miércoles, 22 de mayo de 2013

Se lo llevaron los marcianos


Humberto Ruiz


María Chinca, la tía Chinca, es el nombre de la mujer que se ve en la foto. Realmente su nombre fue María Chiquinquirá. La foto, como podrán imaginar, no es reciente. En un texto de la cara posterior, se indica  que la fotografía fue enviada a un familiar en el lejano 1892. Quizás tenía unos quince años. Mi hermano la conoció en la década de los años 50 del siglo pasado, es decir del siglo XX, en la calurosa Cúcuta de los meses de vacaciones escolares. Fue, sin duda  alguna, a los quince años, una mujer bella. Pero, tuvo una historia un tanto trágica.


María Chiquinquirá fue la única de las hermanas, de una larga familia, que decidió que la vida en matrimonio era importante, más allá de los conventos y de las órdenes religiosas. Por ello, siguiendo el ejemplo del abuelo, decidió casarse, antes que tomar los hábitos religiosos, como lo hicieron otros muchos familiares. Así, María Chiquinquirá decidió formar hogar con su enamorado. Pero la vida le jugó una mala pasada.

A los pocos días de haberse casado, con vista a establecer una familia, su esposo desapareció. ¿Que había pasado? Pues no lo sabemos, o quizás ya los recuerdos familiares están borrosos. 

Sólo recordamos, por las anécdotas de quienes la conocieron, que su marido desapareció.  Ya no  recuerdan ni el nombre del personaje. María  Chiquinquirá decidió entonces, luego de los llantos correspondientes, hacer su vida en medio de esa tragedia. Quizás en una época posterior muchos hubieran dicho que su esposo se fue o se lo llevaron los marcianos y de esos ejemplos hay varios casos en Mérida. Pero, no estamos seguros que se hubiera hablado de ello en los remotos tiempos de comienzos del siglo XX.

Unos  meses después el esposo de Chinca se le vio por los lados de Cúcuta, en medio de la más absoluta pobreza  y con su conciencia totalmente extraviada. Pedía limosna, en las esquinas de la ciudad el pobre hombre, no reconocía  a nadie.  Se le veía en medio de la más absoluta indigencia. Así quedó por un tiempo, hasta  que se le perdió la pista definitivamente. Algunos dijeron que se había ido a Bogotá.

A María Chinca no le quedó otra opción de vida que desentenderse de su marido, a quien la mente le había jugado tan mala pasada.  Dicen que era joven y también buenmozo, como bella  era su esposa. Pero el destino quiso que otro fuera  su sino.  Para la tía Chiquinquirá, la vida fue un camino en solitario. Vivió el resto de su vida con una índiecita tuneba que sus padres le habían regalado para  que le sirviera de ayuda en lo que se suponía seria una vida normal, de esposo e hijos que cuidar. Eliodora se llamó la índiecita y  solidaria niña indígena, quien la acompañó, por el resto de su vida. Y quien debió cargar con la tragedia de la vida triste  y de abandono de la tia Chinca.

Hay gente que le ha tocado una existencia dura y trágica. Vaya nuestro recuerdo y homenaje para quien no llegamos a conocer y quienes llevaron una vida de aislamiento y abandono amoroso. Hoy, una historia así no es comprensible, ni aceptable. ¿Quien dice que los tiempos pasados fueron mejores?  

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