martes, 11 de octubre de 2022

El efecto "Alioli"


Hace días me encontré al amigo de la "felicidad" y estaba gozozamente parlanchín.  Me contó a mi, y a otros conocidos que estaban con él,  que hace días estando en Mallorca (España) le habían pasado una serie de hechos que pocas veces ocurren y casi nunca  se producen en un solo día.  El lo llamó el “efecto alioli”. 

 

El cuento es así: 

 

“Al medio día me fuí con mi mujer, mi cuñada y la hija a almorzar a un restaurante gallego.  La comida rica, a buen precio y con buena atención.”  

 

Ordenaron tres platos  y un menú que compartieron y comieron rico.  Estando en eso, uno de los mesoneros pasó cerca y se le cayéron unos platos de comida.  La crema de alioli de uno de ellos voló y terminó en mi cabeza y en los lentes que siempre uso -explicó nuestro amigo de la felicidad-.

 

Yo me extrañé y le dije: pero eso de que le caiga a uno crema  de alioli encima no es muy agradable.

 

“Pues sí.  Lo importante vino después. En ese momento y a lo largo del resto del día.” 

 

Yo seguía sin entender, pero supuse que algo gracioso vendría a completar el cuento de nuestro amigo de la felicidad.  ¿Y qué fue lo que pasó -insistí-?

 

“Bueno. Primero en el restaurante se disculparon. Me dieron toallitas para limpiarme.  Al terminar nos ofrecieron una copa de cava.  Yo que no tomo vino les pedí que me dieran un whisky y aceptaron.  Hace mucho que nadie me regalaba un buen trago. Lo disfruté al máximo.”

 

“Luego vinieron otras cuantas cosas agradables.” 

 

Siguió comentando…

 

“Poco después decidí llamar a un amigo para felicitarlo por la presentación de su libro en la Academia de Mérida.  Y en cuanto se enteró que estaba en Mallorca me dijo que una amiga de mi juventud también estaba allí y me dio su número telefónico.  La llamé al instante y asombrosamente pude hablar con ella.  Unos dias después compartimos y la pasamos muy bien. “

 

“Luego nos sentamos a tomarnos un cafecito y una ensaimada. Estando en eso mi cuñada, en un arranque de sinceridad, me dio las gracias por haberlas acompañado -a ella y a su hermana-  a visitar muchas tiendas en Valdemozza, para comprarle unos regalitos a sus nietos caraqueños”. “Nunca nadie ha tenido tanta paciencia cuando me acompañan a comprar algo: gracias -insistió la cuñada-“. 

 

“Que me reconocieran mi paciencia para mi fue muy agradable y hasta extraño”. 

 

“Al final del día fui al supermercado y en esa ciudad con tanta población turistica y con tanta mala cara, harta de los visitantes, me encontré con dos señoras  con las cuales hablamos, junto con mi hija, de cosas interesantes y muy íntimas”. 

 

Cómo es eso -pregunté intrigado- 

 

Mi amigo de la felicidad se extendió largamente en el recuerdo de esas converasciones que se referían a la digestión, el peso y la talla de ambas señoras.   Temas de conversación que no se hablan con desconocidos y  es posible que me extienda en detalle en otra oportunidad. 

 

Luego en un arranque de generosidad mi amigo de la felicidad me dijo: “Te mando una foto de la bahía del puerto de Mallorca”, que ahora comparto con Ustedes. 

 

Llamar  "efecto alioli" a las circunstancias, antes narradas,  creo que es un esfuerzo explicativo un tanto elaborado, pero eso es parte de la personalidad del amigo de la felicidad. ¿Qué piensan nuestros lectores?.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario