Enrique
Neira Fernández
Advertencia Previa. Una correcta y pertinente aplicación
de un antiguo mensaje bíblico (vétero-testamentario) que el Señor Dios (Yavé)
hace llegar a su pueblo en época pre-cristiana de gran tribulación y desespero,
dándole ánimo y confianza en períodos de fuerte persecución o para invitarlo a una
completa reconstrucción con su poderosa ayuda tras la esclavitud del exilio en
Mesopotamia, sigue teniendo para nosotros hoy plena validez ética, moral y aun
política.
Pero debemos interpretar en su verdadera intencionalidad y alcance los términos utilizados atendiendo a su correspondiente género literario del mundo oriental de entonces (mítico y simbólico) de modo que tengan también hoy validez racional y lógica -en su significación y aplicabilidad- dentro de nuestra cultura predominante occidental y a más de veinte siglos de distancia.
Términos
parecidos pero con matices propios: signo, símbolo, parábola, alegoría. Signo
es una cosa que va más allá de la primera impresión que produce en los
sentidos, causa algo más que nos envía a la mente como una consecuencia de ella
(Agustín de Hipona). Muchas cosas son simplemente cosas y no signos. Otras son
no solamente cosas sino también signos o señales de otra cosa (por ejemplo el
cordero que Abrahán ofreció a Dios en lugar de su hijo). Y existe el lenguaje
de las palabras (habladas o escritas), que se emplean como signos
convencionales en el marco de la propia cultura. Ya advertía Tomás de Aquino
que “dado que las palabras son signos de ideas, y las ideas semejanzas de las
cosas, es evidente que las palabras funcionan para la significación de las
cosas a través de las concepciones del entendimiento”.
Freud en sus
escritos al analizar el simbolismo de
los sueños, de los síntomas y de las acciones sintomáticas supone que tanto el
signo como el símbolo son términos en mutua relación. Ambos significan algo:
conllevan significación, intención, tendencia. Los signos naturales son tales
fuera de la intención humana de usarlos como señales (tales como el humo señal
de fuego o las pisadas de un animal como huellas de su paso). En general se
relacionan lógicamente como causa y efecto. Como lo suscribió con clarividencia
Aristóteles (siglo IV antes de Cristo) proponiendo explicar todo fenómeno en
nuestro universo por sus cuatro causas:
causa eficiente y causa final, causa material y causa formal.
Parábola : narración de un suceso que puede ser fingido o
recordado, del que se deduce –por comparación o semejanza- una verdad
importante o una enseñanza moral.
Alegoría: se llama la figura que representa o
significa otra cosa diferente (son alegoría de Cupido como ´amor´ humano: la
venda que le impide ver, y a la vez las alas, que lo impulsan a volar). Con frecuencia
en un mismo discurso o parábola mítica con mensaje se mezclan varias metáforas
que expresan un sentido recto y otro figurado y pueden así contrastar más el contenido y su significado
que se quiere comunicar.
El mito expresa la verdad no en forma empírica y positivista (como lo
hace la ciencia), ni en forma racional y lógica (como lo hace la filosofía con
el logos). Ambos, el y
el son portadores de verdad pero en forma muy diferente. El <logos> -tan propio de la cultura
griega y occidental- racionaliza la realidad como lenguaje de la mente. El <mito> de corte más oriental y
original (hoy diríamos postmodernista) es portador de cierta verdad profunda, actualiza la realidad
como lenguaje del pueblo, como proyección de un inconsciente colectivo acerca
de algo importante para la existencia humana (Jung).
Caso 1
Un pedrusco desgajado de la cima que destruye a Nabucodonosor
(Apocalipsis de Daniel escrito en el siglo II a C , capítulo 2, 31-37)
*Texto bíblico: Un joven pero sabio profeta
interpreta al poderoso señor de Babilonia, un curioso sueño que con razón lo
atormentaba:
“Tú veías una enorme estatua, de
extraordinario brillo y aspecto terrible, que se levantaba delante de tí. La
cabeza de esta estatua era de oro, el pecho y los brazos de plata, las caderas
y el vientre de bronce, las piernas de hierro, los pies parte de hierro y parte
de loza de cerámica. Tú estabas mirando la estatua cuando de repente una piedra
se desprendió, sin haber sido lanzada por ninguna mano, y vino a chocar contra
los pies de hierro y loza de la estatua, haciéndola pedazos”.
*Interpretación
temporal y circunstanciada:
Desde esa lejana época, la famosa estatua ha simbolizado los
grandes poderes terrenos y personajes autoritarios aparentemente invencibles,
pero que reposan sobre una base deleznable, que puede ser golpeada
repentinamente por un simple pedrusco descolgado desde lo alto de la montaña (sin
que se sepa la mano que lo lanzó) y que lo hace
colapsar.
Chávez en
14 años había llegado a la cúspide del poder con una bien trabajada figura de mesías
(dispensador de bienes, invencible, duradero) quien confiado en su buena
estrella juraba -siguiendo a su inspirador y modelo Simón Bolívar- que "si
la Naturaleza se opone pasaremos por encima de ella", olvidando que su
inmortal modelo había fallecido en Santa Marta de enfermedad incurable hacía
180 años. Todo estaba en sus manos y nada predecía lo contrario. Su control
desde el Ejecutivo de los otros cuatro poderes del Estado venezolano (Legislativo, Judicial,
Electoral, Defensoría del Pueblo) le permitía asegurarse su permanencia por
reelecciones indefinidas hasta otros 30 años y no le pasó por su cabeza el que
el Destino o la Naturaleza pudiese truncarle inopinadamente todos sus sueños y
aspiraciones. Vivió una falsa seguridad hasta que un "pedrusco, sin que se
sepa la mano que lo lanzó" lo derrumbó sin remedio. Así lo prefigura el
libro sagrado “Apocalipsis de Daniel” utilizando el símbolo de la estatua del
emperador Nabucodonosor que por siglos la cultura humana la ha interpretado
como personificación de un poder terreno
despótico y absolutista.
Caso 2 Huesos secos que reviven
con nervios, carne y piel…
(Ezequiel capítulo 37, versos 1-14).
· Texto bíblico:
“Yavé puso sobre mí su mano, y su
Espíritu [aliento] me llevó, dejándome en una llanura llena de huesos. Me hizo
pasar en todas direcciones en medio de ellos: los huesos completamente secos
eran muy numerosos sobre la superficie
de la llanura.
Yavé me
preguntó: “¿Piensas que podrán revivir estos huesos?”. Yo le contesté: “Señor
Yavé, tu sólo lo sabes”. Entonces me dijo: “Habla de parte mía sobre estos
huesos y les dirás: Huesos secos, escuchen la palabra de Yavé. Voy a hacer entrar un espíritu en ustedes y
volverán a vivir. Porque pondré sobre ustedes nervios y haré crecer carne y los
cubriré con piel y pondré en ustedes mi Espíritu, de manera que vivirán y
sabrán que Yo soy Yavé.»
Yo hablé como Yavé me lo había dicho.
Mientras lo hacía, se produjo un ruido y un alboroto: los huesos se juntaron,
se cubrieron de nervios; se formó carne, y la piel se extendía por encima, pero
no había espíritu en ellos.
Yavé entonces me dijo: «Habla de parte mía al
Espíritu, llámalo, hijo de hombre, y dile de parte del Señor Yavé: Espiritu,
ven por los cuatro lados y sopla sobre
estos muertos para que vivan.» . Lo hice según la orden de Yavé y el Espíritu
entró en ellos. Se reanimaron y se pusieron de pie; eran un ejército grande,
muy grande.
Entonces, Yavé, me dijo: «Estos huesos son
todo el pueblo de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos.
Se perdió nuestra esperanza, el fin ha llegado para nosotros. Por eso, anúnciales esta palabra: Yo, Yavé,
voy a abrir sus tumbas. Pueblo mío, los haré salir de sus tumbas y los llevaré
de nuevo a la tierra de Israel. Ustedes sabrán que Yo soy Yavé, cuando abra sus
tumbas, pueblo mío, y los haga salir. Infundiré mi Espíritu en ustedes y
volverán a vivir, y los estableceré sobre su tierra, y ustedes entonces sabrán
que Yo, Yavé, digo y pongo por obra.»
*Interpretación
temporal y circunstanciada:
En forma
simbólica, hiperbólica o exagerada como solía ser el género épico laudatorio de
las hazañas de Yavé en favor de su pueblo (véase todo el libro del “Exodo”) en
uno de los más espectaculares relatos que contiene la Biblia, en forma de parábola con ribetes detallados
de alegoría, el profeta (quien habla a nombre de Yavé) nos pone a consideración
un tipo de resurrección colectiva del pueblo de Dios, que tras haber perdido
una guerra contra el imperio de entonces (Mesopotamia) yacía exiliado,
esclavizado e impotente para salir por sí mismo de tan extrema situación. Tras
recordarles por el profeta (primeros capítulos de Ezequiel) los errores,
maldades e infidelidades para con El (adorando ídolos, inventos del paganismo),
expresa su predilección misericordiosa y amor eterno por su pueblo, le da ánimo
y le asegura que lo reconstruirá con su ayuda sabia y omnipotente, por el
especial amor que le tiene del que no puede dudar…
“
Infundiré mi Espíritu en ustedes y volverán a vivir, y los estableceré sobre
su tierra, y ustedes entonces sabrán que Yo, Yavé, digo y pongo por obra lo que
digo».
En una
situación tan embarazosa y deteriorada que nos afecta a todos los venezolanos,
con un extendido desánimo, pesimismo, derrotismo que no vislumbra salida
pacífica y efectiva por ningún lado, cuando se ha perdido la fe en líderes e
instituciones y con ello toda esperanza, es la coyuntura propicia de volvernos
con gran Fe y Esperanza plena al Señor Dios, Yavé, (el totalmente Otro), sabio
poderoso, que pone por obra lo que promete a su pueblo querido.
Podemos
repetir con sinceridad y confianza lo que expresó el profeta Jeremías en
circunstancia parecida tras un gran fracaso: “Bajé donde el alfarero que estaba haciendo un trabajo al torno. Pero el
cántaro que estaba haciendo le salió mal, mientras amoldaba la greda. Lo volvió
entonces a empezar, transformándolo en otro cántaro a su gusto” (Profeta Jeremías 18, 3 ).
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