jueves, 30 de abril de 2015

La Mesa de la Meseta

Hace unos pocos días, era domingo,  decidí desayunar en la tradicional Panadería El Llano (en Mérida-Venezuela) de José Luis Moreno. Para mi sorpresa me encontré a su dueño y a Rafael Cartay analizando negocios editoriales.  Pero, además, tuve la suerte de recibir un regalo exquisito, la segunda edición de: La Mesa de la Meseta: Historia Gastronómica de Mérida. Mérida-Venezuela, Editorial Venezolana, 355 pp.


La primera edición de la obra se produjo hace ya 26 años, pues se publicó en 1988. Debo confesar que no había leído el libro de Cartay, pese a conocer su existencia. ¡Cuántas cosas no hemos leído, a pesar de ser ávido lector! Pero, un regalo es un regalo, y ahora estamos mucho más interesados en temas de nuestro terruño.

Cartay recoje una variopinta cantidad de temas sobre la gastronomía de la Ciudad Serrana. Para ser exactos son 58 capítulos, más bien cortos la mayoría de ellos. No se si hay adiciones al texto que vio la luz  en la primera edición. Sí nos dicen que ahora se han agregado fotografías de lugares y de recortes de los múltiples periódicos locales, sobre temas de gastronomía, que fueron la base de la investigación que permitió darle forma a la obra.


En esta edición se agrega un texto de Roberto Rodríguez Abreu: Testimonio literario, en donde trata las contribuciones de cuatro merideños y un trujillano, todos ellos escritores, al tema gastronómico: Tulio Febres Cordero, Antonio Espinetti Dini, Gonzalo Picón Febres, Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry.

Para un merideño, de una familia asentada en la meseta desde hace ya mucho tiempo, la lectura del libro es un gozo extraordinario y una forma de conocer a esta ciudad y su gente.  Debo indicar que descubrí cosas que se decían en mi casa familiar que había olvidado. Por ejemplo, el término “pasajero”, que era usado para indicar los alimentos que servían para hacer más completo el consumo de la arepa y en general los desayunos y las cena. De nuestras remembranza  me llega que en casa se acompañaba con el “aguamiel”. Que por cierto, no recuerdo que lo nombrase el autor.

Otro tema que me llamó la atención fue la tradición dulcera de las familias merideñas y el hecho que unas tías  mías, que vivían en la Quinta Marialola,  también participaban  de esa usanza y vendían al público su rico dulce de guayaba. Además, hacían unos dulces con diversas frutas que se llamaban “teteros” que lamentablemente no tenemos la receta. Era de antología el arroz con leche de María Edilia, la mayor de las tías.

La diversidad de aspectos que Cartay trata de la gastronomía  han sido completados con referencias a establecimientos comerciales, a lugares de la ciudad y personajes muchos de los cuales eran nombrados  en mi casa familiar.  Por ejemplo el Botiquín 14 de Enero, de Leopoldo Gelsi; la Joyería El Tiempo de Grosman:  la Lavandería del Chino Ramón Tan: y el Almacén de Arturo Murzi, entre otros muchos establecimientos y personajes  De todos ellos oí hablar en nuestra casa y algunos de ellos llegué a conocer.  Ciertamente, el libro es una historia gastronómica de Mérida. Pero va mucho más allá.

Espero que nuestra reseña estimule a los merideños curiosos de su ciudad a leer el libro y a conocer y reconocer las particularidades de unos habitantes laboriosos –y empeñosos- que han hecho de la comida no solo una expresión cultural en sus casas y negocios, sino que cada vez más, lo gastronómico, identifica  a la ciudad. Gracias Rafael…  disfruté tu Mesa de la Meseta.

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