sábado, 6 de noviembre de 2010

Nominalismo y democracia participativa


Humberto Ruiz 

Trompetista en el castillo de San Felipe de Barajas, Cartagena. Foto H. Ruiz
Durante la Edad Media  se produjo un debate entre filósofos sobre los llamados “universales”, entendidos como palabras u objetos que no tenían  entidad real. A dichos universales se les llamó: flatus vocis (un sonido de la voz).

 Muchos años después  el célebre psicólogo Jean Piaget, descubrió que,  en el desarrollo mental de los niños, hay una etapa en la que asumen que lo que nombraban termina existiendo.  A esa etapa del desarrollo mental Piaget la denominó  nominalista.  Pese a que los adultos terminan teniendo un pensamiento lógico y formal, algunas culturas y personas, tienen un proceder nominalista al asumir que con sólo nombrar las cosa y en particular los compromisos estos adquieren dimensión real y se cumplen. 


Hay una célebre anécdota de un grupo indígena  cuyos ancianos se reunieron para ordenar que el sol no volviera  a salir cada día,  en vista del mal comportamiento de algunos de los miembros más jóvenes del grupo.  En vista que el sol tercamente continuó saliendo cada amanecer, los ancianos volvieron a reunirse para ordenar al astro rey que despuntara al alba cada día y con ello preservaron su autoridad, o al menos eso creyeron.

Lo anterior siempre me vienen a la mente, cada vez que escucho al primer mandatario ordenar en cadena nacional o en su programa  dominical impartir órdenes a sus colaboradores.  ¡Hagan esto o aquello ya , inmediatamente! Y, con el pasar de los días, y a veces sólo de las horas, la orden queda en el olvido, de quien la dio y de quienes la recibieron. 

Andrés Oppenheimer, el periodista argentino residente en los EEUU y columnista del Miami Herald, escribió un libro: Cuentos chinos (Debate 2006), para explorar el futuro de América Latina.  En el libro, narra un hecho ocurrido entre un ministro y el Presidente de nuestro país (se refería a Hugo Chávez, aunque Maduro actúa similarmente, agregada la nota el 01.01.2018).  El Presidente lo llamó a las diez de la noche y le pidió un informe  urgente sobre una situación de las cárceles venezolanas.  El ministro trabajó toda la noche. Cuando el ministro llegó trasnochado a la mañana siguiente, fue informado que el Presidente había salido para la isla de Margarita a la medianoche. Demás está decir que, nunca más se le solicitó el informe. La petición quedó en el olvido.  Nominalismo puro.  Con pensar en el informe bastaba para asumir que el problema se atendía  y era resuelto.

En un diario de circulación nacional de esta semana aparecen dos noticias que ilustran el proceder nominalista del gobierno. El primero se refiere  que, ante  el desastre que representa  el servicio del Metro de Caracas,  funcionarios del mismo, han redoblado los esfuerzos para no dejar a los usuarios tomar fotos de las situaciones problemáticas. El esfuerzo se hace para hacer desaparecer el problema de la vista y no para resolverlo.

La otra noticia es que el TSJ revisará la Ley que prohibió la fabricación, importación, compra, venta y alquiler de juguetes  como pistolas y rifles, y de videojuegos.  En la petición el demandante  acusa a los diputados de la AN, por no haber consultado a los interesados, antes de aprobar la referida ley, como establece la Constitución. Quedando en nominalismo puro el principio constitucional de la democracia participativa, en la toma de decisiones del Estado.

De tal forma que, estamos regido por un gobierno nominalista, que supone  que los problemas se resuelven cuando se discurre, se habla, sobre ellos.  Y uno de los principios constitucionales se viola porque los legisladores asumen que la participación de los interesados, en la formulación de las leyes, es mera:  flatus vocis.        

     

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