jueves, 24 de julio de 2014

Durham: de tumba a ciudad


Puede resultar curioso que el origen de una ciudad sea el lugar de sepultura de un personaje, por muy importante que éste haya sido.  La ciudad de Durham, al noreste de Inglaterra fue en sus inicios el sitio de la sepultura de San Cuthbert quien había fallecido casi dos siglos antes y su cuerpo, milagroso e incorruptible, era trasladado por un grupo de monjes de la isla de Lindisfarne, para darle sepultura. 
Se recoje en la leyenda de la fundación de la ciudad que, en cierto momento, los monjes no pudieron movilizar más el cuerpo y decidieron hacer tres días de oración y ayuno, para pedir al Ser Divino luces sobre dónde dar sepultura a San Cuthbert.  Al cabo de ese tiempo la revelación se produjo. Debían enterrarlo en un lugar denominado Dun Holm. Pero, al no saber dónde estaba el lugar quedaron en la misma ambigüedad. Fue  en ese momento cuando apareció una mujer quien les dijo que buscaba a su vaca parda que se le había perdido. Aseguró la mujer también, que la había visto por última vez en Dun Holm.  Entendieron los monjes que las palabras de la mujer eran una señal divina e identificado el lugar pudieron mover los restos del santo  y comenzar la construcción de una modesta iglesia para darle sepultura. Todo eso se dice que ocurrió en el 995 DC. Con el tiempo la ciudad fue creciendo alrededor de la iglesia y del posterior palacio del obispo como se conserva hasta la actualidad.