sábado, 1 de febrero de 2014

Alonso

Firma de Alonso Ruiz Valero (*)
Dedicado a Santiago, Fabiana y Hanna  los últimos descendientes hasta ahora, de 
Alonso Ruiz Valero


Tendría  escasamente diez y siete años cuando se lanzó a conquistar las Indias, como tantos otros hijosdalgos de esos tiempos.

Natural de Hellín, Reino de Murcia para la época, había nacido en 1568. Llegó a Cartagena de Indias, que era un pequeño villorrio en 1585 y allí terminó de hacerse el hombre que fue. 

Cuando indago el significado del nombre de pila de este antepasado nuestro, Alonso Ruiz Valero, no dejan de sorprenderme  algunas cosas. Su nombre también lo tuvieron otros conquistadores del Nuevo Mundo como Martín Alonso Pinzón co-descubridor de América y Alonso de Ojeda el primer explorador europeo del lago de Maracaibo. Pero, el mas célebre de quienes también llevaron su nombre fue Alonso Quijano, mejor conocido como el personaje principal de la obra de Miguel de Cervantes, en su famosísimo, Don Quijote, el ingenioso hidalgo de la Mancha.

En las cientos de páginas web que hoy dan cuenta del origen de los nombres y de sus significados,  indican que Alonso es un nombre portugués de origen germánico (Alfonzo). Desde esa última procedencia, se afirma que el nombre quiere decir “noble preparado para el combate”.  Realmente, todos quienes se aventurasen a cruzar el Atlántico en esas endebles embarcaciones que eran las carabelas del siglo XVI debían estar preparados,  o por lo menos ilusionados,  para el combate  en todo tipo de terreno y condición.  

Alonso fue enviado, o decidió ir en 1595,  a defender el pujante puerto de Gibraltar sobre la laguna de Maracaibo, de los ataques de los piratas ingleses. Por esa población salía la producción de la antigua ciudad de Mérida, hacia la Nueva Granada y hacia el Virreinato de Santo Domingo y de allí hacia la península hispánica. 

Poco después, Alonso llegó a la ciudad de Mérida. Era ya un activo y joven hombre de negocios (mercader) dedicado a la exportación e importación de bienes. En esa condición conoció a una mujer, ya madura, Ana de Morales, quien acababa de enviudar de su segundo matrimonio con, Francisco Ruiz, uno de los fundadores de la ciudad de Trujillo. Al poco tiempo Alonso se casa con esta mujer que fácilmente le doblaba en edad y un poco más, pues ella tenía 63 años y él, escasamente 27.

¿Un matrimonio de conveniencia o una relación fruto del amor? Ya no es posible determinarlo. Pero podremos argumentar que eran pocas las peninsulares o descendientes españolas disponibles para formar familia en esos tiempos. Lo cierto fue que, por casi dos décadas, estuvieron casados hasta que ella murió y le dejó en herencia muchas tierras, encomiendas y quizás hartas sumas de dinero que sus propiedades produjeron.

Al enviudar, Alonso se casó, en 1620 en segundas nupcias, con Ana de Aranguren. Fue una larga descendencia la que tuvieron entre ambos. En este caso trece hijos. Su primogénito llevó su mismo nombre y desde entonces, en el siglo XVII, hasta hoy, los Ruiz han permanecido en estas tierras merideñas.

Los padres de Alonso se llamaron Juan Ruiz y María Pérez vecinos de Hellín una población que existe desde el siglo XII y que actualmente forma parte de Provincia de Albacete, en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. En el tiempo que Alonso nació Hellín era parte del reino de Murcia.

Mucho nos llama la atención que cuando se vino hasta América se olvidara del apellido Pérez de su madre. Ahora sabemos era de origen judío, de los conversos, y que además, nunca más se refiera su familia que dejó en España. ¿Por qué sabemos todas estas cosas?

En el documento de Probanza de Méritos y Servicios que dirigió desde  Mérida al Rey de España en 1618, no hace mención a casi nada de su pasado en la península. Sólo a las múltiples responsabilidades que tuvo tanto en Cartagena de Indias como en Gibraltar y Mérida. Por todo ello el rey otorgó mercedes de tierras y encomiendas de indígenas que Alonso y sus descendientes cuidaron durante mucho tiempo. Pero, los cambios políticos y económicos dejaron en el pasado esos bienes y canongías.  Y, desde siempre, los descendientes de este personaje han sabido que sólo el trabajo muy duro permite alcanzar el éxito.

Santiago, Fabiana y Hanna (**) Ruiz  son los último, por los momentos,  de quienes procedemos de forma directa de este hijosdalgo que a los diez y sietes años  llegó a Cartagena de Indias. Y que unos años después, en 1595, se avecindó para siempre en Mérida, en donde murió con más de 80 años,  en 1649.

Ahora un futuro promisorio para Santiago, Fabiana y Hanna y todos los descendientes de Alonso Ruiz Valero, que aún viven en estas tierras de Mérida o fuera de ella,  sólo lo garantiza sus estudios, preparación y esfuerzo profesional (Hoy 28 de diciembre de 2018 que leo este escrito, debo decir que de los tres últimos descendientes de Alonso Ruiz Valero, a los cuales dediqué esta historia solo queda en Mérida Fabiana).  En ningún caso, un tiempo exitoso será producto de  llevar un apellido. Afortunadamente, estamos en otra época. Pero, es bueno recordar la vida de Alonso y de tres de los rasgos de su nombre, que parecen haberse hecho realidad en su extensa vida. Inteligencia y sabiduría para asumir los retos; capacidad para emprender negocios y hacer riqueza; y, disposición para realizar cada día lo que corresponde, sin posponerlo para mañana.  

En el siglo XXI muchos descendientes de Alonso Ruiz Valero, se han desperdigado por el mundo: Canadá, EEUU, España, Reino Unido, México. Otros, aún siguen en esta meseta, entre ellos Santiago, Fabiana y Hanna (cuando releo y revisó este texto el 11.11.2019 ya solo quedan en Venezuela Fabiana y Daniela).  Pero para todos, quienes  estén aquí o fuera, van estas líneas para no olvidar quién fue el primero de los Ruiz de nuestra familia, en llegar hasta la cordillera merideña. Cosa que ocurrió hace ya mucho tiempo, en el siglo XVI.  


Notas
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(*) Ver en: Febres Cordero, Tulio (1960): "Décadas de la historia de Mérida",  en Obras Completas. Edición Conmemorativa, Bogotá, Editorial Antares,  Tomo I, p. 113.         

(**) Hemos agregado a Hanna, la última de mis nietas en este relato, pues a ella también van dirigidas estas páginas, para que no se olviden sus ancestros.  



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