Las causas están claras |
En la mañana de hoy (26.03.2014) se produjo una rueda de prensa del Arzobispo de Mérida (Baltazar Enrique Porras Cardozo), el Rector de la Universidad de Los Andes (Mario Bonucci) y el Alcalde de la ciudad de Mérida (Carlos García), para hacer una exigencia al gobernador del Estado Mérida (Alexis Ramírez).
Dentro del espíritu más amplio para estimular una salida a la situación que vive Mérida y el país, consideramos pertinente compartir con nuestros lectores la transcripción de las palabras del Arzobispo de Mérida en la rueda de prensa (HRC).
Buenos días. Agradezco la comparecencia de los
medios de comunicación a esta convocatoria que hemos hecho conjuntamente el Sr.
Rector de nuestra máxima Casa de Estudios, el Sr. Alcalde de Libertador y mi
persona. Representamos a tres instituciones fundamentales en la vida de la
ciudad y del Estado. Nos une la preocupación por la situación que vivimos desde
hace mes y medio. Urge ponerle cese a la violencia. Tanto la Conferencia
Episcopal como nosotros mismos lo hemos señalado repetidamente. Nos duele la
muerte fratricida de todos los caídos sin excepción. Por todos ellos elevamos
una oración y pedimos por sus familiares para que en su corazón no aniden
sentimientos de odio y desesperación.
No podemos obviar que la protesta (mecanismo
estatuido en la Constitución) es el producto de la angustia y desesperación que
se genera por años del deterioro en la calidad de vida sin que se observe una
respuesta efectiva para frenarlo. Como una evidencia de algunos elementos que señalan
este deterioro podemos citar el colapso del sistema productivo que deriva en la
necesidad de importar un exagerado porcentaje del consumo nacional y una
escasez a niveles alarmantes; la inseguridad que ha costado la vida en forma
violenta a manos del hampa a miles de venezolanos con impunidad en la mayoría
de los casos; la corrupción en materia cambiaria denunciada por funcionarios
gubernamentales sin que se produzcan las investigaciones y sanciones
correspondientes de los involucrados, quedando solo en acusaciones generales de
saboteo. Frente a todos estos elementos y a las consecuentes protestas, a
quienes protestan por no estar de acuerdo con estas y otras innumerables
situaciones contrarias a una buena calidad de vida, la descalificación, el
insulto, la intolerancia y la fuerza desproporcionada de los organismos de represión
genera, en algunos casos, reacciones desesperadas que tampoco podemos
justificar o avalar.
Pero, además, el abultado número de heridos, la represión
con excesos, los daños materiales, y la alteración de la tranquilidad a la que
tenemos derecho todos los ciudadanos, nos ponen ante una realidad que no
podemos minimizar o negar. La presencia de grupos o bandas armadas que acatan a
placer, los excesos y abusos con la que los órganos de seguridad del Estado
generan una violencia colectiva que nos pone ante una terrible realidad a la
que hay que ponerle fin cuanto antes.
Este clima de zozobra, anarquía, destrucción y
muerte, nos hace despreciar el tesoro mayor que tenemos: la vida y la
tranquilidad, a la que todos tenemos derecho para dedicarnos a la construcción
del bien común. Se han hecho muchos llamados a la paz y a mesas de diálogo.
Pero, como dice el Papa Francisco: "la paz social no puede entenderse como
un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de
un sector sobre otro".
Nosotros entendemos que la responsabilidad
principal y el deber de garantizar la paz pública corresponden al Estado y a
los órganos que lo representan legal y legítimamente; pero el lenguaje, los
discursos y las acusaciones destempladas llamando a la paz, se convierten en un
llamado ambiguo a la irracionalidad, emocionalidad y violencia. El verdadero diálogo
exige escuchar y ser escuchado. "La paz hay que construirla, día a día, en
la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más
perfecta entre los hombres". Hacen falta gestos y acciones claras, trasparentes
que generen confianza y credibilidad. Necesitamos reconocernos los unos a los
otros y tener el convencimiento de que ningún grupo en particular tiene el
monopolio de la verdad. Esta debe construirse con la participación y la
sensatez de todos. Lo que implica ceder, aceptar, compartir, para crear una
plataforma mínima común.
Hoy, queremos hacer un llamado cordial pero
urgente, a nombre de la fe cristiana de la mayoría de nuestro pueblo, a que
pongamos todas nuestras energías para la búsqueda del bien común y de la paz
social. Para encontrar caminos auténticos para entendernos, pongamos en práctica
los sencillos consejos que nos da el Papa Francisco:
Primero, "que la unidad prevalezca sobre el
conflicto. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser
asumido". Aceptemos que existe un conflicto social, un reclamo, un anhelo
que espera una respuesta. No seamos sordos o ciegos. Asumir la existencia del
conflicto, nos permitirá determinar su magnitud, su verdad. Hay que hacer
posible desarrollar una comunión en las diferencias, para ir más allá de la
superficie conflictiva y construir una solidaridad donde los conflictos, las
tensiones y los opuestos alcancen una unidad pluriforme que engendre nueva
vida.
Segundo, "la unidad es más importante que la
idea". La realidad es, está allí, la idea, la ideología, el fanatismo
termina separándose de la realidad. No hay que ocultar la realidad, manipular
la verdad, sino, con humildad y respeto, analizar todos los puntos de vista
para encontrar consensos que nos permitan caminar unidos.
La presencia de la universidad, la alcaldía y la arquidiócesis
es una muestra de la voluntad sincera de aportar, cada una desde su ámbito, lo
mejor de sí, para seguir siendo instituciones al servicio de toda la comunidad merideña.
Como Iglesia, estamos abiertos a toda propuesta sincera, clara, en un ambiente
de reconocimiento y respeto mutuo que contribuya al encuentro fraterno de
todos, más allá de las diferencias, porque son muchas más las coincidencias,
para que la paz y el consenso nos haga vivir mejor, con esperanzas y sueños
posibles. Que el Señor y la Virgen bendigan a nuestro pueblo.
Amparados por estas premisas nos atrevemos a
proponerle respetuosamente al señor gobernador del estado la celebración de una
reunión para examinar las causas de este conflicto, pasar revista a los
problemas de la entidad federal que pueden generar nuevas confrontaciones y
explorar el modo de poner cese a las tribulaciones que hoy perturban la vida de
los merideños y la marcha de importantes instituciones.
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