martes, 10 de septiembre de 2024

Enseñando a nuestros hijos


Hace unos días me encontré con mi amigo, el de la felicidad (1), en un centro comercial de Mérida localizado al final de la Av 2 Lora:  (foto 1 de A. Chaparro).  Como siempre, rodeado de personas, todas muertas de la risa.
Del cuento me enteré, una vez que me incorporé al grupo: hacía un tiempo había discutido con la dependienta de un establecimiento que vende chocolates artesanales allí, un tema   absolutamente distinto a la comida y la venta de esos dulces divinos. La discusión era sobre: aquello que los padres deben enseñar a sus hijos e hijas, para que la vida les sea más fácil y agradable.    

 

Pero, ¿cuáles son esas destrezas humanas que, nos hacen la vida más sencilla y grata? Veamos…

 

Discutía mi amigo, el de la felicidad, y la chocolatera, que los padres deben enseñar a sus hijos o hijas para que la vida le sea más fácil y agradable, además de leer, escribir y poder utilizar para resolver los problemas cotidianos las cuatro operaciones aritméticas básicas, lo siguiente:  nadar, silbar, bailar y manejar carros.

 

¿Nadar por qué? Pues el amigo de la felicidad me argumentó: “Yo como tú, somos de la montaña. Y hemos aprendido a bañarnos en quebradas y ríos de muy poca profundidad. Es decir, no sabemos flotar y mucho menos sabemos nadar. Quienes nacieron y se criaron frente al mar sí lo hacen. Saben nadar y en una emergencia no solo flotan sino son capaces de desplazarse.  Por eso, debemos mandar a las nuevas generaciones de nuestras montañas aprender a nadar en piscinas.

 

¿Silbar. Y eso para qué? “Pues, en los varones es una habilidad que les permite  anunciarse  a las novias cuando están encerradas en sus casas y no quieren que sus padres sepan que el novio  las anda buscando, por ejemplo.”  Pero, es una manera de demostrar el beneplácito con la actuación de un artista cuando todo el mundo los aplaude. Entonces tu te quieres distinguir y silbas. O como dicen los gochos, ´chiflas´.” También es la forma de llamar la atención en una emergencia, sin dar gritos.   Es común que quienes logran desarrollar esta habilidad sean los varones, pero para las niñas es igual o mejor que también la tengan. Con mi hija única me propuse que lo aprendiera,  pensando que los varones la desarrollarían  solos. Y no fue así. Es la única de mis hijos, que ´chifla´, con propiedad.”        

 

¿Bailar? “Bueno, somos latinoamericanos y llevamos el ritmo en la sangre. La idea es que seamos capaces de bailar cualquier cosa en cualquier sitio. Que bailemos para que no se disminuya nuestra capacidad de socializar. Estoy cansado de ver gente brillante, muy capaz en su vida laboral, pero cuando le toca bailar  se disminuyen y desaparecen.”       

 

Hasta esta parte del discurso ya lo había pensado y realizado con la educación de mis cuatro hijos (tres varones y una niña).  Pero la última, ¿manejar carros?  Pues sí, me dijo el amigo de la felicidad.  Y explicó.

 

Yo aprendí a manejar a los doce años de edad.  Un día mi padre llegó a casa y no pudo meter el vehículo en el garaje. Lo dejó en la calle y se fue a dormir. Mi madre se preocupó pues era peligroso. Entonces, le dije  -a mi madre-  si quieres, lo guardó yo. Pero, me respondió ella-  si tu, ¿nunca has manejado? Yo le dije: he visto cómo se hace y creo que soy capaz de meter el carro en el garaje. Mi madre que era muy inteligente y valiente, se arriesgó y me autorizó.  Yo fui, prendí el carro y lo metí en el garaje, con total maestría. Por supuesto, de allí en adelante cada vez que había una emergencia y antes que mi madre aprendiera a manejar, yo era el encargado de resolver cualquier situación complicada con el carro de la familia. La dependiente chocholatera, con la que hablaba estas cosas, fue la que introdujo el tema pues a ella no la dejó manejar su padre, sino hasta los 30 años y su habilidad no es muy buena. Aprender a manejar cuando se es mayor nos limita las destrezas, que logramos aprender siendo muy jóvenes.

 

Tengo que reconocer que todas esas habilidades las tiene mi hija única, incluyendo la de  ´chiflar´. Recuerdo que me contó que en una oportunidad que debía mudarse, viviendo en Londres, contrató un camión y ante el asombro de sus amigos, lo manejó e hizo la mudanza. Mi hijo varones si manejan, bailan y nadan, pero no saben chiflar también como ella.

 

Los amigos, que me oían todo este discurso: sobre la enseñanza de los hijos, asintieron, aplaudieron y hasta “chiflaron”.  Entonces, yo concluí: Otra destreza es saber cocinar. El amigo de la felicidad me miró y casi llora, antes de expresarme:  "yo solo se lavar los platos y los trastos de la cocina, lamentablemente".   !Qué piensan nuestros lectores (as)!.

1 comentario:

  1. Que bueno es saber que ya empecé con la primera destreza humana, ahora veremos como nos va con las siguientes.
    Excelente descripción de cada.
    Me encantó este articulo, lo tendré presente toda la vida

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