Humberto Ruiz
Panamá
alberga una cantidad importante de venezolanos de la diáspora bolivariana. Visitar ese país tiene la ventaja de permitirnos hablar con
amigos y conocidos que habíamos dejado
de ver desde hace algún tiempo, y a la vez,
tener puntos de comparación, para captar el proceso de destrucción
nacional que se ha instalado en
Venezuela, desde hace 14 años.
Frente a unas oficinas de inmigración colapsadas en el
aeropuerto de Maiquetía y la presencia de funcionarios mal encarados y vulgares, las instalaciones del aeropuerto de Ciudad de
Panamá las percibimos limpias, modernas y absolutamente eficientes.
En
Maiquetía duramos más de cuatro horas para
chequear el boleto aéreo, pasar por inmigración y embarcar. En Panamá sólo duramos escasa media hora para ingresar al país, atendidos por una
funcionaria morenita y alegre. Pero
quizás, lo peor en Maiquetía, fue la presencia de un funcionario venezolano,
que daba gritos en medio del gentío aterrorizado, por que la fila de gente no
avanzaba para salir de inmigración. Mientras tanto las líneas aéreas indicaban, por el sistema de sonido,
que muchos vuelo esperaban a los
pasajeros para despegar.
¿Qué
gritaba el funcionario? “ Esta fila pa' los venezolanos, pa´allá los “musius”. Vimos
que luego de una hora de fila en inmigración “musius” que evidentemnte no hablan castellano, debieron regresarse para volver a
hacer la cola. Pero además, el funcionario se paseaba como pavo en gallinero, contorneándose
y dando gritos a diestra y siniestra en ese
castellano mal hablado que solo los locales podríamos entender. Muy
propicio todo ello para que los turistas
“musius” no vuelvan a Venezuela y además cuenten el desorden y el mal trato que sufren en el principal aeropuerto del país.
Mucha
gente podrá decir que nuestra visión son pequeñeces. Pero, la vida está
echa de ellas. Quiero compartir otra, la
que da el título a esta nota: las cunetas.
Las
carreteras de Venezuela están destrozadas, luego de más de una década de
desidia e ineficiencia. No ocurre así en
las vías terrestres por las que pasamos
en el primer día de visita en
Panamá. Están tan bien que nos llenaron de emoción. Primero, no hay policías acostados. Los bordes de las carreteras están
perfectamente desmontados de vegetación; la señalización del centro y los
extremos es visible y continua a lo largo de todo el trayecto de las
carreteras. Pero algo más, en la vía desde Ciudad de Panamá hacia el Valle de Antón, una localidad turística hermosísima, las
cunetas pareciera que las hubieran
pulido. No hay tierra, ni maleza, ni basura.
Es decir, se observa un perfecto mantenimiento de las carreteras.
Las
cunetas de las carreteras están limpias y permiten que el agua de lluvia corra sin dificultad. Ello es la razón para tener vías
sin fallas de borde, ni huecos. En cambio las de
Venezuela hace mucho que se han perdido
por la decidía de todo tipo de autoridades.
Pero, algunos creen que el
gobierno está construyendo un modelo nuevo y mejor de sociedad. ¡Que tontería… que perdida de tiempo y de
recursos…!
Si
solo se pudiera circular con comodidad por las carreteras estarían haciendo
algo digno de destacar y de apoyar.
Señores
las cunetas… Son las cunetas, de lo que
hay que ocuparse y de muchas otras cosas sencillas. Y, por supuesto, de tener
una sociedad en donde los funcionarios respeten al ciudadano y entiendan que, con nuestros impuestos, que de paso son
bastantes, se les paga para que sirvan a la población y no para que
la maltraten.
Las
cunetas pana, las cunetas.
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