Para los venezolanos que
nacimos en la mitad del siglo XX no hay
navidad que se pueda celebrar sin Las Uvas
del Tiempo y la atragantada rapidísima
de las doce uvas en el último minuto de cada año que culmina. A veces sin pensar mucho en los deseos que se
aspiran para el año siguiente.
Pero también, los de mi edad, recordamos el poema de Andrés Eloy Blanco Canto de los Hijos en Marcha, escrito
mientras permanecía cautivo en La Rotunda (Madre si me matan...)[1].
Así mismo, su Palabreo de la Loca Luz
Caraballo, producido mientras estuvo confinado en Timotes, luego de ser
liberado del Castillo de Puerto Cabello.
Del libro de Alfonso Ramírez hay más que destacar la enorme cantidad
de información presentada y el detalle tan acabado en cada afirmación sobre
la vida del biografiado. A la información aportada se agregan decenas de fotos
que, no obstante el tiempo, siguen hablando de los años de oprobio vividos por Andrés Eloy Blanco y el país. Y es que solo hemos leído los primeros cinco
capítulos, hasta la muerte del dictador de la Mulera, Juan Vicente Gómez. Debo indicar,
que en total, son XIX capítulos y dos anexos, con más de 600 páginas. Ya en
otra oportunidad haré reseñas de otros aspectos del libro.
La pequeña lectura que hemos realizado hasta ahora nos ha llevado a reflexionar sobre
la situación de la actual realidad venezolana. Y es que los datos sobre la prisión
de Andrés Eloy Blanco, en la Rotunda y posteriormente en el Castillo de Puerto
Cabello, así como su confinamiento, en poblaciones como Timotes o Valera, no
dejan de recordarnos la situación de los actuales presos políticos del régimen Chavista-Madurista.
Andrés Eloy Blanco durante su confinamiento en Timotes , Valera y Caracas, no
podía trabajar. Escasamente se podía relacionar con niños. Las personas adultas
que le visitaban o con él hablasen, eran seguidas por los “funcionarios” del régimen y
en muchos casos detenidas o llamadas para “averiguaciones”. La maldad del
régimen era total. ¡Como nos recuerda lo que ahora vivimos!
Solo una anécdota quiero mostrar para reafirmar que los regímenes políticos,
que no son verdaderamente democráticos, actúan todos de la misma forma,
haciendo aliados con los sectores sociales
más perversos. Utilizándolos, por un tiempo hasta convertirlos en sus perseguidos también. Y esto es bueno
recordarlo para que no se olvide que la justicia, puede tardar, pero al fin
llega.
Andrés Eloy Blanco se activó, en su lucha contra el régimen gomecista, luego de los sucesos de la semana del
estudiante de 1928 y entre otras actividades fundó un periodiquillo que circulaba clandestinamente: El Imparcial. Poco después es detenido,
el 24 de octubre de ese mismo año. La represión era feroz y bien circunscrita. Nos dice Ramírez al respecto: “Las
mujeres fueron, junto con los estudiantes, protagonistas de aquellas jornadas,
las únicas que estremecieron los cimientos de la dictadura gomecista…” Cuando apresan a Andrés Eloy Blanco, hacen lo mismo con uno de sus cuñados. Le aseguran al poeta que si
no se declara responsable de lo que lo acusan, su cuñado será torturado. Por
supuesto, logró que su familiar firmara inculpándolo,
pues él era el opositor al régimen. Entonces permanecerá tres y medio largos años entre la Rotunda y el Castillo de
Puerro Cabello. ¡Cuánta similitud, con lo de hoy!
Para terminar esta reseña parcial, del libro de Alfonso Ramírez, deseo
compartir una sorpresa que tuvo Andrés Eloy Blanco cuando fue trasladado, en
octubre de 1929, al Castillo de Puerto
Cabello. Aquí lo recibió un personaje que había conocido en su trabajo de
abogado. Un delincuente que había robado ganado a un cliente suyo en Apure y
había matado en su andanzas, y a quien había el poeta y abogado había logrado que los tribunales condenaran.
Nos relata el propia Andrés Eloy Blanco, muchos años después, en un texto que
incorporó Ramírez a la biografía: “… el distinguido delincuente había merecido
los honores de ser investido con el Cargo de Cabo de Presos. De modo que tuvo él
el placer exquisito de encargarse de mis pobres pantorrillas…” Y, por supuesto, disfrutar de castigarle
colocándole los famosos grillos, de las prisiones gomecistas. Antes cabos de
presos, ahora pranes… y otras figuras maléficas de esa tradicional alianza
de los gobiernos con los delincuentes. De seguro que les parecerá esto, como relatos
recientes. ¿No lo creen?
Recomiendo la lectura de la Biografía
de Andrés Eloy Blanco de Alfonso Ramírez, cuya edición estuvo al cuidado de
Ramón Sosa, por lo cual los gazapos están disminuidos al máximo. Felicitaciones a Drolanca por este trabajo,
ojalá circule y sea leído para aprender de nuestra historia pasada y reciente.
[1]
La estrofa más conocida del poema
dice: “Madre, si me matan,/ábreme la
herida, ciérrame los ojos/ y tráeme un pobre hombre de algún pobres pueblos/y
esa pobre mano por la que me matan/pónmela en la herida por la que me muero.”
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