Paul Kammerer (*) |
Por Orlando
Albornoz
Universidad
Central de Venezuela
Para Ignacio ‘Nacho’ Avalos, con afecto
Un impasse
banal y circunstancial en una universidad pública situada en provincia, me ha
permitido una reflexión acerca del trabajo de los académicos en mi país,
Venezuela, que puede ser de interés para alguno que otro desocupado errante aspirando dedicarse a la vida
académica. No voy a tomar una decisión tan drástica como la que tomó el 23 de
septiembre de 1926 el eminente biólogo y sociólogo Dr. Paul Kammerer, en parte
porque como dijo el sabio Manuel Peñalver –y no lo digo en broma o en burla,
porque Manuelito era eso, un sabio- no somos suizos y menos austriacos. El caso
del austriaco tuvo repercusión internacional y hasta un film se hizo de su
vida, dirigido el mismo por el ucraniano Anatoli Vasílievich Lunacharski (1875-1933),
un film titulado Salamandra, cuya
primera actriz era su propia esposa –la segunda, se sobreentiende- del entonces
Comisario de Educación Pública de la naciente Unión Soviética y eventualmente derivó
en un libro fascinante que narra la historia con la cual me he topado, escrito
por Arthur Koestler (1971) The case of
the midwife toad.
Escribió Koestler que:
“If our social and scientific establishment were to
approach Karnmerer's dead body, the corpse would lift its arm, as the old
German legend has it, to indicate the presence of his assassins: a social order
which denies an eminent scientist that secure existence which is indispensable
for creative activity; a scientific orthodoxy that denied him the recognition,
the means for teaching and research which are his due, only because he did not
think, feel and act in an orthodox manner”
El caso es que el austriaco a quien se saludaba
como el biólogo más importante después de Darwin cometió uno de los fraudes más sensacionales de la ciencia
contemporánea, al hacer creer que lo adquirido podía ser transmitido por vía
genética –más que una iniciativa personal parece ser que Kammerer fue víctima
de la mala fe de un interesado en destruir su reputación pero en todos los
casos el austriaco fue el responsable de tal ominoso hecho. Es probable que los
venezolanos estemos cometiendo un fraude semejante a la nación, porque nuestras
universidad han acatado el destino de Kammerer, esta vez en el formato del
suicidio colectivo, casi en la línea del espectáculo que avergüenza a la humanidad, del desquiciado líder de una
secta religiosa, el norteamericano James Warren Jim Jones, en Jonestown, Guyana, el 18 de noviembre de 1978. En efecto, debemos los venezolanos
pensar con la mente abierta qué estamos haciendo con nuestras universidades,
limitadas al escenario que el estado les ha definido: la sumisión institucional
–con la cooperación del mercado, cabe señalar, porque el sector privado de las
universidades se ha dedicado a vivir institucionalmente para sí, ajenos a las responsabilidades en que incurren las
obligaciones de la producción y difusión del conocimiento, dedicándose,
incluso, en algunos casos, sólo a medrar y enriquecer sus capitales. Me refiero
a una sociedad que ha perdido en una década el 28 por ciento de su producción
científica y que según inferencias del caso mexicano destina el 97 por ciento
de su producción a producir artículos, tesis, libros y otros materiales de ese
estilo, que carecen de valor alguno, porque no añade valor a la economía y
aquello que tiene valor es desdeñado por una burocracia gubernamental que
importa todo del exterior, bienes y servicios que han sido producidos por otras
sociedades que hacen buen uso de los conocimientos que nosotros despreciamos,
casi como decía Antonio Machado de España
(...) Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aun el fantasma yerra de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra (Campos de Castilla: 1912).
O como bien se decía de una sociedad invertebrada,
como señalaba Ortega y Gasset justamente en su formidable libro publicado una
década después del poema de Machado, en 1922: España invertebrada, en la que el filosofo analizaba la crisis social y política de la España de su tiempo, o el tiempo de ahora, que un siglo después lo
mismo da.
La crisis de la universidad venezolana es que
hemos organizado una portentosa maquinaria de gasto sin nunca haber montado una
maquinaria equivalente capaz de generar fondos y con ello trasladar la responsabilidad
del proceso de enseñanza y aprendizaje a los productores que no a los meros
repetidores-consumidores y, en efecto, gastadores.
Nosotros, pudiera decirse, estamos, entonces, malgastando el 97 por ciento del presupuesto
de las universidades autónomas –una hipótesis audaz y sin fundamento, pero atractiva
como propuesta- restando lo que cuesta producir cada profesional, algunos de ellos
con escasa inversión, sobre todo en actividades profesionales semi-inútiles, de
función servicio, que son el grueso de nuestra producción de profesionales. Los
venezolanos nos mentimos gozosamente, cuando creemos que la universidad es
expandir la matrícula o cuando acatamos a los cuatro vientos que la nuestra es la segunda en la región, un necio
‘milagro’ que ya había obtenido el país
en 1994 –nada de que vanagloriarse, por cierto, en la sociedad del conocimiento
ya que el volumen de la matricula es un dato irrelevante. A veces creo que,
solemnemente, producimos en las universidades basura académica, útil ciertamente
solo porque la misma es reciclable. Quien dude de ello basta que se acerque al
cementerio académico que existe en cada universidad para que vea las montañas
de cadáveres insepultos, consecuencia de monografías llamadas piadosamente
‘tesis’ pero que son a menudo simples repeticiones, de malas repeticiones, que
se vienen acumulando desde que el homo
academicus (1984) de Pierre-Félix Bourdieu aterrizara en nuestras cálidas aguas
termales de las universidades criollas. Cabe apuntar a que los programas de
estímulo, como el PPI y ahora PEI, muestran ser perfectamente espacios de una
burocracia gubernamental. El sector privado, entre tanto se debate entre la función
‘espiritual’ y el comercio al servicio de la inagotable expectativa de los jóvenes
por la afirmación como miembro de la clase profesional. Un sector que tiene una
deuda gigantesca con la sociedad, pues tal como lo demuestran los números es un
plantel exitoso en la producción de profesionales, a veces cometiendo foul pues entrena mal a sus egresados y no contribuye con la investigación
académica, ni siquiera en la fase elemental de destinar parte de sus fondos
para la gestión del conocimiento, en sus fase de volumen de producción y un
factor de impacto decente, a través de difusión y divulgación. En una frase enigmática
un rector de una universidad privada venezolana de
orientación de universidad de creencia religiosa señalaba recientemente que una
universidad ‘es una comunidad con unos fines muy nobles’ pero –una cierta falsedad diría yo, como lo
demuestra el caso que me ocupa del biólogo austriaco y el recuerdo de lo que
Mayz Vallenilla llamaba ‘la noche de los mordiscos’ y yo, por mi parte, llamo ‘los
días de las zancadillas’ pues una universidad es una proto-comunidad que
despliega cotidianamente una práctica feroz, de intrigas, trampas,
traiciones y pequeñeces, porque la universidad está compuesta, al igual que las
fuerzas armada y la Iglesia Católica, y toda otra institución, por personas en
este caso venezolanos criados y entrenados en las buenas y en las malas artes,
de modo que eso de que la universidad tiene fines ‘muy nobles’ es una falacia
más. Por cierto, hablando de ‘fines nobles’ los rectores de las universidades
privadas son designados al margen de la más mínima participación de su comunidad
académica pero he de añadir que dicha participación despareció en esta sociedad
que consagra la participación en la propia Constitución, pues en ninguna
universidad, incluyendo a las otrora autónomas, ocurren tales procesos.
Una interpretación plana y que
generaliza a las unidades del sistema denota una falsa percepción de las
universidades:
“La Universidad pública y la privada cumplen la misma función
social. Lo que las diferencia es una cuestión de gestión, de cómo reciben los
recursos para operar. Pero la función es la misma y hay una alimentación y una
simbiosis entre ambas. La falta de motivación, de recursos humanos y de
recursos materiales la sufrimos ambas (…..) El Estado debe cooperar con la
Universidad y la Universidad por su trabajo de investigación, de formación,
contribuye con el crecimiento del país”.
Estas son unas frases vacías de
contenido. Todo el comportamiento de esas variables ha sido medido y ocurre
que, por ejemplo, la misma universidad desde donde pontifica el citado rector aporta
cero por ciento al producto académico bruto nacional (PABN), lo cual puede
observarse en las estadísticas del caso pues las universidades privadas
aportan, reitero, volúmenes poco perceptibles al desarrollo nacional, precisamente
porque el estado ha sido incompetente para regular esa actividad, dejándola al desnudo laissez
faire que caracteriza a los gobiernos, como el que encabeza el
actual presidente de la república.
Más enigmática pero más
interesada es la afirmación según la cual:
“La revisión debe ser integral: en primer lugar hay que
revisar el concepto de Estado docente que aparece en la Ley Orgánica de
Educación y que ha servido de excusa para la intervención del Estado en todo el
régimen educativo universitario en general. El Estado tiene un papel
subsidiario en la educación, no un rol rector”.
Una vez más la confusión conceptual
entre educación y escolaridad se halla presente en esta argumentación, ello en
una sociedad con un débil estado docente, una poderosa sociedad docente –sobre
todo desde que el entonces ministro de educación se dejó meter las cabras en el
corral con aquella frase infeliz de que ‘con mis hijos no te metas’ y en donde el estado tiene un papel subsidiario
en el control y regulación de ambos espacios, de hecho ni siquiera aparece en
educación y es más bien suave en la escolaridad –obsérvese que el estado no
tiene presencia en el control de calidad
de los egresados de las universidades, inspeccionados sólo por el agresivo
mercado escolar venezolano.
En cuanto a la
manera ortodoxa académica venezolana el guión es el de aceptar la mendicidad académica
y dejar ‘las mieles del poder’ –esto es, del dinero- para aquellos a quienes el
gobierno bolivariano concede beatíficamente a través del Premio Libertador al
‘pensamiento crítico’ la cantidad de $ 150.000 por cualquier obra, buena o
mala, que alabe adecuadamente el socialismo del siglo XXI, o el mismo financiamiento
de los indignados y talentosos jóvenes de la Complutense de Madrid, hoy en día
factores de poder, por la gracia de Chávez, en la decadente España. Su cabeza
visible, el Dr. Iglesias es, por supuesto, un líder radical que como prueba de
tal no usa corbata cuando se entrevista con el Sr. Rey.[1] Cuando
un académico venezolano solicita una remuneración por su trabajo provoca
inmediatamente la acusación ya citada, que va desde “irresponsable” hasta la más
grave: “pesetero” –quizás más grave sería, en verdad, que le endilguen a uno la
condición funesta de “neo-liberal” y peor aun la de “capitalista”.
Ese es el quid
pro quo de la universidad venezolana, la necesidad imperativa de crear una
fuente diversa de financiamiento para poder ser independiente o aceptar que esta
sociedad no da sino para la limosna estatal y hace que sus académicos vivan
como mendigos, porque reclamar lo contario, como hice en el caso de esta universidad
en cuestión, que tiene el coraje de llamarse ‘autónoma’ cuando depende la
generosa mano del gobierno. Una ficción, un mito que vivimos los venezolanos:
que una universidad puede ser autónoma sin ser independiente. No se escuchan protestas acerca del pago de
sueldo y salarios que pagan las instituciones privadas, porque quizás allí hay
una masa crítica que es ya pagada por el estado, ya que muchos ‘profe’ son jubilados
que ‘matan un tigre’ y complementan sus sueldos, además de que no pagan impuestos.
El impasse
al cual me refiero es el caso que una universidad autónoma me invitó a dictar
una conferencia, supuestamente en un acto importante, pues se festejaban, no es
poca cosa, un programa de entrenamiento de nuevos profesores que tiene ya tres
décadas de exitoso andar. Acepté con el entusiasmo que pongo en estas cosa,
pero, iluminado por mi paciente y fallida cola en un mercado para adquirir una
porción de la harina que hace pan criollo, pues tuve que optar por la vía más
dolorosa, para comprar en los ignominiosas rostros de los infelizmente llamados
‘bachaqueros’ o también para la adquisición de un libro en el mercado
internacional, que oscila, pequeño, entre 40 a 60 dólares americanos. Un
ejemplo sencillo, el indispensable volumen publicado por The Chronicle: 2026 The
Decade Ahead tiene un costo de $ 199 <https://chronicle-store.com/ProductDetails>. Por ello solicité
a la universidad en cuestión que me pagaran mi trabajo, que me compensaran el
costo de oportunidad que significa dejar eso que magistralmente llaman zona de confort, para estar cinco días
en actividades académicas fuera de la burbuja personal. Pedí, quizás inocente de
mí, que incorporaran unos libros que tengo inéditos a la programación de publicaciones
de la institución, en un gesto que, repito vano de mi, pensé que tomarían con
alegría pues es un regalo que juzgo único y valioso, o en caso contrario que remuneraran
mi presencia en dicha universidad. Ardió Troya –un horrible lugar común, porque
Troya, según las fuentes no ardió y se
hace alusión a ello en La Odisea,
en la que Homero cuenta las aventuras del héroe griego Odiseo en su regreso a
su patria, Ítaca- y me llamaron de irresponsable en adelante, como ya señalé.
El asunto es que pienso que es hora de terciar
en esta dilema entre autonomía e independencia, pues he llegado a la
conclusión, después de participar y reflexionar en el ámbito de la discusión
profesional oportuna, como la polémica que sostuve en algún momento con Michael
Gibbons, en la Charta Magna de
Bologna, Italia No tenemos universidades
autónomas ni independientes, pues somos empleados del estado y deberíamos
emplear nuestra rebeldía generando fondos alternos, en vez de estar como
mendigos, exigiendo al pobre Nicolás más fondos para las universidades –digo
pobre Nicolás como un decir, porque no es pobre ni soy nadie para insultar al
Comandante en Jefe, Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Presidente del partido de
gobierno, glorioso hijo de Chávez y como lo llama una amiga, un milagro
genético, pues es un “multi-nacido” pero a la larga, pudiera decirse, un non-entity, pues es nacido en ninguna
parte.
El
concepto de autonomía ha evolucionado con los tiempos y desde la fecha remota
de 1918 hasta la de 2018 el concepto ha sufrido cambios notables, tanto como la
Universidad liberal de la época a la Universidad que ya no solo produce
egresados (profesionales) sino conocimiento –lo cual no quiere decir que otrora
no se produjesen, pero cambió radicalmente el objetivo del conocimiento, antes
como una estética ahora como una ética. Véase sobre ello un libro esencial: Managing university autonomy - University
autonomy and the institutional balancing of teaching and research. Proceedings
of the Seminar of the Magna Charta Observatory 15th September 2005
Escribimos en este volumen:
Prof. Fabio Roversi-Monaco, President of the
Collegium Magna Charta Observatory, Bologna; Prof. Ulrike Felt University
of Vienna; Prof. Michael Gibbons, Science and Technology Policy Research
Institute, Brighton; Prof. Orlando Albornoz, Universidad Central de Venezuela,
Caracas; Prof. Paolo Blasi, University of Florence; Prof. Jon Torfi Jonasson University
of Iceland, Reykjavik; Prof. Peter Magrat, National Association of State
Universities and Land - Grant Colleges, Washington; Prof. Tuyakbai.Z. Rysbekov,
Western Kazakhstan State University.
La tesis esencial –discutida en esa reunión que tuvo
lugar en Bologna y posteriormente en Helsinki- es que la autonomía y la libertad
académica no pueden ser un derecho, sino una oportunidad que ha de conquistar el
investigador y el docente, verificable a través de los méritos, elaborando de mi
parte que una persona que apenas ingresa a la docencia y eventualmente a la investigación
no puede reclamar el derecho a la virtud, pues esta es la consecuencia de un valor
que ha añadido la comunidad académica y ello me llevaría a cuestionar quien califica la autonomía, y no son otros
que los académicos viejos, que han ganado del derecho a la autonomía, con su producción
académica. Introduje adicionalmente en esas oportunidades la noción del relativismo
cultural que debemos priorizar los científicos sociales y la noción de
autonomía es completamente distinta en una economía de mercado a la que opera
en una economía de capitalismo de estado, como la venezolana, señalando el vacío
cuando los académicos, como es el caso de la universidad de provincia a la cual
aludo y de hecho las universidades autónomas del país, acatan sumisos ser
peones de una burocracia estatal. El mismo peonaje académico que acontece en
las universidades privadas, excepto que estas operan de manera eficiente,
porque no se escucha, nunca, de
protestas de los profesores y de paros de las actividades en las mismas.
El tema de la libertad académica
está vigente, justo entre 26 y 28 de septiembre de 2016 se efectuará en Berkeley,
California el Times Higher Summit, sobre el tema general de las World class universities and the public good.
La inscripción al evento es de $ 1.200 y una de las sesiones es sobre: “Academic
freedom, institutional autonomy and a democratic cultura”. Luego, ya se
anticipa la reunión en la Universidad de Córdoba del siglo de su reforma y allí
se discutirá el tema de qué pasa con la libertad académica un siglo después de aquel
evento –en cuya reunión de junio de 2018 tendré el honor de dictar una
conferencia de las que llaman ‘magistral’ –usualmente sin razón alguna de así
decirlo, sobre el tema que he propuesto para esa oportunidad: “La reforma de Córdoba,
un siglo después: el significado contemporáneo de la autonomía y la libertad académica”.[2]
El caso es que en la literatura común hoy en
día, sobre la universidad venezolana, es que tenemos que aceptar que el talento
tiene un valor –de allí mis actuales esfuerzos por elaborar una teoría del valor
académico en la región de América Latina y el Caribe, y entre los muchos
materiales que tengo a la mano puedo citar un breve trabajo escrito por un
colega australiano: D. G. Blight (2002) “Universities: Independence or death. A selective guide to being a good university”, en:
Maaike Dhondt y Bernd Wächter (Editores) Marketing
education worldwide. El caso es que después de una comunicación en la cual me señalaban cuan
irresponsable había sido, por no haber acatado la ortodoxia, en silencio, decidí
terminar la conversación electrónica, con un breve texto inspirado por Salman
Rushdie, que añado en esta ocasión, pues sintetiza mi sentimiento en relación
al tema de lo académico como tal y como los venezolanos hemos organizado un
vasto y robusto sistema con muchas universidades, muchos estudiantes, que requieren
de muchos profesores, pero aparte de conceder títulos y credenciales, algunas propios
de productos de ‘bachaqueo’, porque como en la célebre canción estos si se
compran y se venden, pues no tenemos vida académica y en general en las
universidades había dinero para todo lo accesorio, como agasajos y otros
aditamentos, pero no para lo académico y muchos menos eso de publicar libros.
La reforma de la universidad pasa por dividirse a las
mismas en tres módulos institucionales, actividad que he tratado de ejecutar en países
como México y Turquía, en los cuales he pasado al menos una década asesorando sus gobiernos,
ambos en momentos históricamente interesantes, uno por su vecindad con USA, el
otro porque quiere incorporarse a Europa, ahora un paso más importante,
probablemente, con el inesperado caso del BREXIT. La división es, tomemos como
ejemplo mi institución de adhesión, la UCV, en tres módulos:
- Uno el académico,
la universidad de producción de recursos humanos y de conocimientos sin
ataduras comerciales pero parte de las exigencias del estado.
- Dos la universidad corporativa,
destinada a producir fondos para todo el conjunto y
- Tres la universidad virtual, con ámbito latinoamericana,
con efectos electrónicos en varios países –tal como la ideó mi discípulo
José Silvio –tempranamente fallecido (1950-2010), en su magnífico libro
(2000) La virtualización de la
universidad. Pero no, en Venezuela a veces pienso que estamos en la
era de la mendicidad, dependiendo del gobierno, luchando contra la
irracionalidad más absurda.
“Muy apreciada Doctora: acuso recibo de su más
reciente correo. Veo que se ha tomado Ud. mi cancelación del viaje a esa a
título personal. No debe hacerlo Dra. Fue la mía una decisión que contraría mi
deseo personal, pero en medio de muchas vacilaciones decidí no ir excepto que
hubiese una compensación, solicitud absolutamente normal, como Ud. que ha
viajado tanto sabe perfectamente bien. Es entonces la mía una decisión
profesional, nada personal. No he hallado mejor respuesta a su correo,
extrañamente agresivo, sobre todo proviniendo de una dama tan culta, educada y
por demás atractiva, incluyendo un uso del lenguaje que hallo sorprendente y un
sentimiento de burla que percibo entre líneas, sobre mi oferta de publicar mis
libros en esa -casi como si la misma hubiese sido una propuesta indecente. No he hallado mejor respuesta a su correo,
virulento y ‘jurídico’ –al leerlo casi esperaba en el siguiente párrafo
encontrar a Ud. citando el Artículo 18, cláusula 3, aparte 11, de alguna ley de
esas que usan los políticos para justificar todo cuando hacen. Pero voy a lo
que le señalaba, la primera página del texto de Salman Rushdie “Is nothing
sacred?”, la famosa conferencia dicha el 6 de febrero de 1990, la Herbert Read
Memorial Lecture, en
donde uno de mis dos escritores favoritos –el otro es Vida Naipaul, mí
contemporáneo pues nacimos el mismo año, 1932, y cuya amistad venero en la
admiración que le profeso- decía:
“I grew up kissing books
and bread. In our house, whenever anyone dropped a book or let fall a chapati
or a 'slice', which was our word for a triangle of buttered leavened bread, the
fallen object was required not only to be picked up but also kissed, by way of
apology for the act of clumsy disrespect. 1 was as care1ess and butter-fingered
as any child and, accordingly, during my childhood years, I kissed a large
number of 'slices' and also my fair share of books. Devout households in India
often contained, and still contain, persons in the habit of kissing holy books.
But we kissed everything. We kissed dictionaries and atlases. We kissed Enid
Blyton novels and Superman comics. If I’d ever dropped the telephone directory
I'd probably have kissed that, too. All this happened before I had ever kissed
a girl. In fact it would almost be true, true enough for a fiction writer,
anyhow, to say that once I started kissing girls, my activities with regard to
bread and books lost some of their special excitement. But one never forgets
one's first loves. Bread and books: food for the body and food for the
soul-what could be more worthy of our respect, and even love? It has always
been a shock to me to meet people for whom books simply do not matter, and
people who are scornful of the act of reading, let alone writing. It is perhaps
always astonishing to learn that your beloved is not as attractive to others as
she is to you. My most beloved books have been fictions, and in the last twelve
months I have been obliged to accept that for many millions of human beings,
these books are entirely without attraction or value. We have been witnessing
an attack upon a particular work of fiction that is also an attack upon the
very ideas of the novel form, an attack of such bewildering ferocity that it
has become necessary to restate what is most precious about the art of
literature -to answer the attack, not by an attack, but by a declaration of
love”.
Dicho todo lo anterior dejemos pues en paz al
Dr. Kammerer y esperemos, solamente, que su tumba no sea profanada, como parece
que ocurre en nuestro tiempo, en donde el capricho de unos babalaos hizo abrir la tumba de Bolívar.
Un pensamiento final sobre este tema es como hay que advertir que una comunidad
académica habituada a vivir como mendigos necesita tiempo y estímulos para
cambiar de patrón. La universidad venezolana está paralizada, comme le pays.
Hay que abrirla, separar la fuerza laboral de la activa, pagar por desempeño que
no por función, explotar el inmenso patrimonio que tiene la universidad autónoma
para generar fondos, entablar vínculos con la sociedad, ser más agresiva, ser mas
transparente –la sociedad no sabe que ocurre dentro de las universidades y las mismas
parecen obedecer más bien una cultura cuartelaría porque no sabemos qué pasa en
los cuarteles. Confidencial.
La universidad venezolana es varias cosas pero la pública es una
maquinaria de consumir capital y produce egresados al granel pero poca ciencia.
Las privadas según pues unas son de misión –empresarial o religiosa- otras de comercio pero ninguna, oficial o
privada, hace lo que tienen que hacer los bancos: publicar sus estados de cuenta.
La verdad es que, aparte de la parafernalia de los líderes del gobierno, el estado
está sobresaturado y quizás sobregirado, en sus gastos. Tendría que abrir
espacio al sector privado des-regulándolo en esa materia y hacer recortes en el
gasto público en la educación superior y permitir que este sector pueda
comercializar sus servicios, como veremos más adelante. Una sana discusión seria
útil: ¿Por qué la universidad ha de ser gratuita? ¿Por qué darle tres comidas y
transporte gratis a los estudiantes, sin compensación alguna en el rendimiento
académico de los mismos?
En cuanto a la universidad pública
venezolana la misma sabe cómo gastar pero no sabe como generar fondos ni tampoco
producir conocimientos que añadan valor a la economía. Sobre el tema de que en
nuestras universidades saben cómo gastar hago una pregunta sencilla: ¿Me puede
alguien explicar el porqué un rector o autoridad de una universidad requiere
auto con chofer, usualmente de modelo reciente, a pesar de que resida a la
vuelta de la esquina de su despacho? Esa es la miopía con la cual me he topado
en el caso del breve incidente académico que me ha permitido elaborar este divertimento
de mi parte. Me refiero a la miopía de creer que los venezolanos tenemos
derecho y a menudo la obligación de ser parásitos. Es hora de que aprendan a como generar fondos,
pues de ese modo serán independientes y podrán ser autónomos y liberaran al
estado de recursos que deben ir a la salud y a la escuela básica y de hecho al
espacio educativo, el más desvalido de una sociedad muy particular, la mía. La
primera lección de esta ‘nueva’ universidad es que la misma aprenda que todo
producto tiene un valor, que si se comercializan se podrían tener ingresos para
prosperar y que, después de todo, los productos académicos tienen tanto valor
como lo que usan los plomeros y los electricistas, en sus tareas diarias como
‘técnicos’ a veces simples emprendedores de tanta utilidad para la sociedad
–una sociedad inerme que ha sido incapaz de certificar el trabajo de los
técnicos.
El 27 de junio de 2016 un grupo de venezolanos
hicieron una protesta en la Embajada de México en Caracas, mostrando
solidaridad con una tragedia reciente ocurrida en la ciudad cuna de Benito
Juárez. En efecto, bajo el grito de Oaxaca, escucha, tu lucha es nuestra lucha
“Movimientos
sociales, colectivos e individualidades se dieron cita este lunes 27 de junio
en la sede de la Embajada de México en Venezuela, ubicada en El Rosal Caracas,
para condenar la brutal represión sufrida por los maestros en la entidad
mexicana de Oaxaca. A partir del mediodía el plantón se instaló con banderas de
apoyo a la lucha de los maestros mexicanos y en rechazo a las reformas
impulsadas por el presidente Peña Nieto, cuyos contenidos responden a un
programa abiertamente neoliberal. El pasado 19 de junio la policía federal
reprimió ferozmente al movimiento magisterial en Oaxaca dejando 12 víctimas
fatales, 25 desaparecidos y decenas de heridos”. Esta tragedia se asocia
inmediatamente con la ocurrida el año 2015 en la
localidad de Iguala, en el estado de Guerrero, “en donde 58 normalistas, fueron
blanco de los ataques armados de agentes municipales, comandos parapoliciales y
muy posiblemente también sicarios”.
La protesta de los venezolanos
incluía que la trágica acción contra los maestros en Oaxaca asumía ‘contenidos (que) responden a un programa
abiertamente neoliberal’ y una pancarta señalaba ‘No a la privatización’. Esto
es, se asocia neoliberalismo y privatización con crimen y terrorismo de estado.
Nada más lejano de la verdad, y planteado así en esos términos oscurece el
juicio y propone un argumento sesgado, cuya lógica es, repetimos, interesada,
pues defiende pro domo sua un sólo
lado de la moneda.
Esa asociación provoca rechazo, natural. En ese
caso todo lo que tenga signos de lo que de manera negativa se atribuye a la
privatización de la escolaridad se torna inmoral, por decir lo menos, no
obstante que nadie se preocupe de que la educación es privada, porque, en efecto,
el acto de enseñanza y aprendizaje en el hogar es, esencialmente, un acto
privado, en donde más bien se puede sostener que es en la educación en donde el
estado ha de tratar de intervenir, para hacer público tal serísimo acto de formación
de las personas, sujetos a lo privado y proclive a abusos, de todo género, como
se sabe, entre ellos el maltrato a los débiles del núcleo hogar, la mujer y los
niños y ancianos, frente al poder omnímodo, físico y social, del hombre, del
cacique que los venezolanos cultivamos en todo hogar, más allá de las
diferencias de clase social, de ubicación regional o de ocupación laboral.
Dicho lo anterior, pienso probable una discusión
acerca de la necesidad de que la universidad oficial venezolana disponga de
caminos que le emitan generar fondos alternativos a los que aporta el estado. Esto
es, que se abran esas instituciones a mecanismos de generación de fondos,
proceso de comercialización que no de privatización. Ello pareciera
absolutamente necesario, porque de otra manera nuestras universidades oficiales
no podrán contar con los recursos suficientes como para reparar la planta
física y renovar la académica. No mencionaré ninguno de estos instrumentos
disponibles, excepto señalar que la UCV, mi universidad de adscripción, tiene
un enorme potencial para generar fondos, desde el elemental branding hasta
solicitar la cooperación de sus actores para que contribuyan a cubrir los cada
vez más elevados recursos que necesita una institución como la citada, que
pudiera aplicar, reitero, una serie de medidas tendentes a generar fondos a
raves de procesos de comercialización, sin que ello suponga, en modo alguno,
privatizar a la misma. Cuando los líderes del gobierno revolucionario
venezolano aluden, de manera falsa, que ‘iban (ellos) a privatizar a las
universidades’ incurrían en un error, porque no solo nadie ha propuesto nunca
privatizar a la UCV, pero si es perfectamente posible discutir su
comercialización.
En cuanto a la integridad de la academia en
Venezuela acoto lo que ha señalado un escritor surafricano, quien me ha hecho
pensar como los peores enemigos que tenemos los académicos, en Venezuela,
quizás sean los propios académicos que prefieren la pereza mental y vivir a la
sombra del estado, en vez de luchar para hacer a la universidad independiente y
con ello mas autónoma, pero son académicos que se acogen al eslogan ocioso del
‘No hay dinero porque el gobierno no nos ha hecho llegar los montos que por
obra divina nos pertenecen’. Decía recientemente John Coetzee, premio
Nobel de Literatura en 2003, uno de los
grandes escritores vivos y uno de los más esquivos:
P. Usted escribió un libro entero contra la censura en el que decía que es una señal de
debilidad y no de fortaleza. ¿Qué pensó cuando leyó los informes de los
censores sudafricanos sobre sus propias novelas?
R. No conocí la identidad de los censores que
juzgaron mis libros hasta que, en los años noventa, se abrieron al público los
archivos del Gobierno del apartheid. Fue entonces cuando descubrí que entre esos
censores había colegas míos de la Universidad de Ciudad del Cabo. En otras
palabras, que me había estado codeando a diario con gente que en secreto –al
menos en secreto para mí- estaba juzgando si se me permitía ser publicado y
leído en mi propio país. Me asombró que, además, les pareciera aceptable
mantener relaciones cordiales con escritores –incluido yo- a los que estaban
juzgando en secreto.
Yo he convivido,
entonces, todos mis años en una academia que espera la dadivosa mano del
estado, en forma denigrante, porque hemos sido
una caterva de inútiles incapaces de generar fondos, para ser libres,
porque se acogen voluntariamente a la sumisión. Cito a manera de conclusión a
John Stuart Mill (1806-1873) quien en 1859 publicó el tratado de la libertad
según las propuestas liberales: Sobre la libertad o bien pudiera citar a otro filosofo del
tema, a Roger Garaudy y su libro La liberté (1955). Veamos que escribió sobre
la libertad el británico, palabras que hallo análogas en la obra del venezolano
Juan Germán Roscio en su obra de 1817: Triunfo de la libertad sobre el
despotismo –un pensador esencial, tanto como Andrés Bello, ambos símbolos de
nuestra civilidad e ignorados por los venezolanos, que al parecer adoramos los
uniformes de los militares y su manía de dar órdenes.
“Sería muy beneficioso, en verdad, que la
educación actual rindiera estos buenos oficios más a menudo y más libremente de
lo que las formas de cortesía lo permiten hoy, y que, además, una persona
pudiese decir francamente a su vecino que está cometiendo una falta, sin ser
considerada por ello como presuntuosa y descortés. Tenemos derecho por nuestra
parte, a obrar de acuerdo con la opinión desfavorable que nos merece una
persona, no para oprimir su individualidad, sino simplemente en el ejercicio de
la nuestra. No estamos obligados, por ejemplo, a solicitar su compañía; tenemos
el derecho de evitarla (si bien no alardeando de ello), pues tenemos también
derecho a escoger la compañía que más nos convenga” (115).
En esta materia, entonces, es permitido creer
que mi ‘vecino (…..) está cometiendo una
falta y no hay necesidad el suicidarse a la Kammerer para comprender que seguir
dependiendo del estado y de los humores de sus gobiernos no es el mejor escenario
para las universidades y que el tema de la autonomía y la libertad academia es
una ecuaicon en donde la libertad precede a la academia. Por ello requerimos
los académicos despojarnos de la mentalidad de esclavos y acatar con alegría el
aforismo de Newton: “If I have seen
farther, it is by standing on the shoulders of giants." Ver lejos, en
el caso de las universidades autónomas, es mirar más allá de un ministerio, de
un ministro y de un convenio, símbolos todos del suicidio y del fraude.
Cité al inicio de mi ensayo a Arthur Koestler
cuando este aludía a
“…a social order which denies an eminent scientist
that secure existence which is indispensable for creative activity; a
scientific orthodoxy that denied him the recognition, the means for teaching
and research which are his due, only because he did not think, feel and act in
an orthodox manner”
En el
caso venezolano los académicos tenemos dos aspectos de la ortodoxia criminal.
Una, la decadencia de nuestra academia, porque sus símbolos son violados, de
manera que juzgo irreversible. Los símbolos, como bien saben los hombres y mujeres
que se inclinan por hallar nichos laborales en las fuerzas armadas, cuya vida diaria
está condicionada por símbolos, grandes y pequeños. Lo mismo ocurre en la
Iglesia Católica, en donde los protocolos que regulan la vida de quienes, por
su parte, se inclinan por servir a Dios –así dicen, al menos, como los
militares aseguran a cada momento que su función es defender la soberanía de la
nación- y acatan con rigor y severidad los símbolos que los identifican en su diario
acontecer. Pero la academia venezolana es débil y ni siquiera protege sus símbolos.
Hallo un ejemplo de ello en el caso de un Capitán de Navío retirado que es
gobernador de un estado, quien declara en su hoja de vida que es ‘un militar, político y filósofo venezolano’ si bien no hallo indicios algunos
de su legitimidad como filosofo –ni títulos ni obras- una graciosa deriva del teatro del absurdo. En
efecto, según pude leer en la página de una universidad el citado gobernador
‘filosofo’ tuvo la audacia de dictar una conferencia que pocos epistemólogos se
atreverían a dictar, mucho menos en el nivel absolutamente de primera línea de
complejidad, como es un ‘post-doctorado’:
“(…..)
participó la mañana de este domingo como ponente invitado en el post-doctorado
de Filosofía de la Ciencia y Transdiciplinariedad que dicta la Universidad
Nacional Experimental "Rómulo Gallegos" (Unerg). Junto a destacadas
figuras del acontecer nacional, Rodríguez Chacín disertó sobre la Educación y
los Valores desde la perspectiva ideopolítica (sic). Durante su participación el primer mandatario regional
abordó la temática señalada haciendo énfasis en los distintos procesos
históricos y la trascendencia en la humanidad y particularmente en Venezuela….
Por su parte, el presidente del Centro Internacional Miranda, Luis Bonilla dijo
que la educación, al igual que la sociedad va en evolución constante, por
tanto, el docente debe ir a la par de la transformación que vive cada nación.
Bonilla hizo hincapié en la perspectiva de la educación y la política. El
ex-viceministro dijo que este tipo de encuentros son necesarios para la actualización
y el debate permanente de los docentes venezolanos, por lo que, felicitó la
iniciativa de la Unerg en propiciar los espacios para el compartir de saberes
vinculados a la educación.
La verdad es que asombra esta narrativa. Pero la misma define la pobreza de nuestra
simbología, en donde el conocimiento se secundariza y, para seguir el sentido
del párrafo de Salman Rushdie, ¿es que no hay nada sagrado en nuestra academia
y cualquier aventurero se viste de general en jefe y arenga a su tropa dominical
en lenguaje mudo, a falta de buenas palabras, à la Rosenblat?
El segundo aspecto de nuestra ortodoxia es el ámbito
político e ideológico nacional, que se construye en las famosas cadenas de
raido y televisión, en donde aparece desde años el mismo señor diciendo todo
aquello cuanto se le ocurre, importante o banal, si bien nunca se sabe cuando comienza
una cuestión o la otra, en un discurso que seguramente deja perplejos a los especialistas
en el tema del discurso, que fueron reunidos en un libro excepcional, para fortuna
de nuestros valores académicos: Haciendo
discurso. Homenaje a Adriana Bolívar (2009), obra serísima editada por
Martha Shiro, Paola Bentivoglio y Frances D. Erlich, publicada por la UCV, en donde
no temen a los libros, sino que los atesoran. Es este un ámbito nacional en
donde se vulgariza el lenguaje y por ende el mundo de las ideas y se conduce el
pensamiento a lo que piensa un supuesto ‘pueblo’ que no traduzco al alemán por temor,
en este caso válido y legitimo miedo cervical, porque recuerda una de las más
tristes páginas de la historia humana, el nacional socialismo. Y así aparecen
universidades por doquier, ad hoc según
determinadas actividades, una lista larga
que de momento al parecer solo comienza y en todas ellas, dominadas no por el estado
sino por el gobierno, parece implacable el binomio que califica a la ortodoxia
mas nefasta de imaginar: la dictadura política y el autoritarismo ideológico,
de una sociedad que en busca de apoyos y alianzas internacionales, incluye a Corea
del Norte, quizás la sociedad más represiva del momento, si bien acepto que hay
otras, cuya característica común es la adoración de un hombre, el líder, y la aplicación indubitable de una doctrina.
Notas
[1]Es posible que Podemos le deba a Chávez
el que este les haya permitido acceder a fondos que a su vez permitieron emerger el movimiento que dirige Iglesias, pero
la fundamentación teórica del movimiento de Podemos se debe, entre otras
influencias, obviamente, al
recientemente fallecido politólogo argentino Ernesto Laclau y su esposa la
politólogo belga Chantal Mouffe. De Ernesto Laclau (1935-2014) véase, entre otros
trabajos: Modos de producción sobre América Latina, Ediciones Pasado y Presente,
Córdoba, 1973; Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría
marxista: capitalismo, fascismo, populismo, Siglo XXI, México, 1978; Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia
socialista [1985], FCE, Buenos Aires, 2004; Ernesto Laclau, Misticismo,
retórica y política, FCE, México, 2002; Ernesto Laclau, La
Razón Populista, FCE, Buenos Aires, 2005. De Chantal Mouffe
véase de (2003) La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa; Mouffe,
Chantal (2007): En torno a lo político. Madrid: Fondo de Cultura
Económica; Hegemonía y estrategia socialista. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2004
[2] Acoto que, ya en nuestras
latitudes, El Congreso Internacional de Conocimiento e Innovación – a efectuarse en
Bogotá (31 de octubre y 1 de noviembre de 2016) es un evento regional que tiene como objetivo
promover el desarrollo conceptual, metodológico y la práctica en Gestión del
Conocimiento, Capital Intelectual y Gestión de la Innovación y cuyo costo es de
$ 300 por participante. Es una necedad creer que el conocimiento carece de
costo y de beneficios para el capital que se invierta en producirlo o
diseminarlo.
Una visión periodistica se puede consultar en: http://www.abc.es/20120416/archivo-historia-abc/abci-kammerer-sapo-partero-201204131617.html (Consultado el 01.07.2016).
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