Humberto Ruiz
Hay un teórico del currículum en la educación superior, de cuyo nombre no puedo acordarme –como parafraseando al Quijote-, quien ha expresado radicalmente la dificultad de cambiar el currículum. El personaje ha dicho que es más fácil mudar a los muertos de un cementerio, con su participación, que producir cambios en el currículum universitario. Quizás sea una exageración, pero algo de cierto hay.
En esto de los cambios del currículum hay mucho de donde cortar. Pero, circunscribiéndonos al nivel más elemental del mismo, aquel que se traduce en el programa de la asignatura y de la práctica del docente en el aula, hay cambios y pueden ser muy importantes, sin que prácticamente la administración universitaria los detecte, los evalúe y en caso positivo los estimule. Pero, quienes sí se percatan de ellos son los alumnos y también los empleadores, cuando los estudiantes salen al mercado laboral. Los alumnos saben cuándo un profesor conoce lo que enseña y si lo hace bien, de la misma forma, en qué medida está actualizado.
Y para saber lo que se enseña y estar actualizado se necesitan tres cosas: una, formación excelente de los profesores, las otras tiempo y recursos para mantenerse profesionalmente al día. En los dos últimos aspectos –tiempo y recursos para la actualización- se produce bien por una activa labor de investigación o por el ejercicio de una práctica profesional de calidad. Y todo ello son hoy los grandes ausentes en la diatriba entre las autoridades universitarias, los gremios y el gobierno, por la situación presupuestaria de las universidades.
En la absurda política de hambre hacia los profesores, del gobierno venezolano, el gran perdedor es el tiempo y los recursos para que los profesores se actualicen en las asignaturas que enseñan. Y por supuesto, lo sufrirán los estudiantes, no ahora, sino en unos años más, cuando su preparación sirva poco o nada en la compleja confrontación del mercado profesional global del futuro, que deberán enfrentar.
Todo lo anterior viene al caso para recordar que, durante la pasada gestión académica de la Universidad de Los Andes (Venezuela) se estudió, diseñó y aprobó –por unanimidad en el Consejo Universitario- un programa de estímulo a la calidad del pregrado, que lleva el nombre del ilustre venezolano civil del siglo XIX: Andrés Bello. El programa fue una verdadera innovación educativa, no solo en el ámbito nacional. El mismo, a cuenta de que los administradores y profesores de los programas de pregrado, compitiesen por evaluarse y ganar premios, lo que se buscaba es que determinaran qué estaban haciendo y cómo pudieran mejorar sistemáticamente en el tiempo. El programa se convocó tres veces entre el 2005 y el 2008. Y no ha vuelto a abrirse, lamentablemente, al parecer, por falta de presupuesto.
Pero, algo bueno ha ocurrido. El libro que recoge la experiencia del Programa "Andrés Bello", que además estaba agotado, ahora se puede consultar e incluso bajar de la biblioteca digital del Vicerrectorado Académico de la ULA. Para quienes puedan estar interesados en estos temas, -hoy esotéricos- de la calidad de la educación superior en América Latina, les invitamos a consultarlo en el siguiente link:
http://www.serbi.ula.ve/serbiula/librose/pva/temasuniversitarios.html
Si desea bajar el libro en formato PDF ir directamente a éste otro link:
http://www.serbi.ula.ve/serbiula/librose/pva/temasuniversitarios.html
Si desea bajar el libro en formato PDF ir directamente a éste otro link:
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