domingo, 5 de agosto de 2018

"Las elecciones son libres... pero el que cuenta, gana"

Foto (**)
Por Roberto Rondón Morales (*)
Miradas Múltiples dedicó una  reciente sesión de los lunes a analizar la consabida “crisis actual y sus salidas”.  
Opiné  que esta es una, la última de una serie de crisis venezolanas, con componentes originados hace 500 años,   diferenciados sólo por el tiempo, el lugar,  los  actores y sus  efectos dañinos,    en los tránsitos de la colonia a la nación independiente, a la república autoritaria de caudillos militares, a la república de partidos políticos,  y ahora a una “entropía política”, a un  inmenso desorden,  un ovillo ideológico militar y cívico,   generador  de  una  paulatina disolución del estado  y un daño social desintegrador.
Desde la Colonia se nos enseñó que  fundar una ciudad era sólo un papel,  no eran granjas, agricultores y aldeas que se unían para  conformar ciudades y ciudadanos. 
Por ello, sin ciudades ciertas  no hubo instituciones ciertas, existentes  sólo en el papel.  No se construyó una ciudadanía fuerte y culta sino siervos pendientes de  dádivas concedidas por   élites políticas, militares, económicas y clericales. Los cabildos, ahora comunas, fueron y son un hueco en la organización del gobierno ya que sus atribuciones sin recursos son una ilusión. 
Se creó una integración supra provincial con sede en Caracas, con la Intendencia del Ejército y de Hacienda, Real Audiencia, Real Consulado y Arzobispado que concentró y concentra el poder político, social, económico y militar en las  élites capitalinas  del momento, lo que se ha prolongado hasta nuestros días, pues el  federalismo y la descentralización de distintas épocas han sido abortados por  alianzas de grupos políticos y económicos hegemónicos.
Según Andrés Bello, una síntesis de la colonia venezolana condujo a que una élite  asumiera  los ideales de la independencia de España, distinta al resto del país,  el pueblo invocado sólo para asentar una soberanía virtual en él, antes  del Emperador, a partir de lo cual ha sido una cantaleta la advocación popular pero no su intervención real en la vida republicana.
Los grupos hegemónicos de blancos peninsulares, héroes independentistas blancos criollos y caudillos militares discriminaron a ese “pueblo” , solventado esto parcialmente por la república democrática de  partidos políticos, y ahora tomado como bandera descolorida por un  militarismo solapado pero real, con civiles colaboracionistas y el régimen cubano especializado en engaños ideológicos y  prácticas perversas y duraderas, acordaron siempre un  común denominador: la debilidad  institucional adaptada a sus intereses, la  ausencia de ciudadanía sometida a vejámenes y  represión  variable con los regímenes, la indignidad y la ofensa de la mano tendida  dependiente y esclava  de las gracias y publicidad gubernamentales, ahora en un estado en vías de desintegración,    a merced de militares y civiles que echaron en sus bolsillos el patrimonio físico, y al cesto el intelectual y moral que a pesar de las dificultades,  se logró construir en la historia venezolana.
Al igual que en el pasado, estos criollos abortaron “un tentativo movimiento revolucionario  y sus postulados?” tal como ocurrió con  Gual y España,  Francisco Miranda, la Federación.
Los héroes de la independencia, luego caudillos militares, con distintos argumentos pasaron “para después y cuando hubiera condiciones” las promesas de libertad, igualdad y confraternidad ofrecidas al pueblo como seducción. Se preocuparon sólo de la consolidación del poder interno socavado por las guerras de independencia, y pasaron  a un segundo plano el desarrollo societal  (Germán Carrera D). Esta consolidación, entre otras se logró con un sistema electoral censitario y controlado: En el siglo XIX, los presidentes exhortaban a sus funcionarios: “Las elecciones son libres...… pero el que cuenta, gana” como ahora. Se planteó la revitalización de la sociedad discriminada racial y socialmente, pero “el pueblo” sólo  se convocó a  trabajar en el  comercio basado principalmente en el contrabando  y en una actividad agropecuaria esclavista. También  para las militaradas de “quítate tú para ponerme yo”, con promesas encantadoras de enriquecimiento tras el poder, y cuyo éxito reforzó la debilidad institucional y la carencia de ciudadanía  aupadas  por el caudillismo militar en  cerca de 30 constituciones nacionales  hechas  “como un traje a la medida”,  y el estímulo a la ilusión de la riqueza fácil   tras el poder, y no del trabajo.
El desarrollo social se basó desde Simón Bolívar en la necesidad de una clase dominante y  coherente para el control efectivo de la sociedad. La formación de esa clase social se haría mediante su modernización económica para convertirla en una burguesía, y que la sociedad venezolana por ser incapaz de generar los factores dinámicos de ese proceso,  había que articularla con el sistema económico mundial imperialista, en un continuum: inglés, norteamericano, y ahora chino y ruso.  Era necesaria una política de estímulos, concesiones y privilegios  aprovechadas por los regímenes y sus adláteres, con disimulo y formalidades antes, y ahora  con formas delincuenciales oficiales  expresas, por encima de instituciones, normas y ciudadanía irrespetadas, y más que eso,  desconocidas y violentadas.
Algunos con preocupación, me oyeron decir que dada la disolución del estado, lo más importante era su reconstitución  y redefinición para todos, su  desarrollo político  y societal sobre bases que rompan con causas seculares como  el militarismo, y las soluciones imperfectas y transitorias  experimentadas desde la colonia. No se trata de hacer lo mismo con otras caras,  porque ahora el gobierno estableció  un capitalismo salvaje, sin normas ni control, cuyas víctimas son los más desvalidos a pesar de los linimentos de las misiones,  becas y cajas de alimentos, todo para mantener con alfileres la  descomposición del estado, de la nación y del gobierno.  Este capitalismo salvaje, por ejemplo ha provocado que la universidad pública venezolana sea ahora sólo para “ricos” porque los “pobres” no subsisten en este salvajismo. La salud pública entró en crisis humanitaria, así como otras actividades humanas como justicia y seguridad. El reequilibrio solamente se logrará con una redefinición y un fortalecimiento del sector público, equitativo y plural, moral e intelectualmente muy sólido, no de aventureros con discursos superfluos y engañosos. Esto es lo primordial y difícil; la economía y la infraestructura tienen una solución  sólo física.
 No nos vamos a pesar de poder correr,  porque las precariedades e incertidumbres las siembra el gobierno para sobrevivir, dentro de  una paz gomecista, la de los cementerios y las  ausencias.  En su lugar, las denunciaremos y las aguantaremos hasta mejores días.

Notas
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(*) Grupo Miradas Múltiples, Mérida Agosto de 2018.
(**) Tal como siempre decimos, los textos sobre la situación venezolana los acompañamos de fotografías de hermosas plantas del entorno merideño, para compensar lo duro de los temas tratados (HRC), 


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