Vista del asalto a la Asamblea Nacional (23.10.2016) |
Todo
el siglo XX venezolano fue un camino dificultoso y persistente contra la
violencia política y por la democracia.
A partir de la batalla de Ciudad
Bolívar de 1903 que ganó el hegemón Juan Vicente Gómez se logró lo primero, es
decir, desterrar -parcialmente- la
violencia política y se instauró la
paz.
Muchos dicen que fue la paz de los
sepulcros, de los presos y de los
exiliados. Pero, al fin la paz. La
democracia tuvo un primer momento efímero en el llamado trienio adeco
(1945-1948), nació lamentablemente herida de muerte pues se produjo contra el
gobierno, del más demócrata de los
militares: Isaías Medina Angarita.
La
democracia se logró establecer en 1958 a la caída del militar golpista, pero
constructor: Marcos Pérez Jiménez. Fueron años en donde las montoneras y las
luchas cuartelarias se minimizaron hasta
casi hacerlas desaparecer de la memoria de los venezolanos. No todo fue color de rosa. La revolución
cubana obnubiló a una parte importante de los más jóvenes y la guerrilla fue su
decisión. Afortunadamente volvió la paz con Rafael Caldera y la aceptación de quienes entendieron que la
democracia, aun con sus imperfecciones era mejor.
El
clientelismo, la corrupción y creer que
quien tuviera nexos con el aparato del Estado estaba investido de prebendas
políticas y económicas, al abrigo de la renta petrolera del Estado, fueron
maleando la democracia. Y entonces llegó Chávez con su “por ahora” y luego ganó
limpia y abrumadoramente la presidencia.
Encantador de serpientes,
venezolano llano, estableció una especie de hiperdemocracia, ganando
todas las elecciones o casi todas. Perdió cuando creyó que podía instaurar el
“socialismo a la cubana” en la Constitución. Y no pudo. Pero tozudo como era,
lo hizo a punta de leyes, decretos y tradición verbal. . Pero también
controlando todos los poderes públicos.
Al
momento de su prematura desaparición del mundo de los vivos, creyó que podía
dejar el sucesor, escogido por él y
quizás por otros como en una clásica salida monárquica. Todo marchó bien para el sucesor y su gente
hasta que se acabó la renta. Por desorden, por baja del precio del petróleo y
por la más feroz corrupción.
¿Tenemos
una democracia? No. ¿Qué es lo que tenemos como sistema político? Tenemos un simulacro
de democracia. Y es posible que nos
hubiéramos acostumbrado. Pero, la
destrucción del aparato productivo, la más feroz ineficiencia acompañada por la
corrupción y la disminución de la renta
puso las cosas en su lugar. Nos creímos
que en la democracia de simulacro se estableció el referéndum revocatorio para
los funcionarios públicos, pero el simulacro no daba para tanto. Ahora estamos
ante el estupor de vivir no una democracia, sino una dictadura, que permite las
elecciones mientras las gane o pueda hacer aparecer que las gana. Estupor
por que cinco tribunales penales estadales deciden suspender el derecho
electoral de los venezolanos al Referéndum Revocatorio y el CNE acoge y hace
suya tanta barbarie leguleya. Estupor
ante el asalto a la Asamblea Nacional como expresión del más claro terrorismo
de Estado.
Pero
la tradición democrática de los venezolanos no viene de ayer. Viene de hace
muchos, muchísimos años. Ojala el
destino nos permita reconquistar una verdadera democracia: con equilibrio de
poderes, sin corrupción y con castigo ejemplar contra los delincuentes de todo
tipo y calaña. No podemos ni
debemos regresar a la violencia
montonera y cuartelaría y desterrar a la democracia –a una verdadera y no a
ésta de simulacro-. Esta semana será crucial: la del 24 al 30 de octubre de
2016.
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