lunes, 25 de octubre de 2010

En defensa de las bibliotecas universitarias



Humberto Ruiz
El sistema de bibliotecas de la Universidad de Harvard posee, en sus sesenta bibliotecas, más de diez y seis millones  de títulos. Formados  en una línea  se calcula  que se extiendan a lo largo de  treinta kilómetros. No es poco para mostrar satisfacción.

En dos cosas quiero enfocarme sobre las bibliotecas: primero en el argumento sobre la vigencia del libro en formato de papel. Al respecto Robert Darnton expresa: “Un libro es una grandiosa máquina de conservación. Hasta que no resolvamos el problema de la conservación de los textos electrónicos, vamos a tener que imprimir los textos electrónicos importantes para estar seguros de que sobrevivirán”. Es decir que tendremos libros  en papel por un largo tiempo. Lo segundo es un dato quizás perdido para la mayoría de los lectores de la entrevista que deseo comentar, aunque no para un profesor de la universidad venezolana de 2010. El presupuesto anual del sistema de bibliotecas de Harvard es de $ 150 millones.


Los datos anteriores aparecen en una entrevista  que Boris Muñoz hizo al historiador  Robert Darnton, director del sistema de bibliotecas de Harvard.[1]   Darnton expresa  que una de sus metas es establecer la Biblioteca Nacional Digital y en torno a ello hace interesantes consideraciones  sobre la función de las bibliotecas para preservar la información producida por la sociedad y facilitarla a quienes lo requieran.  Señala la existencia de tensiones entre los intereses contrapuestos del acceso abierto a la información, que propugnan las bibliotecas,  y las exigencias naturales de beneficio económico de la compañía que impulsan la idea,  de la biblioteca digital mundial, a través de Google Books Search.  Aspira  que los avances tecnológicos permitan democratizar cada vez más  la información y que las nuevas generaciones puedan resolver la limitación que parece imponérseles, por parte de la sociedad actual, marcada por la velocidad y la obsolescencia.  La entrevista no tiene desperdicio.

Un cálculo rápido sobre los $ 150 millones del presupuesto anual del sistema de bibliotecas de Harvard, nos da una cifra  de, aproximadamente, Bs. F.  1.200.000, lo que representa un 16% más, sobre los Bs. F. 1.033.000 del presupuesto total de la ULA en 2009.  

El sistema de bibliotecas de la ULA es un modelo único en las grandes universidades venezolanas, al centralizar los procesos técnicos y descentralizar sus servicios. Por muchos años, con un 1,5% del presupuesto total de la institución, ha logrado mejoras importantes para atender a más de cincuenta mil estudiantes de pregrado y postgrado, a los profesores e investigadores en la amplia gama de áreas disciplinarias del conocimiento que atienden la actividad académica de la institución y a una consulta creciente de sus comunidades circunvecinas y distantes. El sistema dirige  la gestión de veinte bibliotecas; posee 250 mil títulos bibliográficos;  mantiene regularmente  1.500 títulos de revistas en formato de papel; recibe entre  9 y 10 mil títulos de revistas por canje  de las 60 revistas científicas que se publican en la institución; y tiene cerca de diez bases de datos de revistas electrónicas. Las penurias presupuestarias, que son sólo parte de las limitaciones del sistema de bibliotecas, han disminuido la calidad de los servicios, pese a la mística de sus trabajadores. Por ejemplo hace tan sólo dos años se contaban con 64 bases de datos electrónicas y hoy se han reducido a diez. Y lo peor, hace unos días se le quitaron, “prestados”,  Bs. F. 2.000.000 para atender el servicio del comedor estudiantil. Esperamos que los recursos se devuelvan y pronto. 

En el impulso universitario la estrategia de los países desarrollados ha sido llevar la gente a las universidades. Instituciones que cuentan con profesores muy bien formados y remunerados,  con campus con las mejores condiciones para su funcionamiento. Con aulas, bibliotecas y laboratorios  para el trabajo de excelencia.  La estrategia del gobierno venezolano  de los últimos once años ha  sido al revés llevar la universidad a la gente.  Por ello la precariedad de las aldeas universitarias o de las  universidades extendidas por todo el país, como la Bolivariana y la UNEFA, sin bibliotecas, sin laboratorios  y con profesores ocupados a tiempo parcial, mal remunerados y muchas veces con pagas efectuadas tardíamente.

Parece estar muy disminuido el bando de quienes defienden los servicios bibliotecarios de las universidades venezolanas.  Vayan estas líneas para llamar la atención por las difíciles circunstancia que atraviesan y como un aporte para su defensa. 





[1] Robert Darnton: El libro, máquina fabulosa
Boris Muñoz entrevista al historiador Robert Darnton, director del sistema de bibliotecas de la Universidad de Harvard. Una conversación sobre el futuro del libro y la lectura.  En: http://prodavinci.com/2010/10/24/robert-darnton-el-libro-maquina-fabulosa/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29

3 comentarios:

  1. Excelente lo expuesto en este escrito. Lo voy a comentar en el programa de radio-

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  2. Nos ha llegado el siguiente comentario por vía de email que con la autorización del autor agregamos: "Interesante el artículo -sin dejar pasar lo frustrante que significa el hecho de que sólo la biblioteca de Harvard tenga 16% más que todo el presupuesto de la ULA (y quizá unas 200 veces el presupuesto para bibliotecas de todas las universidades de nuestro país… ¿será bueno este cálculo de dedo pulgar? No me extrañaría… J).

    Un solo comentario que te haría es la observación de los intereses contrapuestos para la democratización de la información:
    contrariamente a lo que sostiene Darnton en la entrevista, el ejemplo de Google Books va incluso EN LA MISMA DIRECCION del sistema de bibliotecas: el acceso a la info debe ser gratuito para todo el mundo. Los intereses económicos de Google se cubren con su modelo de negocios que nada tiene que ver con restricciones al libre acceso de la gente a las publicaciones. Es, por tanto un caso de COLABORACION y no de intereses contrapuestos, al menos en este ejemplo).

    El principal escollo en este particular viene de la propia legislación estadounidense sobre protección de los derechos de autor, la cual impide que se publiquen a título gratuito, libros y publicaciones cuyos autores tengan menos de 70 años de haber muerto. Así, cualquier obra de Aristóteles o Newton o Walt Whitman, son del dominio público y no se pagan por ello, derechos de autor a sus descendientes. En cambio, a las obras de Bertrand Russell, muerto en 1970, todavía le quedan unos 30 años de pago de derechos a sus descendientes por parte de cualquier editorial de USA (y probablemente de otros países). Huelga el comentar sobre autores de producción y vida más recientes.
    Gracias a esta iniciativa para favorecer el e-reading, a través de Google Books, esa empresa copió más de 1 millón de títulos para su publicación gratuita en esta forma... y ha tenido que enfrentar demandas significativas de quienes no cobran los derechos que legalmente le corresponden, por esta razón. Aquí los intereses contrapuestos no son los de la empresa vs las bibliotecas, sino el de estas últimas vistos contra los autores que publicaron sus ideas y que esperan retribución por el beneficio que otros hagan u obtengan de su trabajo.

    NO cabe duda -en mi opinión- que el futuro se inclinará hacia la democratización de los contenidos, como tampoco dudo que en ese camino habrá que conciliar el interés económico del individuo que produce y espera beneficios de esa producción versus el interés -ya económico, ya espiritual- del colectivo.
    Viejo dilema, cuya solución tampoco será inmediata.

    Lorenzo Alfonzo Carreño"

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  3. Nos ha llegado otro comentario por el "email" que agradecemos y colocamos a continuación: "quería decirte que me parece que el punto es muy pertienente y que ojala las autoridades nuestras utilizaran este argumento como uno de los de mayor peso a la hora de reclamar atención a la universidad autónoma y no desvien los fondos de las bibliotecas para otras necesidades más populares como el comedor."
    El comentario es de María Cristina Parra-Sandoval.

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