Foto: Xinhua |
En
estos últimos días hemos visto una Venezuela
que quizás, se nos había olvidado que existía, o a lo mejor pensábamos, se
había matizado o minimizado su
pensamiento mágico, con el tiempo y con la modernización. Pero, la hemos visto renacer
con bríos, como las pesadillas, cuando nos atragantamos de excesos y el sueño
nos vence.
Nuestro
anterior artículo “Chávez muere: siguen
los problemas”,[1] lo escribí
el miércoles pasado, menos de veinticuatro horas después de conocerse la
muerte de Chávez. Uno de nuestros amigos
lectores me hizo una recomendación de
eliminar una referencia que le quitaba contundencia al escrito. Y además, nos hizo
un reconocimiento que agradezco y es parte de lo que siempre ha guiado mi
vocación de quien aspira a escribir y ser leído. Dijo el amigo sobre el
artículo: “Claro y desapasionado
(probablemente “muy” desapasionado para
la hora, pero no lo desmerita).
Hace un
rato terminé de leer el segundo de los dos mejores artículos que se han escrito en esta semana sobre
Chávez. Me refiero a: La Hora del Sentimiento de Milagros
Socorro.[2] El otro trabajo que, en mi criterio acompaña
al de Milagros Socorro, es: Lo bueno, lo malo y lo feo, de Moisés Naím.[3] Se pueden localizar en la red en las notas
que hemos incluido. Ambos me han inspirado para volver sobre el tema que parece acompañarnos hoy, a todos los
venezolanos.
Lo que
escribo ahora son algunos recuerdos, que casi son pesadillas de estos catorce
últimos años. No quiero que me queden
por dentro y por eso los quiero
compartir.
Debo
manifestar, para quienes me leen, que mis diferencias con el teniente coronel
nacieron en el momento justo en que pronunció su celebre: “Por ahora”. Lo vi con el horror de quien se imaginó en ese
instante, todo lo que vendría después y
de lo que, lamentablemente, no me equivoqué, salvo en los énfasis.
En los tiempos del fallido golpe militar daba clases a estudiantes del primer
semestre de la Escuela de Educación de la ULA y con tristeza vi cómo, el
encantador de serpientes que era, logró hipnotizar a muchos venezolanos, entre ellos a muchos de mis alumno. En la discusión que hicimos en clase les dije: "recuerden que Uds. van a trabajar
con ideas, deben enseñar a pensar
críticamente a niños y jóvenes. Este aventurero es un militar
autoritario que terminará persiguiendo a la disidencia (hoy Simonovich, Afiuni,
todos los presos políticos y exiliados) y al pensamiento crítico (cerco
económico a las universidades autónomas)". En fin, lapidario les dije: "Ustedes serán maestros y profesores, no
vendedores o dependientes de negocios para quienes la libertad de
pensamiento no es el centro de su actividad laboral". Pero, el énfasis expropiador
llegó hasta los pequeños empresarios y
agricultores (recordemos al mártir Franklin Brito) y ellos también han sufrido
el afán del personaje totalitario.
Volví
a escuchar al Teniente Coronel, gratamente con asombro, en el discurso que dio
frente al Ateneo de Caracas, la noche que ganó la primera elección
presidencial. Entonces aspiré que ese
discurso de amplitud y de coherencia por una Venezuela mejor se concretara.
Pero me equivoqué.
En
otras dos oportunidades escuché con
atención, casi como por la obligación de hacer una tarea al Teniente
Coronel. La primera de estas veces,
cuando iba a decretar un aumento de salario para los profesores universitarios.
Esa intervención la escuché en conjunto con un amigo barinés y me
sorprendí que el amigo preveía al
argumento del Presidente. Era como un eco adelantado de lo que iba a decir.
De ello saqué como conclusión que había una cultura de la oralidad llanera, de la que era poseedor el personaje.
Pero, para mi, como montañero, esa
manera de pensar y hablar me pasaba por
el lado, mas bien con disgusto.
La última vez
que escuche a Chávez fue el 17 de junio de 2010, cuando “abanderó” a los
estudiantes de Medicina Integral Comunitaria, quienes marchaban a realizar sus
pasantías en las instituciones de salud.
Allí, como en sus mejores tiempos, se paseó de arriba a bajo, para terminar ofreciéndoles un
aumento de sus becas y diciendo tres
mentiras del tamaño de una catedral. Primero, que era la primera vez que los estudiantes universitarios de
medicinas iba a realizar pasantías. Segundo, que solo en su gobierno se becaba a los estudiantes universitarios y que, finalmente, se estaban terminando los
libros de texto para ellos. No es el momento de recordar lo que escribí en ese
momento sobre las tres falacias. [4] Por
ello y por todas las mentiras y medias verdades que dijo cada vez que abrió su
boca, debo expresar que comparto con Milagros Socorro lo que dice sobre el
personaje y la absoluta ignorancia que
tenía sobre muchos temas. Hago mía su afirmación de que: “… nunca, en ninguna
circunstancia percibí ningún atractivo en la figura de Chávez, jamás
experimenté la sensación de estar escuchando una persona inteligente,
articulada, sensible ni mucho menos formada”.
A lo
largo de estos catorce largos años, siempre he votado y lo he hecho en contra
de éste régimen. Son tres períodos
presidenciales de los de antes, que permitían cambiar regularme presidentes y a
los partido político que los apoyaban. De lo único que me arrepiento es de haber
votado por Arias Cárdenas, militar al
fin de cuentas. Ahora nos tratarán de
imponer a un civil del que solo se conoce su pasado de encapuchado y reposero
dirigente sindical: ficha de la cleptocracia cubana. De tal manera que hoy, escribo desde los sentimientos, como
Milagros Socorro. Y anticipándome a que en unos días más, comemzaran los milagros. Lamento estos años de pesadilla, que de mi parte haré lo indecible para que
terminen y que se logre sacar de los venezolanos, lo mucho bueno que tenemos. Y que estos días de malabarismo
simbólico, lloro real o ficticio y bonche encubierto, terminen para siempre.
Artículos
citados en los Link:
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