Niria Suárez Arroyo
La Junta Directiva de la Academia de Mérida mediante comunicación firmada por su Presidente, me ha honrado con el delicado compromiso de pronunciar el discurso de orden con motivo de la celebración de esta fecha fundamental y fundacional de la nación venezolana. Es mi compromiso pero también el de esta institución, que recientemente me ha incorporado como uno de sus miembros. Gracias por la distinción.
El tema de la Independencia está en boca de los venezolanos en el eco que deja la publicidad oficial, pero también ha venido a enriquecer cuantitativa y cualitativamente la ensayística historiográfica y sociopolítica reciente. Desde nuestra percepción, el crecimiento de nuevas y renovadas lecturas y escrituras no se debe sólo a la efeméride bicentenaria, responde a la urgente y postergada tarea de revisar el hecho histórico sin ataduras, sin compromisos formales; releerlo en todos pliegues y medias verdades, dejando fluir la comprensión del pasado en sus matices, liberándole de la prisión de clepsidras de arena mojada que endurece su textura, para ofrecernos la posibilidad de pensar y expresar sin culpas, las voces y huellas del pasado despojado de divinidad, de heroísmo puro, exaltado en demasía y con tal imaginación, que bien podría alimentar la de Marco Polo encendiendo la fantasía de Kublai Kan, el delirante emperador tártaro, cuya insatisfecha necesidad de imaginar le acometía profundos estados de tristeza al tener que volver a la realidad.