domingo, 15 de noviembre de 2020

Vive, el que se recuerda

Hace diez años, por petición de nuestro hermano mayor, me decidí a  escribir aquí unas anécdotas sobre Néstor, el que se recuerda. 


¡Cómo pasa el tiempo: diez años ya!.

 

Será por ello que dicen:  las personas no mueren sino hasta que nadie las recuerda. 


Entonces…  Néstor, sigues vivo. ¡Te pensamos!. 

 

Preparando este nuevo texto sobre Néstor reviso el significado de REFRAN, en el diccionario de Joan Corominas. Es interesante lo que dice. 


El término viene de muy atrás, en la historia de nuestro idioma. Se dice allí que, desde el siglo XIII, refrán significó “estribillo”, para referirse a frases que se repetían en las canciones medievales. 


Por su parte, María Moliner, expresa que, refrán es una: “sentencia popular repetida tradicionalmente con forma invariable”.  

 

En todo caso, a muchas personas las rememoramos por sus refranes, cuando ya no están en este mundo de los mortales. Frases que utilizaban para enseñar  verdades de  vida, muy importantes  según ellos. O, simplemente,  para referir aspectos fundamentales para ellos,  de la vida cotidiana. 

 

De seguida voy a presentar a nuestros lectores cinco refranes de Néstor, que nos enseñaron aspectos trascendentes de la vida que para él, eran fundamentales. Sin duda, dejaron honda enseñanza  en nosotros y en otros más.

 

El primero de estos refranes fue: “Lo peor de la vejez no es que uno se pone feo, que se pone. Es que duele”. Néstor murió de 69 años. Hoy esa edad muestra que las personas están entrando en un tiempo vital cuando las molestias del cuerpo empiezan a sentirse pero, aún queda tiempo para mudarse al otro mundo. Para él, la frase la utilizó  desde joven. Yo la recuerdo y pienso que es una gran verdad. Entre las dificultades de la vejez están las molestias del cuerpo. Para unos son menores y para otros mayores. Clamo a la vida que, seamos del primero de estos dos grupo.

 

Siguiendo con el tema de la vejez recuerdo otro refrán: “Los viejos molestas y si no tienen plata jieden”. Ciertamente, una persona mayor con molestias y dependiente de sus familiares más jóvenes, molesta mas, si además no tiene recursos. No fue el caso de él, pues su salud no se deterioró en extremo ni duró largamente su enfermedad. Tuvo recursos  para atenderse y vivir sin estrecheces. 

 

Otro de los refranes de Néstor, que no se lo he escuchado a nadie más, fue: “La amabilidad se paga”. Era del criterio que la gente que lo atendía debía ser bien recompensada. Dejar buenas propinas o al menos no desentenderse de ellas. Si Ud. tiene dinero para salir, tomarse algo y comer a satisfacción, a quien lo atiende hay que dejarle su propina adecuada. No había escusa para hacer lo contrario. 

 

Un amigo que terminó siendo su nuero tuvo una vinculación muy especial con Néstor.  Cuando le conté que estaba preparando este escrito me dijo: “Yo aprendí de Néstor algo muy importante que siempre repetía”: “La plata sólo sirve para garantizar la tranquilidad”. Y nuestro amigo dice que, para él,  es un principio que asume invariablemente. No escatima. Si hay dinero lo usa. Nada de guardarlo par un futuro incierto sin darle uso para la felicidad presente,  del dueño del dinero.   

 

Es posible que, ahora recordando la vida de Néstor, no le gustara la comida excesivamente caliente. Cuando en su casa se les iba la mano y se la servían muy ardiente decía una frase, que me la recordó su hija:  “Mas caliente que el culo de los diablos”. Y,  ¿qué puede estar más caldeado que ésta parte del cuerpo de quien vive en el infierno?


La foto de Néstor Ruiz Dávila, que acompaña el escrito, fue tomada cuando aún era un adolescente. 

 

Bueno, estimados lectores, ciento diez años después de su nacimiento (en 1910) y un poco más de cuatro décadas después de su muerte, aún sigo pensando en las muchas cosas interesantes que eran expresadas por este hombre…  que fue mi padre.


  

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