El gobierno venezolano es un caso, en la ciencia política, aparentemente extraño. Tiene los males de los populismos caudillistas del siglo XIX, con rasgos de una democracia “posmoderna” de fines del siglo XX y con la fuerza que le da la hiperpresencia mediática, tan característica del siglo XXI. No es un tema sencillo, saber a ciencia cierta: ¿qué es? Dejemos esa tarea a los politólogos.
Lo que si no hay dudas es que el presidente venezolano es un caudillo, más que político, mesiánico, cuasi religioso, para amplias capas sociales del país. Dos figuras de su basta legión de seguidores son suficientes para mostrar cómo incide en dicho sectores sociales. La primera fue sin duda Lina Ron, lamentablemente fallecida. La violencia contra los opositores o contrarios al proceso y el amor con que asumía su relación con el Presidente y la Revolución Bolivarista fueron emblemáticos.
Hace unos días leí una entrevista con un personaje que muestra el seguimiento al caudillo, por puro amor y la más ferviente creencia en él. El personaje en cuestión es una abuelita de 71 años, Marlene Vanegas, a quien también se le conoce como la Caperucita Roja de Chacao.[1]
La simpática abuelita decidió seguir al hoy Presidente, cuando lo escuchó decir el famoso “por ahora”, el día del golpe de Estado. Y su argumentación sobre las bondades del régimen no dejan de ser interesantes:
“—Hoy tú ves a todo el mundo con aparatos en los dientes y eso antes era de millonarios. Un muchacho no podía entrar en la Escuela de Aviación si tenía la dirección de un barrio. Las becas también eran así. Mi hija tenía promedio de 19 y no se la dieron porque vivía en un barrio. Al dar esa dirección ya estaban descartados y hoy en día no es así.“
Vive con la esperanza que su vivienda que es alquilada, en la calle Páez de Chacao, la pueda cambiar por un techo propio, mediante una ley o por una medida de expropiación de alguna vivienda, preferiblemente en el Country Club.
Si las elecciones fueran hoy, dice Oscal Schemmel, el Presidente volvería a ganar. Pero, para asegurar el triunfo se está reeditando la estrategia de las misiones. La Gran Misión Vivienda y la Misión Empleo. ¿Ahora, cómo es que el Presidente, luego de 12 años de gobierno, sigua con tal alto nivel de popularidad y a pesar del rotundo fracaso de su gobierno en la seguridad ciudadana, vivienda y empleo? Una razón exclusiva exponen los especialistas: el presidente le ha dado a amplias capas sociales una razón para la esperanza. Y, por supuesto, también ha atendido algunas carencias. Por ejemplo, en un barrio una señora le comentaba a Eduardo Fernández que su problema con el agua estaba resuelto.
_ ¿Tienen acueducto?, le preguntó el político.
_ No. Nos traen semanalmente el agua en un camión cisterna, respondió la señora.
Mi peluquero que es un humilde inmigrante español, que tiene sesenta años cortándole el pelo a los merideños, esfuerzo con el que logró graduar profesionalmente a dos hijas que ahora viven en el exterior, cuando le hice el comentario de la señora del agua, me respondió :
- En mi pueblo dicen: el que vive de ilusiones muere desesperado.
Aquí decimos lo mismo, de otra manera: el que vive de esperanzas muere de desengaños.
¿Hasta cuándo las enormes capas sociales que creen en el Presidente, entenderán su populismo de izquierda? ¿Seguirán viviendo de ilusiones? ¿Será necesario, exclusivamente, realizar el complejo trabajo de designar un candidato unitario y opositor?
Se necesita estimular la esperanza y satisfacerla con una sociedad que progrese y haga mejorar las precarias condiciones, que ayer y hoy, tienen grandes sectores sociales del país.
[1] Es una entrevista realizada en el curso de periodismo de la UCAB en 2010. Ver en: http://www.hableconmigo.com/2011/05/10/«soy-imagen-de-la-revolucion»/
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