Adelis León Guevara (*)
El humor es la gentileza de la
desesperación (O. Wilde)
Lo conozco desde ayer y no sé cuándo, cuando la fundación del periódico donde diariamente nos ilustra sobre la cotidianidad política y social del país a través de sus caricaturas, en las que abarca las más disímiles cuestiones, desde la mujer a quien la amiga le pregunta qué hace por el hospital y ella le dice que a su hermana le van a quitar el pip, implante mamario, a lo que la amiga con extrañeza le replica …y tan femenina que se veía!; hasta lo Caín que le salió a Adán con su infeliz llamado a las armas, expresado por la bíblica serpiente. De los 52 Carlos que registra la parte histórica del Diccionario Larousse ninguno es Páez ni Ortiz, lo cual demuestra que este Carlos es único, si no en su especie, si de apellido. Buscándole parentesco con la nobleza, porque uno nunca sabe, lo asimilé a Carlomagno, cosa que descarté de cuajo cuando me enteré que el Magno Carlos inglés era hijo de Pipino, cuya brevísima estatura contrasta con la grandeza de nuestro Carlos. Se me vino a la memoria Carlomán pero me dije: no puede ser, porque éste es hijo de Luis el Tartamudo y a nuestro Carlos le gustan mucho las tartas pero no tiene nada de mudo. Se me antojó emparentarlo con Carlos Martel, sin doble ll para no confundirlo con el del brandy, por aquello de que si no hubiese sido por él nuestra civilización cristiana, en lugar de persignarse, estaría orientándose hacia la kaba y Carlitos Páez no soportaría quitarse tantas veces los zapatos ni aguantaría tantas agachadas al día para postrarse ante Alá a la ligera. Después de arduas reflexiones sobre genealogías me pareció que el genio de Carlitos Páez estaba muy a tono con el de Carlos El Temerario, pues hay que serlo bastante para meterse con todo el mundo, sin dañar a nadie, como él lo hace en sus caricaturas. Indagando sobre sus posibles ancestros bolivarianos, porque uno nunca sabe, quieren decir algunos que este Carlitos es choznieto del centauro, por parte de los Páez de Curpa, culpa no suya, y mismamente por el lado de las Ortiz de Canaguá de Barinas, el pueblo de su chozabuela, porque él adulteró su partida de nacimiento, según me confesó el académico que recopiló estas Paezadas, cosa que yo no sabía cuando escribí arriba que era medinista. De manera que las gracias que da su mascota, al final de sus Paezadas, por las felicitaciones recibidas en su cumpleaños, no son por los 70, sino por los cientos y el guarismo de diez veces siete. Su vínculo con el centauro lo es con el llanero y no con los sanguíneos del 4F y aunque no quiere saber nada de centauros él ha expresado, según refiere Homero, no Homero Lobo, sino el de Quío, que el único centauro de su preferencia es el centauro Quirón, mismo que enseñó la medicina a Esculapio y que Carlitos Páez quiere mucho porque le ayuda a curar las heridas que le han causado los años. Para no quedarse al margen de la moda, Carlitos Páez tiene también su mascota, extraída de la báquica simbología del venezolano y, al efecto, un Ratón, de los llamados caseros, es su ídolo mascoteril, el cual saca a pasear todos los domingos por las fronteras de la ciudad, muy del gusto de quienes los vemos y nada deleitoso para quienes se sienten aludidos en sus ratonadas y prefieren los ratones etílicos a los múridos. Y sépase, además, que Carlos Páez Ortiz es también compositor y entre las muchas canciones tiene una dedicada a los encantos de Chiguará, la villa que vio nacer al Académico que hoy preside esta Institución. Aclaro, para que no se sospeche conchupancia alguna con el Presidente de la Academia y el autor de la canción para la realización de este acto, que la canción fue escrita mucho antes de que Carlos Páez Ortiz conociera al Dr. Roberto Rondón Morales que, a lo mejor, si lo hubiera conocido con anterioridad no hubiese escrito la canción.
Hay que tener muy bien balanceados los
humores corporales con los elementos naturales para hablar sobre el humor y
activar más de 15 músculos para reírnos. La risa es propia de los humanos, como
nos recuerda Rabelais en su Gargantúa y Pantagruel,
aunque el ciego de la Ilíada nos
dice que la inextinguible risa estalló
entre los inmortales dioses, desde luego que riéndose a carcajadas de los
humanos librando la más estúpida de las
acciones, cual es la guerra. Nietszche pensaba que por sufrir terriblemente en
el mundo nos vimos obligados a inventar la risa, por lo que tenemos que luchar
mucho para defenderla, no vaya a ser que nos la incluyan en la libertad de
expresión y nos la quiten también; Góngora, que cantó a las “mozas rollizas de
anchos culiseos”, aunque anduviera caliente mandaba a que se riera la gente y a
Neruda no le importaba que le quitaran el pan ni el agua con tal de que no le
quitaran la risa de Rosario de la Cerda, que no la cerda de Rosario. Emmanuel,
no el profético de Isaías para el Mesías, sino el Kant filósofo, habló de la
risa, ignoro sin con pura, práctica o
crítica razón; también el poeta romántico alemán Jean Paul, imaginándola como
algo que emergía repentinamente de la nada, lo cual demuestra que el gobierno
es el mayor productor de risa; Baudelaire, antes de maldecir las flores de su
mal, la asimilaba a un sobresalto generado por la infinita miseria y la
infinita grandeza; de la primera infinitud estamos hartos los profesores
universitarios en, nuestra condición de damnificados docentes; de la segunda,
Carlitos Páez nos da muestras todos los días. Para Bergson lo cómico exige algo
así como una anestesia momentánea del corazón y no hay duda de que nos
anestesian cada día para abstraernos de
la realidad y Freud, finalmente, veía en la risa un efecto catártico liberador
de la energía nerviosa reprimida, razón por la cual los gobiernos no ríen sino
que reprimen con energía. Se imaginan ustedes, risueños Académicos, lo aburrido
que sería un mundo en el que la gente no se riera? Nada más y nada menos que
Jesús Soto no hubiera sido compinche de Rodrigo ni Carora tuviera un
guitarrista con apellido de primera persona del pretérito imperfecto,
subjuntivo del verbo reir. Yo, en realidad, no encontraba qué decir a cerca del
humor, pues mis humores no se equilibran muy bien con los elementos naturales,
sobre todo con el agua, pero ocurre que como soy periodófago, no porque me
alimente del período, sino porque “como
periódicos”, con el alimento del pasado 6, día del Reportero Gráfico, un
comunicado de la Gobernación del Estado, firmado por su gobernador, invita al
Círculo de Reporteros Gráficos de Venezuela, según ellos, fuertes sólo cuando
se les exige algo, a que remocen la lucha que, de conformidad con la semántica
gubernamental bolivariana, está muy sucia, no la semántica, sino la lucha, ya
que la fachada del palacio de gobierno está muy limpia para remozarla aun. Habrá
algo más cómico que llamar píldora a una fotografía? Pues sí, ya que los gobiernos son los más
ínclitos criaderos de humoradas, el regional nuestro no quiso quedarse atrás y
en el gráfico comunicado, nos invita a que tomemos una fotografía sobre un
hecho “fuera del alcance de la actualidad”, ante lo cual habrá que pedirle
prestada a José Arcadio Buendía la máquina de la memoria para que nos traslade
al pasado, y tomar, por ejemplo, una fotografía de la batalla de Carabobo, meterla
a la nevera hasta que se congele y obtener una fotografía periodística que es,
según el redactor humorista, “una
píldora de historia congelada”. La metáfora, aunque cursi, va entre ostentosas comillas,
para que con este signo de puntuación,
sin carácter irónico, no se me endilgue a mí, sino que la meta su autor en el foramen más oscuro de
la imaginación de donde la sacó.
Sobre humor, risas, comicidades, genialidades y algo
más Carlos Páez Ortiz lleva más de treinta
años trajinando por los pasillos risibles gubernamentales, por irrisorias aulas
universitarias y por los bufos callejones de la patria bonita, que ahora es de
todos los chinos, cubanos, árabes, iraníes
y alguno que otro venezolano
extranjero, desperdigado entre la
multitud de compatriotas. La demostración convincente de lo expuesto es la
compilación de sus Paezadas, que
José Manuel Quintero Strauss, mejor conocido como el académico Chachá Quintero,
realizó con mucha paciencia para que se editara con el récipe firmado por
VALMORCA, unos laboratorios sitos en los Ejidos de Mérida. Hay una Introducción
sin firma donde se afirman las cualidades humanas e intelectuales del autor del
libro y que quien esto escribe comparte, pues le ahorró las repeticiones en las
que, seguramente, hubiese caído de intentar reseñar las hazañas del valeroso
caballero don Carlos. La verdadera y
única Presentación, porque la mía es un plagio, la hizo a finales del siglo XX
el ilustre don Rafael Gallegos Ortiz, natural de la Villa de Tovar, construida
a la orilla de un río que antes fue de aguas diáfanas y la que tiene, como
todas, también su Regla. Para amainar la calmosa inteligencia de los chacoteros lectores de estas Paezadas, Chachá Quintero agrega un chachachá de títulos para que, sin chacharear mucho, y poca cháchara, los guardemos en la chácara de nuestra memoria y podamos
disfrutar así con nuestras chachas
las ingeniosas chacotas de Charlitos.
Como me
ordenaron presentar este libro, lo hago pues ante el notario, perdón ante el
notable auditorio; y para que el tiempo transmita esta ocasión maravillosa a
todos los descendientes del autor, por flojera del Secretario de esta
Corporación, yo, el secre accidental y accidentado de un ojo, copio el Acta que testifica la certitud del
acto: En ocho días del mes de mayo de dos mil y doce años presentó el
Presidente de la Academia de Mérida, un hijo de Carlos Páez Ortiz, que le puso
por nombre Paezadas. Fue su padrino
de pila el académico Chachá Quintero y testigos los ilustres académicos (inclusive
el que esto escribe, para no quedarse fuera de los ilustres) que tuvieron el
honor de asistir a la ceremonia de Presentación. Al margen izquierdo , con
grafía distinta figura: quien desee
copia del acta debe bajarse de la mula con 500 BF, que es lo que cobra por
el favorcito el compatriota del PSUV y portero
del Registro. Gracias.
Mérida, 9 de mayo de
2012
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Nota
(*) Palabras en la Academia de Mérida, 09 de mayo de 2012, con motivo de la presentación del libro de Carlos Páez Ortiz.
Quién iba a esperar menos del poeta Adelis León! He disfrutado con risa de la buena y placer exquisito sus palabras para Carlitos Páez quien además de merecesrse lo bueno que digan sobre él, también aceptará lo malo de sus detractores porque es materia prima para sus Paezadas, esas genialidades por las que algo pagamos y de paso nos regalan el periódico. Saludos desde Barcelona España
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