lunes, 16 de julio de 2018

Breves notas sobre la crisis nacional y la investigación en la ULA

Foto (**)
Por Alejandro Gutiérrez S. (*)

Venezuela vive la crisis más importante después de que se convirtiera en un exportador neto de petróleo.

A pesar de las expectativas de redención que despertó en la mayoría de la población la llegada del Chavismo al poder en 1999, y a pesar de que el gobierno disfrutó de la bonanza petrolera más prolongada de nuestra historia económica, al final las políticas ejecutadas con miras a la construcción del denominado socialismo del siglo XXI y al control de la sociedad llevaron al país hacia una catástrofe.


Situación sobre la cual diferentes analistas e investigadores habían advertido que sucedería de continuar con las políticas económicas de controles, intervención de los mercados y cambios institucionales adelantados por los gobiernos de Hugo Chávez Frías y de Nicolás Maduro con el fin de doblegar las libertades civiles. 

La realidad es que Venezuela vive hoy una crisis de mayores dimensiones a la que existía en 1998, cuando la situación de descontento social, de crisis económica y de los partidos políticos tradicionales le sirvió de plataforma al proyecto chavista, para presentarse como una alternativa viable que realizaría cambios en el modelo político y económico. El proyecto chavista ofreció cambios políticos, acabar con la corrupción y las elites políticas, superar el rentismo y redimir a aquellos que habían sido excluidos del reparto de la renta petrolera, base de la dinámica económica, social y de la imperfecta democracia que se instauró desde 1958. 

La crisis se manifiesta en lo político, lo económico y lo social. El deterioro en estas dimensiones es más que evidente aunque el gobierno lo niegue,  aunque no publique las cifras oficiales que muestran el retroceso, aunque realice elecciones a su medida y atribuya las causas de la tragedia que vivimos a una supuesta “guerra económica”. Hoy Venezuela es un país arruinado, endeudado, con una hiperinflación sin esperanzas de que sea superada porque repite los mismos errores de su política económica y porque carece de voluntad política para realizar los cambios requeridos. Venezuela es un país donde prolifera el hambre y la desigualdad, el crimen y la corrupción. Es un país con servicios públicos colapsados, con el peor sistema de telecomunicaciones de América Latina, sin posibilidades de ejercer los derechos políticos a plenitud. Es Venezuela un país donde sus ciudadanos huyen hacia otras naciones para buscar mejores condiciones de vida y tener más seguridad personal. Venezuela es en la actualidad un país aislado internacionalmente en lo económico y en lo político, con una exigua renta petrolera (si es que todavía existe), pues Petróleos de Venezuela (PDVSA) es una empresa que se desvió de su misión principal, redujo su producción de petróleo drásticamente y se encuentra endeudada. 

El venezolano Ricardo Hausmann, considerado uno de los treinta economistas más influyentes del mundo, en una entrevista que se le hizo en 2017 resumió la situación del país así:

“Venezuela es la catástrofe humana más grande que se ha generado en período de paz. El desgaste del nivel de vida de los venezolanos, la caída del PIB, el colapso del abastecimiento alimentario, el deterioro de las condiciones de salud, el aumento de la criminalidad… Atendiendo a las estadísticas económicas, algo tan grave como lo que está pasando en Venezuela ha ocurrido en muy pocos momentos de la historia, y menos en momentos de paz. Y ocurre con un Gobierno que ha violado acuerdos y normas internacionales a los que debía someterse, en particular, la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA)”.(Ver

En ese contexto, el incipiente sistema nacional de innovación (SNI) que se había logrado conformar en las últimas décadas del siglo pasado también agoniza en medio de la crisis. Aun cuando algunas universidades y sus investigadores hacen heroicos esfuerzos por no sucumbir ante los embates de la crisis, todas las estadísticas disponibles, incluyendo los rankings internacionales de universidades, el número de publicaciones en revistas científicas de impacto, las patentes registradas, el número de Doctores, la visibilidad y otros indicadores muestran el retroceso. La crisis lo destruye todo. La actividad de investigación en las universidades no es la excepción.

Las Universidades venezolanas con autonomía, particularmente la Universidad de los Andes (ULA), lograron, mediante un esfuerzo sostenido por varias décadas, con políticas de fomento, de financiamiento y de formación de recursos humanos, crear fortalezas en investigación. Fortalezas que repercutieron favorablemente en la calidad de la enseñanza del pregrado, en el crecimiento del postgrado y en las actividades de extensión.

En los programas de certificación de investigadores creados por el gobierno nacional desde 1990 (Programa de Promoción al Investigador (PPI) y Programa de estímulo a la Investigación y a la Innovación (PEII)) la ULA siempre logró posicionarse como la segunda o tercera entre las universidades con mayor número de investigadores certificados. Por su parte la calidad de nuestros egresados mejoraba y la actividad de postgrado, altamente vinculada a la investigación, creció hasta tener en la actualidad más doscientos postgrados entre programas de especialización, Maestría y Doctorados. No en vano la ULA logró el prestigio nacional e internacional del cual todavía hoy disfruta. Ahora esos logros están amenazados, pues la ULA también sufre intensamente los efectos de la crisis nacional.

Seguidamente se mostrarán tres gráficos que nos muestran el retroceso que la actividad de investigación ha tenido en la universidad. Los Gráficos 1, 2 y 3  muestran que la ULA ha venido disminuyendo el número de proyectos de investigación financiados, el número de investigadores reconocidos por el Programa de Estímulo a la Investigación (PEI-ULA) desde 2013 y el número de Grupos de Investigación reconocidos y certificados por el Programa de Apoyo Directo a Grupos de Investigación (ADG) desde 2014.


Fuente: CDCHTA-Planificación y Estadísticas


Fuente: CDCHTA-Planificación y Estadísticas


 Fuente: CDCHTA-Planificación y Estadísticas
Entre las principales causas que explican esos resultados se encuentran las siguientes:


  1. Los exiguos financiamientos para los proyectos de investigación que puede ofrecer el CDCHTA ante el cerco presupuestario que han tenido las universidades en la última década, especialmente las autónomas. En un contexto de hiperinflación como el que vive el país, los financiamientos son simbólicos, insuficientes para alcanzar los objetivos de los proyectos. Estos financiamientos se ubicaban en julio de 2018 en menos de 3 USD para los proyectos de Grupo, que son los que reciben un monto más elevado. 
  2. Consecuentemente, los bajos y deficitarios presupuestos para las universidades han debilitado los programas internos de estímulo a los investigadores (PEI CDCHTA ULA) y a los grupos de investigación (ADG-CDCHTA-ULA), siendo los premios que se otorgan por productividad académica meramente simbólicos. No obstante, como lo muestran los gráficos y a pesar de la tendencia decreciente, todavía la ULA cuenta con más de 1.000 investigadores  y más de 137 grupos de investigación que decidieron participar en las convocatorias que realiza bianualmente el CDCHTA, reafirmando de esta manera su compromiso con la ULA y con su noble misión.
  3. La inexistencia de una adecuada política nacional de ciencia, tecnología e innovación que permita generar los financiamientos apropiados para la investigación, para el equipamiento científico, para el fomento del intercambio científico, para la divulgación de los resultados de investigación en revistas científicas, en congresos nacionales e internacionales y el otorgamiento de becas para la formación de recursos humanos. Estos programas no existen en la actualidad, a pesar de que el gobierno sigue obteniendo ingresos derivados de las contribuciones a que están obligadas las empresas públicas y privadas, según lo establecido en la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI). En los últimos años no hubo convocatorias del Fondo Nacional de Ciencia y tecnología (FONACIT) para financiar proyectos de investigación, equipar los laboratorios, fomentar el intercambio científico, las publicaciones y formar recursos humanos. Es evidente la ausencia de una política nacional de fomento a la ciencia, la tecnología y la innovación, mientras tanto el gobierno sigue sin rendir cuentas sobre el destino de los recursos que recauda con la LOCTI. Debe quedar claro que sin una apropiada política nacional de ciencia, tecnología e innovación es muy poco lo que pueden hacer las universidades y sus organismos de fomento a la investigación.
  4. Ausencia de programas que estimulen la carrera académica y la actividad de investigación. Desde hace varios años no se hace la convocatoria del Programa de estímulo a la Investigación y a la Innovación del Observatorio Nacional de Ciencia y Tecnología (PEII-ONCTI), programa muy criticado por su falta de transparencia y rigurosidad, a la par que los pagos que se hacían a los investigadores eran irrisorios y con retardos injustificados.
  5.  La jubilación y emigración de los investigadores ante los bajos salarios, la falta de recursos para desarrollar su carrera académica y la inseguridad personal. La ULA ha sido una de las universidades más afectadas. Han emigrado tanto investigadores con experiencia y altamente calificados como aquellos que apenas inician su carrera académica. Simultáneamente el personal técnico de apoyo a la investigación también ha emigrado o se ha jubilado, mientras que los equipos científicos son obsoletos o se encuentran sin mantenimiento y sin posibilidades de repararlos por los elevados costos.

El Sistema Nacional de Innovación (SNI) vive su peor momento y también la actividad de investigación en la ULA. Desde el CDCHTA el Directorio ha venido tomando decisiones para tratar de contener la crisis, pero ello resulta imposible dado el agravamiento de la misma al nivel nacional. No obstante, un reconocimiento debe hacerse a los investigadores, a los grupos de investigación que aun en estas circunstancias tratan de mantenerse activos, realizando investigación, docencia de pre y postgrado, publicando en las revistas científicas con exiguos recursos, editando las revistas científicas de la ULA y haciendo uso de alianzas con sus pares nacionales y del exterior para poder tener acceso a un mínimo de recursos. Sin embargo, debe advertirse que los indicadores aquí presentados sobre la actividad de investigación en la ULA seguirán empeorando en la medida que no se tomen medidas para enfrentar las causas de la crisis y se produzcan cambios radicales en la manera de gobernar. El panorama no es esperanzador.

En medio de las circunstancias difíciles que vivimos, a los universitarios no nos queda otra alternativa que reafirmar y defender nuestros principios de autonomía, libertad, pluralismo y democracia. Debemos exigirle al gobierno nacional que asigne un justo presupuesto para la academia, pero también debemos exigir mayor comprensión y espacio para la discusión sobre la situación que vive la investigación a nuestro Consejo Universitario, de manera tal que los debates nos permitan avizorar iniciativas y acciones colectivas que permitan paliar la crisis y hacer las exigencias debidas ante las instancias nacionales. Debemos continuar, hasta donde las circunstancias lo permitan, manteniendo la investigación activa en la ULA. No hay otra alternativa.

Notas
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(*) El autor es actualmente, coordinador del Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico, Tecnológico y de las Artes (CDCHTA) de la Universidad de Los Andes (Venezuela).
(**) Fotografía de la revista del CDCHTA, Investigación, en su edición de 2010 celebrando los 45 años de fundada la dependencia.    


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