La semana pasada escuché en una emisora local una discusión sobre la perdidad de competitividad de Mérida como destino turístico en Venezuela. Quienes hablaban indicaron que era lamentable que se publicaran artículos en diarios nacionales, como el que mas adelante se presenta, pues luego de su lectura nadie vendría a Mérida.
Me interesé en el artículo y logré localizarlo en la WEB. Al leerlo concluí que el autor, a quien conozco, estaba haciendo referencia a una realidad que los merideños hemos vivido en los últimos tiempos. Es más, creo que en buena parte hemos sido complices, por acción u omisión de lo que pasa en la ciudad.
La gente no está viniendo a Mérida, pues todo lo indicado por el autor es cierto. Al contrario, vendría a Mérida si lo señalado fuera incierto. Sirva la lectura para tratar de hacer conciencia y opinión para luchar por tener una mejor ciudad (HRC).
Me interesé en el artículo y logré localizarlo en la WEB. Al leerlo concluí que el autor, a quien conozco, estaba haciendo referencia a una realidad que los merideños hemos vivido en los últimos tiempos. Es más, creo que en buena parte hemos sido complices, por acción u omisión de lo que pasa en la ciudad.
La gente no está viniendo a Mérida, pues todo lo indicado por el autor es cierto. Al contrario, vendría a Mérida si lo señalado fuera incierto. Sirva la lectura para tratar de hacer conciencia y opinión para luchar por tener una mejor ciudad (HRC).
| EL
UNIVERSAL
viernes 8 de junio de 2012
Hubo una época feliz y no tan remota en que pájaros de
todos los colores, y hasta alguna ardilla, venían a saludar a los vecinos en
sus ventanas algunas mañanas en las que, con un poco de suerte, la sierra nos
sorprendía con alguna preciosa nevada. La ciudad, más bien un pueblo grande en
el que "no pasaba nada", se despertaba y disponía a dedicarse a sus
actividades cotidianas. Actividades concentradas fundamentalmente en torno a la
Universidad de Los Andes, pujante y abierta, que recibía estudiantes de todas
partes del país y profesores de América y Europa, y que se encaminaba a ser sin
duda la mejor universidad de Venezuela. Esto, lo aseguro, no son exageraciones.
Yo lo viví.
Hoy lamentablemente la realidad es muy otra. Pronto lo
benigno del clima y del espléndido entorno atrajo gentes de todas partes que
querían echar raíces aquí. Ello creó las condiciones para una especulación
inmobiliaria que no respetó la delicada geografía del angosto valle. Numerosos
conjuntos habitacionales fueron construidos sin respetar las mínimas normas de
urbanismo. Quién y a cambio de qué se aprobaron y aún se aprueban esos
proyectos, es una buena pregunta. Sin embargo, esta densificación inevitable
vino acompañada de una falta de planificación, así como de la ausencia casi
total de construcción de obras de infraestructura importantes y efectivas que
acompañaran el crecimiento de la ciudad en los últimos años.
El caos vehicular, en una ciudad cuyos habitantes, como
en el resto de Venezuela, carecen por completo de cultura vial (tanto
conductores como peatones), tiene aquí sin embargo otro agravante. En Mérida
los disturbios y problemas de orden público son parte de la cotidianidad. La
cultura de la violencia se apoderó de casi todos los estratos de una
Universidad que debería ser ejemplo de civilidad, al punto de que cualquier
diferencia de orden administrativo se dirime en la calle a pedrada limpia y
caucho quemado antes de mediar siquiera palabra, creando casi con regularidad
semanal la anarquía y el caos en una ciudad que casi no tiene vías. Esto lo
soportamos a diario los ciudadanos con mezcla de indignación y resignación. A
ello debemos agregar los graves problemas de acceso a la ciudad, pues el
aeropuerto local dejó de recibir vuelos comerciales, y la carretera que
comunica con el aeropuerto más cercano presenta a menudo derrumbes e
interrupciones, lo que supone el aislamiento y el atraso en una ciudad que
pretende ser un polo académico y turístico. Así, hoy Mérida se encuentra más
lejos de todo que hace veinte años.
Finalmente, la ciudad no escapa al trastorno generalizado
de todos los servicios públicos que es común a todo el país. A los frecuentes
apagones y fallas en el servicio del agua y el gas debe añadirse el colapso del
servicio del aseo urbano en la que fue la ciudad más limpia de Venezuela, lo
que ha traído una peste de ratas, moscas e inmundicia en sus hoy pestilentes
calles. De esto último tanto el gobernador del Estado como el alcalde de la
ciudad, ambos candidatos a la gobernación y muy entretenidos en sus campañas,
se echan mutuamente las culpas, sin que nadie aporte una real solución.
Seguramente todo lo que estamos contando, grosso modo,
es historia común para todas las ciudades venezolanas, pero el caso de Mérida
ilustra mejor que cualquier otro cómo la mano del hombre puede convertir, en
cosa de unos años, un entorno paradisíaco en un verdadero infierno. También
sirve para demostrar que de poco sirve vivir rodeado de paisajitos bonitos
cuando a nadie le importa la ciudad ni los ciudadanos.
Es un artículo que narra la verdadera situación de la Mérida de hoy y, al que hay que sumarle como agravante de la ausencia del turismo, la creciente aparición de la indigencia y el mal estado de sus avenidas y calles que en otrora fueran ejemplos de la ingeniería en el país.
ResponderEliminarA propósito es un excelente artículo que narra de manera somera pero con precisión lo que otrora era orgullo de los merideños y hoy se ha convertido en un caos, por falta de iniciativa de los gobernantes y colaboración de nosotros quienes habitamos y laboramos día a día en la "ciudad de los caballeros"
EliminarCiertamente, la ciudad ha perdido todo su encanto, aunque está sobre una meseta y no un valle,lo que es más restringente. Es realmente increíble que siendo sede de una exelente universidad, toda esa sapiencia no se refleje en las personas, instituciones y ordenanzas encargadas de su gobierno. Los que aún vivimos sus mejores épocas nos conformaremos con los recuerdos embriagantes de su pasado. Pena por las nuevas generaciones que ni siquiera eso tienen.
EliminarEste artículo describe la realidad no solo merideña, sino la de los diferentes estados que nos presentan atractivos turísticos y aquellos que no los poseen. Es una realidad nacional, producto del proceso de descomposición del país, basta como revisar someramente cualquier fuente de comunicación para poder admirar con que frecuencia las protestan están a flor de calle, sea cual sea el motivo. La basura invade cualquier paraje nacional, sin interesar a las autoridades sean de cualquier tolda política, ni siquiera que sean médicos de profesión.El transito es incontrolable así como las conductas de conductores, peatones y ahora motorizados quienes son los emperadores de las calles, avenidas y carreteras.La inseguridad, esta adornado con flores los cementerios y crematorios. La población jovén y no tanto están dejando el territorio para mudarse a otro más sweguro. No es mérida, es Venezuela, el destino no deseado por los turista, no recomendado por las embajadas o agencias de viajes. Somos nosotros quienes no admitimos al turismo como una fuente de divisas pues explotamos a cualquiera que se atreva a leer el famoso letrero de BIENVENIDO A MERIDA: restaurantes, posadas, hoteles, taxistas, mercados han firmado un pacto para alejar definitivamente al país de la presencia de extranjeros.
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