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Es posible que a muchos de nuestros lectores el tema del que deseo escribir no les interese. Pero, no puedo o no quiero dejar de plasmar mis reflexiones por escrito, sobre ésta experiencia. De tal forma
que, ahí van mis comentarios.
Durante casi toda
mi vida académica he sido usuario de una técnica de investigación que sólo,
cuando ya concluía mi tesis doctoral, hace ya veinte años, descubrí que tenía
nombre y una muy larga tradición entre investigadores en las ciencias sociales. Me refiero al Análisis de Contenido.
Desde las
investigaciones sobre Los Cantos de Sion en 1640 hasta El campesino Polaco de Thomas y Znaniechi en 1918, se fueron conformando unos procedimientos
para develar lo que textos religiosos,
familiares o gubernamentales escondían para el ojo desprevenido. Ya en el
siglo XX, el Análisis de Contenido,
se convirtió en una herramienta para mostrar tendencias "latentes" en las comunicaciones periodísticas de la los
bandos en confrontación durante la Segunda Guerra Mundial y con posterioridad
en la llamada Guerra Fría.
En épocas más
recientes los investigadores que utilizan el Análisis de Contenido, han diversificado su uso en muchos campos
disciplinarios y temáticos. Tan importante ha sido que ya en el siglo XXI con
regularidad se publica, desde el 2001 hasta hoy, The Content Analysis
Guidebook de Kimberly A. Neuendorf.
Sobre la obra de Neuendorf se indica en la web que: “El análisis de
contenido es una de las más importantes y complejas metodologías de
investigación en las ciencias sociales. En la segunda edición actualizada de la
Guía de Análisis de Contenido, su autor proporciona un texto básico accesible
para graduados universitarios y estudiantes de postgrado en las ciencias
sociales. Se incluyen instrucciones paso
a paso y consejos prácticos…” Bueno, de estos temas académicos estuvimos
hablando en las últimas cinco semanas. Y coste que la pasé muy bien… Aprendí
mucho, compartí experiencias con gente joven, talentosa y trabajadora y me
sentí útil.
Pero, Uds. dirán ¿cuál es la razón
para titular este “post” como Voluntariado Universitario? Aquí espero
ser preciso y contundente.
Aseguran quienes estudian el tema del capital social en las sociedades,
que una fuerza laboral importante que permite desarrollar muchas y variadas actividades son realizadas por voluntarios. Es decir, aquellos quienes las realizan sin recibir a cambio remuneración alguna. ¿Qué motiva a los
voluntarios a imponerse responsabilidades laborales sin remuneración?
Fundamentalmente la confianza que el beneficio generado por sus actividades
será de carácter colectivo y no privado.
Son muy reconocidos los voluntarios que participan, cada cuatro
años, en las muchísimas actividades que
se deben realizar durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Pero en general, son actividades que no son muy calificadas, pero que se necesitan muchas personas para atenderlas e impactar en la sociedad.
¿Cuántos profesores universitarios
jubilados -en el caso venezolano- tienen a su cargo responsabilidades en la actividad académica de
docencia, investigación y de administración de programas de estudios de
posgrado? Pues, no se sabe, son
invisibles. Pero, estoy seguro que son muchos. La casi totalidad de ellos no
reciben paga alguna por esas actividades. Lamentablemente, no parece haber
políticas institucionales para estimular y facilitar su incorporación para que
aporten a la vida de sus instituciones o en otras que permita utilizar su
calificación, en beneficio de la sociedad venezolana. Pero los hay y en gran cantidad. Sin embargo, con los miserables
sueldos y pensiones de los profesores universitarios venezolanos, ya no es
posible subsistir físicamente y mucho menos, comprar un libro como el de Kimberly
A. Neuendorf, que supera con creces la paga total de mes y medio de un profesor,
del más alto escalafón en las universidades públicas. Voluntarios somos, hasta
que reventemos… Y es que sentirse útil es agradable, pero no da para comer. ¿No creen Uds?
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