sábado, 19 de enero de 2019

Dónde estoy ahora. Dónde quisiera estar antes de morir.

Por: Roberto Rondón Morales.
Foto (*)
Me pidieron una opinión en Miradas Múltiples  sobre lo que pasa en Venezuela y lo que debería venir.   
Alguna vez me dijeron que hubo una etapa primitiva o salvaje, el Estado Natural,  donde la vida del hombre era solitaria, miserable y corta, con continuo temor y peligro de perder la vida. La astucia y la fuerza eran indispensables. 
Para protegerse, el hombre se asoció a tribus  bajo el dominio de un poderoso de quien era cliente o criado. Los problemas  se resolvían en la familia,  única organización social con criterios de gregarismo y auxilio mutuo, y a veces con los amigos cuando aquella era sobrepasada. La economía era cazadora y recolectora de lo que la naturaleza generosa proveía.

Esta sociedad libre pero en peligro permanente, se dispuso  a sacrificar su libertad en aras de un estado que pusiera reglas para manejar los asuntos de las personas, y apareció el Estado Absolutista  con un supremo poder  que gobernaba sin dar cuentas a  la colectividad. Concentró en una sola mano los tres poderes y extremó los resortes contra los derechos políticos y sociales de los ciudadanos.  No tenía límites ni control y no reconocía a los súbditos más que el deber de obedecer. El Rey no estaba en el mundo sometido a la Ley, y podía a su gusto, hacer el bien o el mal, y no daría cuenta más que a Dios.  En la colonia, se ocupó sólo de los temas geopolíticos, militares e impositivos, y dejó las responsabilidades sociales a la Iglesia mediante un Regio Patronato, y que prestó con un   criterio de caridad cristiana.  El absolutismo lo encarnó y lo finalizó  en Europa Luis XIV  con un despotismo ilimitado, guerras ruinosas que obligaron a entregar el Estado a financistas inescrupulosos, sometido el pueblo, la clase llana,  a la miseria más degradante y al hambre más inhumana. La   nobleza y el clero no padecían estas tribulaciones y privaciones.
Este Estado  Absolutista fue suplido por el Estado Liberal  como expresión de una burguesía emergente en momentos en los cuales, el industrialismo se imponía al mercantilismo. El estado sólo era para la conservación y protección de la propiedad, con menos gobierno que legislación  y administración, todo lo cual  no podía ocasionar daños a los propietarios. La atención social se hacía bajo la forma de filantropía. Apareció una burguesía y una clase media emergente, capitalista dueña de la riqueza, al lado de los trabajadores y artesanos explotados, lo que originó movimientos sindicales y la legislación obrera para su protección luego de luchas, cárceles  y muertes. Después de la Revolución Francesa,  se organizó el Estado Moderno, de derechos humanos,  con separación y colaboración de los poderes públicos, con regímenes políticos y administrativos que tomaron diversas orientaciones: monárquicos, republicanos, parlamentarios, presidencialistas y orientados por doctrinas liberales y conservadoras, luego fascistas, nazistas, comunistas, socialcristianas y social demócratas.  Para atajar el totalitarismo fascista, nazista y comunista, se propuso el Estado Social de Derecho, para intervenir y corregir de varias maneras y con distintos medios  las disfuncionalidades provocadas por un desarrollo social y económico no controlado, y para evitar la estratificación social promoviendo el desarrollo científico y tecnológico, el disfrute de bienes materiales  e inmateriales, el incremento de  los servicios sociales de salud y educación, el empleo y la distribución del ingreso.  Plantea una “procura existencial” para disminuir la “menesterosidad  social” para obtener bienes y servicios sobre los que el individuo no tiene control, o sea los servicios públicos en general, la seguridad jurídica, personal y social, la administración de justicia,  en medio de una libertad y sin abrumar al individuo. El estado pluricéntrico es el centro de referencia para enfrentar el crecimiento y la proliferación de las demandas sociales, lo que ejerce no sólo con el monopolio de la violencia sino porque es el agente principal de la expansión económica, el orden púbico,   la certeza jurídica, el fomento del bienestar general y el equilibrio dinámico de la sociedad. Hay partidos políticos, gremios de obreros de empresarios,  profesionales,  consumidores, iglesias que influyen en esta dinámica social y política, naturalmente controvertida.
Pero he aquí, que  de golpe y porrazo se impuso  una transición regresiva hacia un  estado absolutista mezclado con un  estado natural. Hay un estado y un  gobierno a la deriva, y junto con  la nación y el país se han disuelto paulatinamente. Este estado y su gobierno no son  elementos de moderación ni de cohesión social, e  intentan con logros parciales,  establecer una lucha de clases. El monopolio de la violencia no es  garantía de la seguridad jurídica, personal ni social sino un  medio para la persecución política.   Las organizaciones sociales fenecieron y la sociedad está disgregada en una puja por sobrevivir. El  intelecto huye y la juventud que nos reemplazará  se ha ido, dejando un país potencialmente atrasado y envejecido en un futuro inmediato. Nos hemos tenido que recluir en la familia, único sitio donde encontramos gregarismo y auxilio mutuo. Tenemos una economía extractiva, ahora no de plantas y animales, sino de petróleo y minerales. La transformación industrial se acabó. El comercio se tornó en un mercado de “bachaqueros” astutos e impíos, públicos y privados. No hay un rubro de consumo que se escape a este salvajismo micro capitalista.  Lo único distinto en estos nuevos estados absolutista y natural  es que no tenemos guayucos, arcos ni  flechas, y el desarrollo científico y tecnológico, de la información y de la comunicación, del transporte, incluido el espacial, de la biología celular, la nanociencia  que sabemos que existen por los medios de comunicación ajenos, ya que los periódicos,  radios y televisoras libres no existen, no hay autobuses ni aviones para ir a sitios distintos donde vivimos.  No dar cuentas a nadie y disponer del bien y el mal a su gusto como en el absolutismo es una regla. Nos pasamos horas añorando tiempos por venir,  correctores de errores, y con  organizaciones políticas ideologizadas y no basadas en populismos y el descontento del pueblo. 
Quisiera amanecer de nuevo en un vilipendiado estado social de derecho, con gremios y clubes donde relacionarme con otros, mercados donde seleccionar alimentos, farmacias donde comprar antihipertensivos. O simplemente salir a  la calle sin temor a la agresión que será impune,  o a la pérdida de la batería, que al igual que el gas me somete a un calvario de matraqueo, malos tratos, guardias nocturnas  y muchos trasnochos por varias semanas. Quisiera una sociedad  solo de civiles, reclamantes de sus derechos y oportunidades, de su pobreza, desempleo y mala distribución,  y no viviendo de artilugios y miedo, pan y circo.

Nota del editor
______________________________________
(*) He tomado la decisión que cuando los temas del texto sean sobre la situación venezolana, la foto que acompaña al escrito sea de una hermosa flor de las hay tantas en éste país. !Ustedes entenderán! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario