Puede parecer extraño que un realizador cinematográfico dedique ocho largos años de su vida a una historia que tan sólo tenga 77 minutos
de duración.
Para alguien que le guste sacar numeritos son casi diez
minutos por año y mucho menos de un segundo por día, a lo largo de estos años. ¡Un
suspiro, pues…!
Lo anterior pone de
manifiesto no sólo las enormes dificultades
que debió sortear el cineasta para concluir el documental, sino tambien, y esto es quizás lo más importante,
su inmensa capacidad de persistencia.
En una obra cinematográfica lo anterior son gajes
ineludibles del quehacer. Lo más importante es, sin embargo, otra cosa: el tema
y la manera de plasmarlo para que el público, lo haga suyo. Y para eso se necesita estar bien formado y
tener una historia interesante que contar.