domingo, 8 de febrero de 2015

Imaginarios Sociales y Mérida

Luis Ricardo Dávila ofreció  una muy interesante conferencia en la Maestría de Estudios Sociales y Culturales de Los Andes, que se dicta en la Facultad de Humanidades y Educación de la ULA, con el título de: Universos Simbólicos de la Cultura Contemporánea, Representaciones Colectivas e Imaginarios en los Andes.


Al neófito puede parecer  que es un tema abstracto y profundo. Y, ciertamente, lo es.  Pero, en una amena conversación, con quienes fuimos su auditórium, nos paseó por los aportes de una serie muy amplia de pensadores  de las ciencias del espíritu, humanas o sociales que han tratado sobre los imaginarios sociales.

Inicialmente se propuso discutir la problemática de la “cientificidad” de estas producciones humanas, es decir de las llamadas ciencias sociales. ¿En qué medida se puede aseverar la verdad de lo social y cuál es la relación con la ficción?  Con ello sentó las premisas para problematizar, sí: “¿Existe en las Ciencias Sociales la posibilidad de encontrar una identificación mediante leyes o mediante formulaciones matemáticas, del sujeto y el objeto, o simplemente la verdad en este ámbito tiene un carácter performativo o discursivo, como lo llamaría Michel Foucault?”

Por medio de textos de muy disímil origen (Ricardo Piglia, Albert Einstein, reflexiones sobre la Venezuela de hoy, Ortega y Gasset, Wright Mills, entre otras fuentes) mostró la línea difusa  entre lo que somos capaces de percibir y aquello que socialmente tiene legitimidad y verdad. De éste último autor, Ortega y Gasset, utilizó el conferencista, una afirmación sobre la distinción entre el pensamiento común y la labor científica, cuando expresó: “Mirar es recorrer con los ojos lo que está ahí; pero conocer es buscar lo que no está ahí.”  O cuando Einstein, el paradigma del pensador científico del siglo XX, aseguró: “La cosa más hermosa que nosotros podamos experimentar es el misterio. Este es la fuente de todo arte y ciencia verdadera”.

Así, en la primera parte de la conferencia quiso dejar sentado que: “Es la naturaleza del propio objeto de reflexión y estudio la que origina en la respuesta una sensación de que siempre algo falta, que es posible leerlo de manera diferente, que puede ser de otra forma o que aún “algo sigue sin verse”. De allí la particular naturaleza de las ciencias sociales.

Destacó el conferencista una interesante y actual confrontación cuando, toma de Foucault que la realidad social tiene carácter discursivo. En ese sentido, la realidad política debe buscarse en el discurso político. Pero, para  Marx y sus seguidores, lo social no puede ser dominio exclusivo del discurso. Para el genial autor de El Capital, las relaciones sociales de producción y en especial la dominación de una clase propietaria de los medios de producción, sobre otra solo dueña de su fuerza de trabajo, hace que la primera imponga la hegemonía cultural en la superestructura ideológica y política y ella defina "la verdad".  En desmedro del aserto marxista, Dávila insiste que la visión de la lucha de clases es sólo una parte de lo social. Usando a Foucault, sostiene que “el abuso de la obediencia” y no tanto la dominación o la opresión, es el concepto político fundamental de este pensador. Dávila por su parte sostiene que tan importante es el ejercicio de la dominación como las actitudes de servilismo  y sometimiento, para explicarse lo social.  Y se pregunta: “¿Por qué la mayoría obedece a una minoría? ¿Por qué la verdad de una minoría se impone sobre la verdad de la mayoría? De hecho, ¿existe una verdad de la mayoría? Y lo anterior tiene un correlato en el campo de la producción de saber y de la ciencia. Por ello se pregunta: “¿Qué hace a un texto político, literario, sociológico, antropológico, histórico o psicológico más verdadero que otro? “.

Allí es donde los imaginarios sociales cobran importancia fundamental para entender lo social. Así, argumenta sobre las particularidades de los imaginarios sociales, “son las principales formas de expresión de la inmaterialidad de la realidad“. Y los componentes del imaginario social, expresa Dávila, son: el mito, el universo simbólico y el discurso. No es extraño que en los primeros años del siglo XX, con lo aportes de Freud y Jung, se da explicación a la conducta individual y colectiva,  a la explicación del mundo real, mediante los aportes del concepto de inconsciente,  inconsciente colectivo y de los arquetipos. A pesar de los cambios  que se vivían en la sociedad occidental, argumenta Dávila:“contra la pretensión de la modernidad ilustrada y positivista, de erradicar el mito de la sociedad mediante la fuerza racionalizadora del progreso y  mostrar la imposibilidad de eliminar … la energía mítica en las sociedades modernas” alcanzó cotas superlativas.

El conferencista ofrece entonces algunas cualidades que le permite mostrar su naturaleza de argamasa social al mito: su polisemia; su anclaje individual humano y a la vez producido en  un espacio colectivo; su formato discursivo; las particularidades que asume  según el contexto en que exista; la doble lógica de permanencia  y dinamismo que tiene  en su capacidad simbólica  humana. Llegando a proponer “que los imaginarios sociales son una matriz  productora de lo simbólico. Y, los procesos intersubjetivos que fundan los imaginaros sociales tienen mucho que decir… en los mecanismos instituyentes de la sociedad y los sistemas simbólicos de la misma.”  Se explica entonces  que son también, “múltiples y variadas construcciones mentales socialmente compartidas de significación práctica  del mundo… destinadas al otorgamiento de un sentido existencial”. En fin, “el imaginario social es una respuesta plausible a la complejidad de la realidad social”.   Así mismo, su función es doble: “sutura los espacios sociales dislocados a través de la construcción de nuevos espacios de representación… (y a la vez) reconstruye…  la unidad de la sociedad mediante la absorción de cualquier demanda social y la universaliza de las demandas de grupos sociales particulares.”

Los mayores aportes a esta reflexión de los imaginarios sociales fueron formulados por la escuela francesa (E. Durkheim, G. Durand, G. Balandier, M. Maffesoli y C. Castoriadis). Pero también, más recientemente, hay otra tradición en construcción de origen Iberoamericana (J.L. Pintos, M.A. Baeza, E. & Coca, J.R. Hergué,  C. Sánchez Capdequi,  J. Beriain, A. Silva, N. García Canclini,  O. L. Bedoya, N. Pardo, B. Quiñonez, entre otros).  Pero, el carácter fundamental sobre el tema es, sin duda alguna,  del griego Cornelius Castoriadis (ver en particular: La institución imaginaria de la sociedad, 1975) quien expresa  que: “la sociedad no es un conjunto, ni un sistema o jerarquía de conjuntos (o de estructura). La Sociedad es magma y magma de magmas.”

Por su parte, Dávila lo resumen así: “Lo imaginario social existe como un hacer/representar lo histórico-social; la forma en que consigue ese despliegue de los histórico-social no es otra que a través de la institución de las condiciones instrumentales del hacer (teukhein) y del representar (legein).”  Seguidamente busca una síntesis de lo analizado  al expresar que: “El imaginario radical (Castoriadis, HRC) es entonces un fenómeno individual  antes que social, que se presenta relativamente libre e irreductible a cualquier racionalidad. Luego este imaginario individual pasa a ser social por la necesidad  humana de establecer relaciones sociales en su existir y se colectiviza no como una suma de imaginarios  individuales, sino gracias a condiciones históricas dadas y sociales para lograr ser instituidas.”

Queda allí con total claridad aquello de que la sociedad es magna de magmas, lo que da soporte  y sentido a lo humano social.  Y pasa seguidamente a explicar su otra cualidad: “El imaginario no tiene una única voz, una verdad fundamental, el imaginario habla desde la multiplicidad de voces, desde las probabilidades fundamentales, que resuenan dentro de las sociedades modernas.” Diríamos nosotros, lo único y lo múltiple, del pensamiento antropológico del siglo XX, hoy trasladado  dinámicamente, a las nuevas discusiones de lo social.

Para concluir esta nota y hacer referencia  a Mérida propongo leer a Luis Ricardo Dávila cuando expuso su Mérida Imaginada en donde traduce todo el andamiaje conceptual mostrado anteriormente, para mostrar una visión de su ciudad “una ciudad es menos lo que se parece a ella que lo que la diferencia de las demás. Una ciudad diferente, que se diferencia, es fuertemente imaginación, profundo deseo, un lugar imaginado. No se puede vivir en una ciudad como Mérida sin sentir una sobre excitación imaginativa”.[1]

Hay sin lugar a dudas un corte  de los imaginarios  sociales que acompañaron a la ciudad de Mérida y sus habitantes,  quizás desde su lejana fundación hasta  el final de la tercera década del siglo XX.  Fue el acucioso y detallista Tulio Febres Cordero quien ha mostrado en síntesis genial lo que fueron los rasgos singulares de la ciudad desde que se asentó frente a la Sierra Nevada en el siglo XVI hasta  las tres primeras décadas del siglo XX: “… era Mérida una ciudad sedentaria, de letrados, eclesiásticos y agricultores, en que abundan los misterios de románticas bellezas…   y los grupos de estudiantes andariegos…”[2]. 

Por nuestra parte, aseguramos: lo que caracteriza a Mérida hoy son otras cosas, mas afines con la contemporaneidad global, de la cual está también imbuida: el peso del aparato simbólico institucional, el cine y el espectáculo de los medios de comunicación y la noticia,  el peso de lo audiovisual, la inmediatez y lo efímero de los 140 caracteres del twiter o la velocidad de los contenidos culturales que nos llegan e intoxican cada segundo de nuestra vida actual. También la violencia, la protesta y el espectáculo  de creer que  las mayorías deciden en la ciudad, como insistentemente se afirma. O con una mayorías domesticada, haciendo inhumanas colas para comprar alimentos,  peleándose por un pote de leche o un rollo de papel “toilet”.  Pero, dejemos esto hasta aquí, para estimular la discusión. Agradecemos a Luis Ricardo Dávila  su exposición y habernos prestado sus notas (que aparecen entrecomilladas a lo largo del escrito que acaba aquí) para producir el texto que Uds. acaban de leer. 

    
 


Notas


[1] Dávila, Luis Ricardo (2012): “Mérida Imaginada. El secreto de nuestra psique y Viaje al Amanecer”. Discurso de incorporación a la Academia de Mérida como Miembro Correspondiente Estadal,  24 de octubre, p. 7-8.  Ver una reseña del discurso en: http://comoenboticadehumberto.blogspot.com/2012/11/merida-imaginada.html
[2] Febres Cordero, Tulio(1960): “Historia de un muchacho”. Obras Completas. Tomo VI,  Bogotá , Editorial Anatares,  pp. 248-251.

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