Torre Iglesia de Chiguará (tomado de Internet) |
El pasado 07 de noviembre estaba despierto a las 2:29
am. Leía y escribía en la computadora cuando sentí, primero el ruido y luego
dos remezones, que para quienes hemos vivido toda –o casi toda- nuestra vida en Mérida, eran manifestaciones
de la naturaleza, fácilmente identificables. Estaba temblando.
Luego de la carrera hasta un sitio menos riesgoso,
del segundo piso donde estaba, volví a
mi cuarto y a la calidez de la cama. Pero, fue imposible conciliar el sueño.
Inmediatamente busqué información y el portal de Funvisis indicaba que había ocurrido
un sismo y que en pocos minutos daría información. Pero, antes que ello ocurriera ya varios
usuarios del twitter habían transmitido datos de otros centros de información
de los EEUU y de América Latina.
Por supuesto, fuimos muchos los que protestamos que
nuestros impuestos no sirvieran con la
diligencia que requeríamos para saber las características, intensidad y
localización del sismo. Lo que sabíamos,
por nuestra experiencia vivida, era que había temblado y fuerte. Pero nada más.
Por supuesto, un personaje que leyó mi twitter quejándome del silencio de
Funvisis, me informó –a las 9:56 am- que debajo de mi mensaje había información
del ente del Gobierno Nacional, sobre el temblor. Un poquito tarde en enterarse
de lo que exigía como ciudadano de este país y de los muchos minutos que demoró
en informar el Gobierno. Pero bueno, son
gajes de las redes sociales.
Antes del remezón, leía un trabajo de una querida
compañera de liceo Lucia Marcovick Parra (2005): Don Quijote de la Mancha, Don
Quijote de América y Don Tulio de Mérida: tres hombres y un destino. Mérida,
Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, Rectorado, 207 pp. Por supuesto, el temblor hizo que me dedicara
a buscar información sobre temblor. De
su ubicación y demás datos que comenzaron a fluir por las redes. Desde
Maracaibo informaban que se había sentido.
Así como en otras poblaciones del Táchira, de Trujillo y diversas
ciudades del país. Alguno informó que, en el Oriente de Venezuela, también lo
había sentido. En esto de las redes
sociales cualquiera dice lo que le
ocurre o lo que piensa que le está pasando.
No volví a tomar el libro de Lucía Marcovick hasta
ésta madrugada. Y para mi sorpresa, en
los anexos se publica un texto de Tulio Febres Cordero sobre los estragos que
sufrió Mérida durante el terremoto del
28 de abril de 1894. Pero Febres Cordero fue más preciso y escribió sobre los daños que causó en el
local donde se editaba su publicación, El Lápiz. De tal manera que, ahora que al parecer
siguen las replicas, pero no tan fuertes como para que pueda sentirlas, leí el
texto y espero que las páginas escaneadas que colocaré -ahora más tarde- sirvan para aplacar la curiosidad sobre el
terremoto del que todos hablan que ocurrió hace mas de un siglo en Mérida. Con
la esperanza que no se repita y que los temblores alejen un sismo destructivo
de nuestra ciudad.
Por ahora adelanto que en el texto del libro
referido, se copia un artículo publicado en El Lápiz del 12 de junio
de 1894, escrito por Tulio Febres Cordero donde se queja de la ruina de la
casa, del deterioro de los archivos y de
la perdida de documentos muy antiguos
que no se podrían reponer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario