Flor de Cariaquito Morao |
Estamos seguros que es necesaria la salida del Presidente, para comenzar a resolver los principales problemas que confrontamos: desabastecimiento de alimentos y medicinas; inflación exorbitante de los productos de todo tipo; e inseguridad, para resumir la situación.
Cerrada la oportunidad del revocatorio y demostrado
el carácter ilegítimo de las acciones de casi todos los poderes públicos para
mantener al Presidente y al régimen, sólo parece que la protesta pacífica es la
alternativa que el gobierno y el mundo entienden como la
forma de expresarse un pueblo que se le está negando a votar su decisión de
cambiar al gobierno.
Una de las últimas estrategias han sido los
llamados trancones de las vías públicas. El pasado miércoles 28 de junio
ocurrió el más ampliamente asumido por una parte importante de la población
venezolana, aunque ya se han producido
otros muchos, en el tiempo de esta larga protesta que ya llega a los 90 días… y con muchos
muertos. No quiero hablar de la
violencia ejercida por la GNB, la PN y los llamados colectivos que apoyan al
gobierno. Creo que es ocioso. Hay violencia y las armas están de un lado, la
del gobierno.
Pues bueno, el miércoles 28 de junio, estaba
esperando tres recipientes de insulina
para un amigo, que una familiar me había enviado desde los EEUU hasta
Mérida. La historia de esta situación, no puedo dejar de escribirla. Muestra
fehacientemente una de las razones por la que más del 90% de los venezolanos
queremos salir del Presidente y del régimen político. Y evidencia que el canal
humanitario que se está pidiendo no es por gusto y sería un alivio para muchos
venezolanos.
La insulina es un producto que requieren quienes no
pueden producirla naturalmente en su organismo para metabolizar la glicemia (azucares)
y proveer de energía al organismo. Hay quienes tienen que inyectársela cada
día. No pueden dejar de hacerlo o enferman y mueren. No es gracia esto, cuando
se llega a un cierto nivel de la enfermedad. Además, el producto tiene que
mantenerse frío y por ello cuando se traslada siempre se coloca en recipientes con hielo seco.
Bueno, para hacer el cuento corto. Luego de una
larga gestión, unos familiares compraron
la glicemia en los EEUU, la enviaron hasta Bogotá por una empresa de transporte, de allí otros
amigos la llevaron a Cúcuta. Otros la pasaron por la frontera y la llevaron
hasta Colom en el Estado Táchira. El miércoles los amigos de esa población tachirense
se la entregaron al chofer de un transporte público y yo debía recogerla en el terminal de
Mérida. Para poder estar al tanto de cualquier vicisitud y saber el momento de
ir a buscarla al terminal de pasajeros terrestres de Mérida le dieron mi
número del celular.
Toda la mañana estuve pendiente y monitoreando el
trancón, previendo que se podría demorar más de la cuenta por la situación de
protesta.
A las 2:15 pm suena el celular y escucho: “Sr.
Humberto: en la alcabala de XXX revisaron la insulina y, pese a mostrarle los papeles que me
entregaron que incluía el récipe y la
factura de compra, el guardia nacional me pide un informe del médico que
indique que ese paciente necesita la insulina.” El pobre chofer angustiado me
pregunta qué decir y si yo quiero
hablar con el guardia.
Luego de varias semanas de estar detrás de éste
trámite. De lograr que los familiares se pusieran de acuerdo para comprar la
insulina. De enviarla desde EEUU por vía aérea y terrestre hasta Bogotá y el Táchira, a mi lo único que me provocaba
era “fusilar” al guardia nacional y con él al régimen venezolano.
Tomé aire y le dije enfáticamente al chofer: “Dígale
a ese guardia nacional lo siguiente: el señor que aparece en el récipe tiene treinta años poniéndose insulina. Que
ese producto no se consigue en Venezuela, desde hace algún tiempo. Que si no se le administra la insulina a la
persona se va a morir. Que si quiere
cargar sobre sus espaldas con la muerte de un ser humano, que la decomise.”
Además, cerré mi conversación con el
atribulado chofer, así: “No quiero hablar con ese sujeto”. “Avíseme lo que termine de pasar”.
Un rato después, volví a recibir llamada del chofer
que en su alegría no se explicaba bien.
En una muestra de magnificencia, le habían aceptado pasar la insulina y
que “para la próxima vez se
debe mostrar el informe médico”. Cuando logré entender lo que me decía, mi
alegría me hizo desaparecer la molestia extrema que tenía con el guardia, pero
no con el régimen. Igualmente, agradecer al dedicado servidor público, es decir
al chofer, que había dado la cara por mi amigo quien es dependiente del uso
externo de la insulina.
El trancón impidió que el transporte público en
donde venía el paquete llegara a Mérida y todos los pasajeros debieron apearse
en Ejido. Afortunadamente, la persona
para quien era la insulina vive en esa ciudad y pudo recibir en sus manos
la necesitada medicina. Gracias a todos los que ayudaron a que llegara la
insulina.
Millones de venezolanos vivimos con la angustia de no encontrar las medicinas que debemos usar para nuestras enfermedades crónicas, en especial los de la tercera edad. Otros que las encuentran no les alcanza lo que tienen para pagarlas. Y a quienes se las tratan de mandar del exterior sus familiares, deben pasar por el víacrusis que he relatado.
La otra desgracia, a la que nos referimos en el
título, es que el pasado miércoles
(28.06.2017) hubo cinco muertos en las
protestas en Venezuela. Cinco jóvenes que luchan desarmados por hacerle
entender a este régimen que debe irse y permitir paz y progreso para TODOS en
Venezuela. ¡Qué momentos tan complicados estamos viviendo!
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