domingo, 3 de abril de 2011

Don Gaspar conoce la política

Humberto Ruiz

La literatura no suplanta la vida, pero enseña a vivirla mejor, o quizás a comprenderla en su más amplia complejidad y profundidad. Esto, en una visión retrospectiva.  Según otros, por ejemplo Milan Kundera en Teoría de la Novela, expresa que ella se adelanta a los tiempos.[1]   Pero, en el caso que nos ocupa hoy, la novela del colombiano Héctor Abad Faciolince, Asuntos de un Hidalgo Disoluto, son muchas las cosas que nos enseña el hidalgo, Don Gaspar Medina.

Por ejemplo, la enfermiza relación que tiene con la escritura o los avatares conflictivos, platónico y carnales  con su secretaria Cunegunda. Pero, a lo que me quiero referir es a uno de los capítulos del libro que nos parece absolutamente brillante. Me refiero aquel en donde Don Gaspar Medina se relaciona con la política colombiana.

Luego de muchos años viviendo en Italia con la herencia que le dejaron tempranamente su padres volvió a Colombia para aspirar a la Presidencia de la República.  Se reunió con liberales y conservadores, autoridades y opositores, clérigos y militares. En fin, con todo quien le quisiera oír. O mejor, bebérselo. 

Don Gaspar descubrió que tanto dirigentes como dirigidos, lo único que les interesaba  sobre la política era  la cantidad de bebida  que pudieran ingerir en las reuniones con el candidato. No había el más mínimo interés en sus piezas oratorias, tampoco por sus planteamientos políticos o las obras que ofreciera.  Es más, Don Gaspar pensando que quizás cambiarían en su exclusivo interés por el trago  si hacía propuestas insólitas y contradictorias. Así, en la campaña se dedicó a manifestar su interés en: “prohibir la importación de whisky, la trasmisión radial de los partidos de fútbol, la circulación pública de mujeres encinta, la producción de ron en los departamentos  de la Costa, de chicha en las cordilleras del interior y la venta de cerveza en todos los pueblos fluviales”.  Pese a lo absurdo y contradictorio de lo que decía: “si había repartido suficiente trago, me aplaudían”,  expresa Don Gaspar.

Sabiendo que los liberales tenía un mayor caudal de voluntades, se alió con ellos, lo cual le representó una seria dificultad para la captación de los votos en el pueblo de sus  ancestros, quienes era godo en un porcentaje abrumador. Completó sus esfuerzos de proselitismo allí,  ampliando su permanencia de visita desde unas pocas horas a una semana entera. Al cabo  de los días no sólo alcanzó el compromiso de sus gentes, sino también la del cura del pueblo y la madre superiora del colegio de niñas campesinas de la localidad.  Tanto fue el éxito de sus andanzas en el pueblo de sus ancestros, que terminaron proponiéndole levantar una estatua en la plaza principal, al lado de la del Libertador. Pero, tal como el héroe patrio aparece, Don Gaspar debía dejar que la suya también lo mostrara en “pelota”.

Amen de la estatua, la vocación beoda de los electores y lo que pudo observa en el colegio de niñas campesinas, -que dejo en suspenso para que los curiosos lean el libro- Don Gaspar entendió que  la política no era  para él.  Ya cuando tenía asegurado, al menos una senaduría,  decidió abandonar la campaña y de ella sólo obtuvo, haber conocido en su más vívida realidad que: “todos, todos los electores nacionales, a lo único que aspiraban y a lo único que siguen aspirando es a estar bien borrachos, definitivamente y hasta siempre bo-rra-chos.”

La novela es ficción, pero ¡cómo se parece a la realidad!

  

        




[1] “… todos los grandes temas existenciales que Heidegger analiza en Sery Tiempo, y que a su juicio han sido dejados de lado por toda la filosofía europea anterior, fueron revelados, expuestos, iluminados por cuatro siglos de novela (cuatro siglos de reencarnación europea de la novela). Uno tras otro, la novela ha descubierto por sus propios medios, por su propia lógica, los diferentes aspectos de la existencia: con los contemporáneos de Cervantes se pregunta qué es la aventura; con Samuel Richardson comienza a examinar "lo que sucede en el interior", a desvelar la vida secreta de los sentimientos; con Balzac descubre el arraigo del hombre en la Historia; con Flaubert explora la terra hasta entonces incógnita de lo cotidiano; con Tolstoi se acerca a la intervención de lo irracional en las decisiones y comportamiento humanos. La novela sondea el tiempo: el inalcanzable momento pasado con Marcel Proust; el inalcanzable momento presente con James Joyce. Se interroga con Thomas Mann sobre el papel de los mitos que, llegados del fondo de los tiempos, teledirigen nuestros pasos.” Milan Kundera: “La desprestigiada herencia de Cervantes” en  Teoría de la Novela.  Ver en el link:

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