Humberto Ruiz Calderón
Los venezolanos enfrentan
la más importante decisión política de su vida republicana. Antes que un cambio
de régimen político lo que se deberá escoger es un modelo de vida social.
El
próximo 7 de octubre éste país deberá decidir entre un modelo de sociedad
personalista, autoritario de corte comunista y otro democrático con un claro
asentó en lo social.
No vamos a detallar el cúmulo de atropellos que el
gobierno y sus adláteres han cometido a lo largo de estos últimos años y en
particular en la campaña electoral, así como el uso de los recursos de todos
los venezolanos puestos al servicio del candidato del gobierno, ni a comentar
el abuso de poder permanente contra la opción opositora. Todo ello es más que sabido.
Lo que hoy quiero
compartir con nuestros lectores es que a escasos días de tomarse ésta histórica
decisión hemos concluido de leer, con angustia y coraje, la novela: El hombre que amaba los perros.
El autor de la novela que
comento es un escritor y periodista cubano, Leonardo Padura (1955). Padura en el colofón a la obra dice de la
novela es una: “… historia ejemplar de amor, de locura y de muerte que, espero,
aporte algo sobre cómo y por qué se
pervirtió la utopía e, incluso, provoque compasión”. ¿De qué sueño habla el autor? Pues de la gran ilusión que generó Marx y por
supuesto los prácticos de aquella esperanza de igualdad y progreso, Lenin y la
revolución de octubre de 1917. Pero en realidad, la novela trata de Troski y de
su asesino Ramón Mercader del Río.
El mentor soviético encargado
de preparar al joven republicano catalán para el asesinato, cuando le daba las
últimas órdenes, le expresó lo que para muchos es una gran verdad, sobre la
despersonalización exigida a los militantes comunistas. Tu nombre, tu historia
y tu vida personal son nada. Tú eres el brazo ejecutor de la razón histórico,
para el triunfo del proletariado y de su gobierno soviético: “El odio es
invencible”.
Hace unos días me
comentaba un amigo sociólogo, quien pasa
temporadas en la zona de Río Chico (Venezuela) y habla frecuentemente con
algunos de sus pobladores, que le escuchó a uno de sus conocidos, seguidor del Presidente, que ellos estaban
dispuestos a salir a matar, si perdían
las elecciones. Y nos retumbó en la cabeza
aquello de la fuerza del odio mostrada de forma sistemática en la trama de la novela.
Se odia por que se ama la humanidad. ¡Qué contrasentido!
Caído el Muro de Berlín, y
aún con algunos ejemplos vivientes de
esa gesta de la humanidad, que fue el socialismo real en el siglo XX -Cuba,
Corea del Norte, etc.-, la novela de
Padura, nos muestra en los personajes que le dan vida la gran mentira, la gran
farsa, en que se convirtió el sueño de
igualdad y de progreso del régimen comunista soviético. O quizás, para ser
exactos, en ese experimento político y social
que fue la vía hacia la dictadura
del proletariado. El individuo no existe
sólo los grandes procesos sociales son importantes. Lo otro no merece la pena
si quiera mencionarlo. Es la despersonalización absoluto del individuo. Y con
ello se justificaron los mayores infortunios a poblaciones inmensas. Por ello es que – saltando las diferencias de
momento histórico y de consecuencias- la afirmación del candidato a la
reelección hace unos días, en donde expresó que: “no importan los huecos,
ni la luz, ni el agua. Sino LA PATRIA” es una expresión contemporánea de ese modo de pensar. Lo
importante es el proceso, el sistema, el
gobierno del pueblo. Lo otro son menudencias pequeñoburguesas.
La persecución a la que
fue sometido Troski en el plano individual, sólo puede parangonarse con los
millones de desterrados y movilizados por el régimen de Stalin que fue responsable de la
muerte de cuarenta millones de personas, entre purgas, hambrunas,
colectivizaciones forzosas y limpiezas étnicas. Todo bajo la conseja de
consolidar el régimen soviético y la dictadura del proletariado.
Pero, no son las únicas
tragedias sociales del siglo XX por esa
causa. Recordemos a la revolución cultural china y el régimen del Pol Pot
y sus Khmer Rojos en Camboya. Todas esas tragedias humanas a causa de
perseguir la utopía de igualdad y progreso comunista, convertidas en horribles
dictaduras totalitarias, en nombre de las mayorías.
La novela: El
hombre que amaba los perros, es una descarnada y documentada versión de
la expresión de esta locura en que se convirtió la utopía comunista del siglo XX en dos personajes:
Troski y su asesino Ramón Mercader del Río. El primero perseguido, acorralado y
vilipendiado hasta su muerte y después
de ella. El otro despersonalizado y olvidado por sus propios creadores, como
máquina para matar. Todo ello bajo la
inspiración de querer implantar la utopía de la igualdad y el progreso
comunista en el siglo XX.
Todo lo anterior, no es la
negación de quien escribe, sobre el ideal de igualdad de todos, los hombres y
mujeres, ante la ley; la igualdad en las oportunidades; en la lucha de la humanidad
por conseguir una sociedad de bienestar y felicidad. Lo que se quiere expresar
es que durante el siglo XX las mayores
tragedias humanas estuvieron -en buena manera- encubiertas en esta utopía. Cuya
concreción social fue el llamado
socialismo real.
En siete días, los
venezolanos deberán escoger entre un régimen democrático, con todas sus
imperfecciones y el sueño del socialismo del siglo XXI. Es decir, la versión
actual de la utopía que se descarna y desnuda
en la novela de Padura. Vale la pena leer la novela, pues además del tema que trata, está
exquisitamente bien escrita. Espero y brego porque los venezolanos escojan el
camino democrático y no el sueño irredento que les propone el candidato a la
reelección.
He recibido el siguiente comentario por correo electrónico que, agradeciendo la generosidad de la autora, he tomado la decisión de glosar y publicar en el blog. Dice así:
ResponderEliminar“ (…) Ese libro lo leí hace casi dos años. Después de eso, uno entiende la cantidad de manipulaciones, la cantidad de mentiras en la que viven los sujetos de a pie… No solo en el modelo socialista sino en el modelos capitalista porque uno no existe sin el otro... Para terminar de comprender es bueno leer después de El Hombre que Amaba los Perros, El Sueño del Celta de Vargas Llosa. Quizá después uno es capaz de no inclinarse por nada y seguir trabajando no digo yo junto a la corrupción, (… ) que impera en ambos modelos sino trabajando lo mas honestamente posible. (…) Lo único que hice fue leer ambos libros y gracias a la distancia geográfica la cual me hace mucho bien, (para HRC) no tomar partido (nací en Venezuela, pero vivo en Canadá, HRC),. Un abrazo y buen día. G.