de un nuevo hospital filantrópico  para  la atención de niños en Mérida por el Dr. Diego Carbonell, el Hospital Canónigo Uzcátegui  que no prosperó. En el mismo sentido, estimuló el funcionamiento de la Sociedad Unión Protectora para atender la salud de campesinos y pobres, que jugó un papel muy importante durante la epidemia de Gripe Española de 1918, de cuyo Comité de Lucha formó parte (Spinetti B, Mario. 2000). 

2.- De otro lado,  el positivismo francés y las teorías microbianas de Louis Pasteur y de antisepsia de Lister impactaron la formación científica, ahora anatómica y clínica y fisiopatológica  de muchos médicos venezolanos, incluidos merideños en el exterior que luego renovaron la medicina venezolana, aún  con grandes restricciones y limitaciones. Igualmente desde 1848, los médicos alemanes después de una epidemia de viruela en Silesia,  lucharon para que la salud de la gente fuera una responsabilidad del Estado, se considerara que las condiciones económicas son un factor importante en la generación de la enfermedad y que se deberían tomar medidas para prevenir y curar enfermedades a la vez.  Esto dio pie   para las primeras decisiones sobre la salud pública bajo responsabilidad del Estado desde fines del siglo XIX. No obstante, las políticas y programas de  salud pública se   concentraron  en Caracas por ser sede de los poderes públicos,  empresas  nacionales y por  la proximidad a los puertos marítimos y fluviales, ejes del transporte de carga y personas

En señal  de la participación del Estado en la salud pública,  en 1899 se creó la Dirección de Higiene, Estadísticas y Demografía con agencias en Mérida. Igualmente, bajo la coordinación  del Dr. Luis Razetti,  una Dirección para Inspección General de Hospitales, incluidos los de Mérida. Se hizo obligatoria la denuncia de enfermedades contagiosas y se empezó a desarrollar la ingeniería sanitaria para la higiene en las calles, plazas, viviendas, escuelas, telares, mercados, expendios de medicamentos, hospitales, leproserías, manicomios, cementerios,  templos, acueductos, cloacas. Se desarrollaron Laboratorios de Parasitología y Bacteriología (OPS. 2003), con enseñanza en las Facultades de Medicina de Caracas y Mérida.

En 1903, el Dr. Ramón Parra Picón fue Presidente de la junta de Sanidad del Estado Mérida responsable de estas funciones. (Spinetti B, Mario. 2000).

Como parte de las obligaciones gubernamentales relacionadas con la salud pública, en 1907 el Gobierno de José Ignacio Lárez construyó un acueducto desde el río Albarregas  pasando por la hacienda La Isla de su propiedad,   y atravesando el rio Milla  por un puente de cal y canto todavía existente. Luego, el Presidente del Estado General José Rufo Dávila construyó un acueducto nuevo entre 1927 y 1929 (Salas, Marcos V. 2008). También se construyó un sistema cloacal en la ciudad de Mérida en  1929 como parte de un Programa de Rehabilitación llevado a cabo por el General Juan Vicente Gómez previo al centenario de la muerte de Simón Bolívar.

Los Hospitales y el Lazareto de Mérida se adscribieron  en 1911 a la Oficina de Sanidad Nacional que dependía directamente del Presidente de la República, y que fue la simiente del futuro Ministerio de Salubridad y Agricultura y Cría  creado en 1930.  Este Ministerio estableció en Mérida una Medicatura para mejorar la lucha contra las enfermedades, controlar el ejercicio profesional, narcóticos, alimentos, ingeniería sanitaria, laboratorio de Bacteriología y Parasitología, anquilostomiasis, leproserías, inspección de farmacias, servicios de puericultura. Este Ministerio luego fue transformado en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en 1936.

En 1923, por  normas nacionales, se elaboró en Mérida  un  Reglamento sobre las Casas de Vecindad.

 En 1927, el Concejo Municipal de Libertador decidió construir un cementerio general para la ciudad en El Espejo, antes administrado  por  una cofradía religiosa.

En el rectorado del Dr. Cristóbal Reyes entre 1933 y 1934,  se puso en funcionamiento un Servicio Público de Atención  en Salud en la Facultad de Medicina para prácticas de los estudiantes.  

Eran frecuentes las epidemias de tifus, entre ellas una en 1917. Por ello, a  principios de 1930, los Drs. Carlos Salas y Jesús Moreno enviaron muestras del agua de consumo a Bogotá,  donde identificaron una carga de bacterias  tíficas, lo que conllevó a la recomendación al Dr. José Rafael Dávila, Presidente del Estado  para la construcción de un nuevo sistema de cloacas en 1934 (López G, José R. 2005).

LA ACTIVIDAD PRIVADA  DE SALUD 

En la Colonia, los muy  escasos  médicos ejercieron su profesión mediante visitas domiciliarias que incluyeron  intervenciones quirúrgicas ya que los hospitales y hospicios eran para aislar enfermos pobres y ayudarlos a buen morir, asistidos por personal caritativo no médico. 

A  partir de finales del siglo XVIII se inició un proceso de medicalización de los hospitales y su conversión en sitio para la curación de enfermedades, lo que ocurrió por la concurrencia  de una serie de factores (Michell Foucault. 1978). Este proceso llegó tarde a Venezuela,  luego de la declaración de la independencia.  Esto coincidió con la reapertura de los estudios médicos en 1854 y con el egreso de grupos de profesionales  de la Universidad de Los Andes, que actuaban en los domicilios, ahora en clínicas particulares y  también en el Hospital de Caridad, convertido en hospital militar durante las guerras, y hospital  civil en las otras ocasiones por la lejanía de Caracas.

Algunos médicos merideños tuvieron formación  en Europa donde concurrían dos corrientes en relación a la salud: La irresponsabilidad del estado y el deber de asumirla por   la  filantropía, predicada por el liberalismo inglés, y  la responsabilidad por parte del Estado de acuerdo al positivismo francés y la sanidad alemana, por lo que actuaron entre  estas dos corrientes. 

Además de las  consultas en los domicilios de los pacientes,   debían ir a lugares apartados de Mérida para realizar visitas a poblados en viajes a caballo, a cualquier hora del día o de la noche, por malos y desconocidos caminos, cruzando ríos y torrenteras, quebradas, barrancos, alturas que los obligaba a entrenamientos en alpinismo y equitación (Parra D, Alvaro. 2000).

 Realizaban intervenciones quirúrgicas, aplicando anestesia con cloroformo en el Hospital de Caridad,  bajo dirección oficial,  como anastomosis de intestino delgado, aneurismas femorales, cálculos biliares, que luego hicieron  en el Hospital Los Andes a partir de 1936. Se destacaron desde 1869 como cirujanos y primeros obstetras, los Drs. Ramón Parra Picón, Pedro Rojas y Pedro Luis Godoy. 

Colocaban avisos en la prensa local anunciándose “como médicos cirujanos generales. Enfermedades de vías urinarias. Partos. Operaciones de alta y pequeña cirugía sin dormir al enfermo. Anestesia con inyección raquídea. Laboratorio. Dirección de la Clínica. Noroeste de la Plaza Bolívar al lado del Hotel Central”. Dos hijos del Dr. Francisco Fonseca Delgado especializados en Alemania, en la segunda década del siglo XX, establecieron laboratorios y servicios de rayos X. 

En las boticas, entre otras El Porvenir del Dr. Ramón Parra Picón, Vencedora de los  hermanos Mario y Francisco Valeri Pavolini, Botica y Droguería de Salud de Adolfo Briceño Picón, Botica Barata de  Dr. Manuel Fonseca, luego de Pablo Emilio Uzcátegui, Central de Juan Pablo Franco, La Sierra de Gabriel Febres Cordero, Francia de Enrique Burgoin, Principal de Ramón Rojas,  se preparaban fórmulas magistrales indicadas por los médicos, pero vendían además  “productos naturales importados para curar parasitosis, infecciones, fiebres palúdicas, blenorragia, sífilis, tisis, hidropesía, almorranas, reumatismo, tuberculosis,  dolor de riñones, afecciones de las vías respiratorias, sanguijuelas, bubones de la peste, fiebre amarilla así como inyecciones, jarabes, vinos y cápsulas”. 

En 1887, Monseñor José  M Jáuregui hizo una lista de plantas medicinales utilizadas en la terapéutica (Jáuregui, M, Jesús. 1984).

Con la conformación del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social al inicio de la República Democrática en 1936, el Estado asumió plenamente la responsabilidad por la salud pública en ambulatorios rurales con las Medicaturas Rurales, sólo bajo dirección técnica del MSAS  y urbanos, incluyendo las Unidades Sanitarias; y hospitales, mediante la asistencia social con financiamiento fiscal, y la seguridad social con financiamiento contributivo de patronos y trabajadores. A partir de la República Democrática, las Gobernaciones de Estado crearon Direcciones de Asistencia Social, entre otras funciones,  para encargarse administrativamente de las Medicaturas Rurales y de Centros de Higiene en las ciudades. Otro tanto hicieron algunos Consejos Municipales (Rondón, Roberto. 2007).

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

Fr.  Rangel, Faustino. Los Dominicos en Mérida. Litografiado. Mérida. 1967.

Parada, Ana. Pueblos de indios en la Provincia de Mérida. Su evolución 1558 a 1657. Consejo  de Publicaciones de  la ULA. Talleres Gráficos Universitarios. Mérida. 1991.

Chalbaud, Carlos. Compendio de la Historia de la Universidad de Los Andes de Mérida de Venezuela. Talleres Gráficos Universitarios. Mérida. 2000.

Briceño P, César. Pasado de la medicina  en el Estado Mérida. Memorias XIV Congreso Venezolano de Ciencias  Médicas. Academia Nacional de Medicina. Editorial Venezolana. Mérida. 2001.

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Osuna, Aníbal. La viruela en la Colonia. II Congreso Venezolano de Historia de la Medicina. Revista de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina. Vol. XXII. No. 36. Tipografía Escuela Técnica Popular Don Bosco. Caracas. 1974.

Ramírez M, Luis. La tierra prometida del sur del Lago y la villa y puerto de San Antonio de Gibraltar. Siglos XVI y XVII. Colección Historias. Fundación Editorial El Perro y la Rana. Caracas. 2010.

Neghme, Amador. Precursores de la Medicina Hispanoamericana. Segunda Expedición Botánica. FEPAFEM. Impresora Guadalupe Ltda. Bogotá. 1987.

Ramírez M, Luis. De  la Piedad a la Riqueza. Convento de Santa Clara de Mérida 1651 – 1874. Archivo de la Arquidiócesis de Mérida. Formas Gráficas Quintero. Mérida. 2005.

González, Hancer. Mérida después de la guerra. Consideraciones sobre la gestión de gobierno del Cabildo Republicano.  1823-1826. Editorial El Lápiz. Mérida. 2011.

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Guerra F, Pedro. La dermatología en Mérida. Talleres Gráficos Universitarios. Mérida. 1975.

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Spinetti, B, Mario. Médicos Rectores de la ULA. Ediciones del Rectorado. Talleres Gráficos Universitarios. Mérida. 2000.

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Jáuregui M, Manuel. Apuntes Estadísticos del Estado Mérida. 1887. Imprenta del Estado. Mérida. 1976.

Rondón M, Roberto. La salud en Venezuela y sus tiempos. Fundación Universidad Metropolitana- Rectorado  de la Universidad de Los Andes. Talleres Gráficos Universitarios. Mérida. 2007. 

(*) Foto del antiguo acueducto de Mérida en la Hacienda La Isla

 Mérida,  Enero de 2021.

                                                                                      

 

 

 

 

 

 

 

 

  

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