Palacio de las Academias (Caracas)* |
El jueves 18 de
febrero de 2016, la Academia Nacional de
la Historia hizo entrega del Premio Francisco González Guinán 2015, a Luis
Ricardo Dávila[1].
No estuvimos
presentes pero nos llegó el discurso pronunciado y queremos hacer una nota para
este blog que recoja, lo expresado allí, lo
más fielmente posible.
Profundo el
pensamiento del homenajeado, pero además expresado en forma clarísima. Difícil
el tema de verdad e imaginación histórica. (Ya en otra oportunidad he
tenido la suerte de presentar a Uds. análisis del autor relacionados. Ver:
http://comoenboticadehumberto.blogspot.com/2015/02/imaginarios-sociales-y-merida.html).
Si algo caracteriza el trabajo de LRD es su continuación en
el tiempo. Por ello comienza expresando que no se puede desdecir de sus
aseveraciones pasadas sobre el tema.
Dos líneas se trazó entonces. La primera una reflexión sobre
conocimiento
histórico, verdad y poder. La segunda para resaltar lo que él denomina el
tiempo
psíquico, desde la poesía y la literatura, en relación con el quehacer
del hombre en el tiempo.
Comenzó lo primero expresando que: “la imaginación histórica es un tema que no debe
espantarnos”. Ciertamente, en los últimos tiempos es un
aspecto que ha concitado muchas reflexiones.
Así, junto con los materiales del historiador comúnmente presentes en su
trabajo existen al menos tres realidades que también influyen: la “imaginación visual, la imaginación
metafórica y la imaginación temática”.
La conjunción de este mundo imaginativo triple, con las fuentes con que
trabaja el historiador están haciendo que se abra una nuevas perspectiva para la producción histórica. Y dice el
autor: “se pasa del plano de los contenidos descriptivos al de las formas
del pensamiento histórico y, dentro de éste, del plano de la lógica al de la
retórica, para exponer los resultados”.
En esa compleja indagación que nos propone LRD acota: “Mi intención,
entonces, no es tanto tratar con el problema de la verdad del tiempo histórico,
sino con el problema del narrador de la
verdad histórica y la forma como esa verdad es contada, es construida.” El
papel fundamental recae en el hacedor de esa historia, la escrita, la plasmada.
Y por esta via llega al poder político: “¿Quién está capacitado para indagar
sobre la verdad histórica? ¿Acerca de qué trata esa verdad? ¿Con qué
consecuencias y con qué mecanismos se relaciona con el poder?”.
Todo lo anterior, que puede mirarse con un nivel de abstracción
absoluta, lo explica cuando analiza aspectos de la obra de Francisco González
Guinán y de la presentación de –diríamos nosotros- las ejecutorias del hegemón máximo del siglo XIX: Antonio
Guzmán Blanco.
En esta parte se evidencia en grado sumo la valentía de quien discurre.
Muestra en aspectos de la obra de González Guinán al personaje con sus bondades y sus
pequeñeces, para decir lo menos. Y es
que desea llamar la atención de la compleja relación entre el poder político y los
historiadores, afirmando: “quede
claro que la historia es sólo el medio de registrar estas acciones en el tiempo
y no de justificarlas. Esto no parece ser entendido fácilmente ni por los
hombres de poder, ni por los historiadores. Por el contrario, los últimos se
obstinan en ganar los favores de una causa; mientras que los primeros reclaman
escrupulosidad siempre y cuando la narración histórica no les favorezca.”
Sigue ampliando – LRD- la
explicación al asegurar: “las palabras justificadoras del
historiador que cree estar narrando los hechos sin otro interés que el apego la
luz y a la verdad, se engalanan con los mejores ribetes retóricos. Allí ocurre
ese desplazamiento que aludimos anteriormente: de la lógica a la retórica.”
Reitera, desde otra vertiente la
relaciones entre el historiador –y su labor-
y el poder político, al mostrar
la diatriba entre el mismo González Guinán y Juan Pablo Rojas Paúl, el
presidente que desbancó al guzmancismo. Así, Dávila afirma: “Al final de cuentas,
la nuez del asunto es la relación entre realidad (“los hechos tales como acontecieron”)
y ficción, fantasía o imaginación (“la presión de nuestros afectos”). No hay
grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso.
¿Hasta qué punto ese “leal tributo” a la
verdad no es tal cosa, es materia de la traicionera fantasía, de la desatada
imaginación o de los más disímiles afectos?”
Inmensa disyuntiva para el investigador social, para el historiador,
para el economista, para el investigador en el elusivo mundo de las ciencias del espíritu: ¿se llega a la verdad o a la fantasía de la imaginación?: “Pero la auténtica verdad es que en el saber humano no hay tal cosa como una
verdad única. Todo depende del cristal con que se mire la realidad, de las
posiciones desde donde se observe y se ejecute la narración.” El centro de la labor está en la búsqueda y allí residen los mejores resultados. Es categórico, LRD: “Es el camino lo que anima el andar. La tarea es la búsqueda...”
¿Es la historia el artilugio para entender el pasado y abrirse a un
futuro promisor? Pues aquí también Dávila cuestiona esa aseveración tan
comúnmente sostenida por muchos. Él propone que, tal como la literatura y la
poesía hay que dejar que se articule un compromiso entre el historiador y quienes reciben su
trabajo. “Así nos lo enseñan ciertas artes, entre ellas la poesía que no es
otra cosa que una sucesión de preguntas que el poeta va haciendo a la realidad.
Cada poema, cada verso es una solicitud de claridad, una interrogación; y la
respuesta es tácita, pero también sugestiva, y se la da el lector con su
lectura, a través del tiempo.”
Ante estas dos exigencias de lo que debe ser la labor de investigación
histórica el papel del historiador se complejiza. Y en la mejor forma de
expresarlo, lo torna en un combate. Así,
afirma: “Quien se dedica al estudio de nuestra
historia vive en un combate permanente con la comprensión de las cosas,
con el medio que contiene esas cosas y contra sí mismo.”
Presenta frases contundentes que
ilustran este calvario de intelectuales venezolanos que transitaron el camino
del combate por explicarse en lo individual y explicarnos en lo colectivo:
Rufino Blanco Fombona, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry y Arturo
Uslar Pietri, ente otros. Y aquí está
otra de las valentía del discurso cuando critica la historiografía venezolana.
Es más historias de hombres, biografías, que de pueblo. Más centrada en lo
militar que en la construcción colectiva de lo social. En fin, “planteando la falsa analogía de que somos y
seremos porque hemos sido.” Es grande y pesado la gesta independentista y en particular la figura de
Bolívar, para la historiografía venezolana decimos nosotros.
Y ello nos lleva a una tragedia como sociedad agravada cada vez más, en
tiempos recientes: “La actual crisis de la nación y de la sociedad en su
conjunto no significa el fin de una tradición, sino el fin de toda tradición,
particularmente el fin de la tradición republicana fundada en la separación de
poderes, en la libertad… la propiedad y la igualdad, garantizado
todo por el libre ejercicio de la Soberanía popular.” Por ello propone que la función de la labor
historiográfica debe ser: “Pensar la
vida y asumirla con inteligencia, gozo y grandeza de objetivos con su innegable
proyección en la cultura universal, este es el reto de la imaginación histórica
en estos aciagos momentos.”
En fin, junto a lo complejo de los temas tratados, pero a la vez la
sencillez y claridad de la escritura, como a la valentía de abordar obras y
aspectos de la historiografía venezolana con crudeza, deja un camino por andar
que resulta una invitación a estimular la creatividad y la imaginación en el trabajo
académico, por entender a Venezuela como pueblo. No es poca cosa.
Notas
[1]Luis
Ricardo Dávila (Mérida-Venezuela 1953): Economista por la ULA (1978). Maestría
(1983) y Doctorado de Tercer Ciclo (1986) en Francia y PhD (1996) en Inglaterra.
Profesor de planta en la ULA y profesor invitado en universidades de EEUU,
Europa y América Latina. Sus áreas de docencia e investigación han sido 1. ECONOMÍA
POLÍTICA (PREGRADO) 2. ANÁLISIS POLÍTICO (PREGRADO) 3. POLÍTICA
LATIONOAMERICANA (PREGRADO) 4. PENSAMIENTO
POLÍTICO (PRE- Y POSTGRADO) 5. ANÁLISIS DEL DISCURSO POLÍTICO(POSTGRADO) 6. CULTURA
IBEROAMERICANA(POSTGRADO) Ver en: http://saber.ula.ve/dspace/bitstream/123456789/8224/1/ldavila.pdf
.
El jurado del Premio González Guinán entre otras
consideraciones indica que la obra de Luis Ricardo Dávila “… cubre temas
relevante de la historia venezolana en el campo de la historia de las ideas
políticas, la historia de la cultura y la biografía, en los dos siglo de
historia republicana”. Ver en: http://comoenboticadehumberto.blogspot.com/2016/02/premio-gonzalez-guinan-2015.html
(*) Foto tomada de: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/2/29/Palaciodelasacademiascaracas.jpg/250px-Palaciodelasacademiascaracas.jpg
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