Humberto Ruiz
Plinio
Apuleyo Mendoza, el periodista colombiano, publicó en enero de este año, su
tercer libro sobre su amigo íntimo el
premio nobel Gabriel García Márquez: Gabo
Cartas y recuerdos (Ediciones B,
Barcelona-España).
Mendoza
conoció al Gabo, en un café de Bogotá, cuando sólo debía tener veinte años y él
escasamente saldría de la adolescencia.
Desde esos primeros recuerdos hasta que le otorgan el nobel de literatura,
Plinio Apuleyo Mendoza deja transcurrir recuerdos, cartas, afanes, penurias y
dichas. Cambios que ocurren en medio de
una sola permanencia: una amistad entrañable, que muchas veces no necesitó
palabras para que ambos pensaran y actuaran de manera similar.
Deben
ser millones los libros sobre la amistad entre dos personas tan distintas. La diferencia la hace que uno de esos hombres
fue galardonado con el premio nobel de literatura y el otro llegó ser también
una figura pública e intelectual de
importancia en Colombia: periodista,
escritor y embajador de su país.
Algunos de los rasgos de la personalidad del Gabo son tratados con lucidez y respeto. Su creencia que las flores amarillas traen suerte o las premoniciones que en ciertos momentos llega a tener y que terminan siendo absolutamente ciertas.
Se
fueron a conocer el socialismo real por que Gabo soñó que no funcionaba. El relato con que recuerda el viaje, le permite comparar a los obreros
franceses y los alemanes orientales y revelarlos tal cual son. Los primeros
lucen alegres, pese a las dificultades que
les asolan. Mientras los otros se les
veía tristes. Los franceses tienen la seguridad que con la protesta y la lucha política había posibilidad de cambio. Mientras que los
alemanes no tienen “ninguna esperanza, pues la revolución ya se hizo.”
La víspera
del 24 de diciembre de 1957 llegó Gabriel García Márquez a Caracas a trabajar
junto con Plinio Apuleyo Mendoza en la
revista Momento. El dueño de la
publicación con maneras “profusas y caóticas” los había convencido de venirse a
trabajar aquí. Cómo ve Plinio Apuleyo
Mendoza a los venezolanos de ese momento y cómo encaran su labor periodística y
vital en Caracas, son páginas de profunda antropología cultural venezolana. El primero de enero, luego de las
fiestas de fin de año se disponen a bajar a la playa y el Gabo tiene otra
premonición: “Mierda, tengo la impresión de que algo va a ocurrir.” Y
ocurrió. Pérez Jiménez, el dictador,
salió huyendo de Caracas tan solo 23 días después. Y una nueva etapa de efervescencia se instaló
en el país. Ambos, fueron testigos de excepción de ese momento venezolano.
Al
año siguiente están, junto con otros latinoamericanos, en Prensa Latina, la organización periodística establecida en los primeros tiempos de la revolución
cubana. Cuando la burocracia del partido
comunista toma la dirección de la agencia, Plinio Apuleyo Mendoza renuncia y va a conversas de la situación con
Gabo que dirige la oficina de Nueva
York. “Ellos”, como así los llaman, han
llegado para no dejar el mínimo espacio a la crítica u observación al proceso
cubano. García Márquez le acompaña en la
renuncia.
París
siempre vale una misa. En Francia una
rica heredera del Barón de Estaño Boliviano, cercana con la izquierda política
europea, otorga los recursos para
instalar la revista Libre que servirá
al boom literario latinoamericano. Ya el
carácter totalitario del régimen cubano era evidente y el caso Padilla hace volar por los aires
los acuerdos de los escritores que le dan prestigio a la nonata publicación. Allí ocurren los enfrentamientos entre Julio Cortazar
por una parte y Mario Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza, entre otros, por
la otra. El amigo creyó que el Gabo le
acompañaría en esa toma de decisión en la denuncia de un régimen que perseguía a quienes tuvieran tan solo dudas sobre los que “ellos” estaban
haciendo, pero no fue así.
Pese
a las consecuencias que el caso Padilla generó en la intelectualidad latinoamericana y mundial, la relación entre
los amigos continuó. Mendoza destaca que
si bien García Márquez no es “un simpatizante ortodoxo”, su amistad con Fidel
Castro le permitió lograr la liberación de miles de presos políticos
cubanos.
El
perfil que resume de García Márquez en el
libro no puede ser más conciso y contundente: Dignidad, humor, irreverencia,
rechazo a lo artificial y protocolar y pudor con los sentimientos. Pero siempre,
alegría sin escrúpulos con cumbia y aguardiente.
Plinio
Apuleyo Mendoza escribió un libro que es un canto a la amistad, aún aquella que
reconoce y acepta la disidencia e incluso parece justificarla.
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