Humberto Ruiz
César Chávez Taborga |
Como casi todos los 6 de enero le llamaba para saludarle por su cumpleaños. Este año el teléfono repicó y nadie lo atendió. Ya el año pasado nos comentó que Beba, su esposa -Aida Martínez Balzarotti- había muerto hacía ya mucho tiempo. Quizás la nostalgia por la partida de su entrañable compañera le hacía percibir los meses como largos años.
César Chávez Taborga llegó a Mérida en calidad de exiliado durante el gobierno militar de Hugo Banzer Suárez en 1972. Vino a la ULA invitado para dictar unas conferencias sobre teoría de la historia y terminó quedándose hasta 1984.
Aida Martínez Balzarotti |
Nuestra relación comenzó en junio de 1974 cuando fui contratado junto con otros profesores recién egresados, para encargarnos de las secciones de Fundamento de la Educación que comenzaron a dictarse a los estudiantes del primer semestre. Bajo su dirección preparamos las clases y luego de manera similar nos sometió a una compleja actividad de exposiciones para presentar el concurso de ingreso como profesor ordinario en la ULA. Desde ese momento nuestra amistad se fue consolidando hasta hacerse entrañable.
El entrenamiento implicaba la preparación de cada unidad del programa, la exposición durante horarios sabatinos y dominicales en la antigua Facultad de Humanidades y la posterior corrección de las exposiciones en jornadas de muchas horas. Cada una de las unidades del programa fueron preparadas minuciosamente y al conocerse el jurado del concurso nos dimos a la tarea de analizarlo para determinar qué preguntaría cada uno de ellos y preparar las respuestas. No equivocamos ninguno de los temas que me preguntaron. En abril de 1976 presenté el concursos e ingresé como personal ordinario.
Durante varios meses me instó a comenzar la investigación para ascender en el escalafón universitario. Durante muchas horas discutíamos y me escuchaba con paciencia lo que sería ese trabajo sobre los Becarios del Plan de Ayacucho. Me hacía sugerencia y siempre terminaba diciéndome: "muy bien, pero hay que escribirlo". Al cabo de algunos meses le presenté, un día a media mañana, las primeras treinta páginas. A las diez de la noche me llamó por teléfono y me convocó a su apartamento diciéndome: "tengo tres horas leyendo y no he podido entender qué quieres decir en la primera página". El procedimiento de las clases, ahora se repitió con la investigación y la forma de presentarla.
En la ULA, institucionalmente, hizo una labor innovadora en el campo de la formación docente de los profesores universitarios y en 1984 la OEA le otorgó el Premio Interamericano de Educación “Andrés Bello”.
Un año después el presidente boliviano, Hernán Siles Suazo, lo designó embajador ante el gobierno venezolano, luego de un tiempo regresó a la ULA y finalmente decidió marcharse a su país. El gobierno de su país nuevamente le pidió incorporarse a la gestión pública, esta vez como Ministro de Educación.
Seguimos siempre en contacto por vía epistolar o telefónica. En septiembre de 2002 lo visité en La Paz. Estaba muy deteriorada su vista, aunque seguía escribiendo y proponiéndose proyectos intelectuales. Fueron dos semanas de camaradería y atenciones. Al despedirnos supe que no le volvería a ver, por la distancia geográfica que nos separaba. Fue sin duda un gran maestro, con una honestidad y profundidad intelectual a toda prueba y exigencias tan altas como el apoyo que daba a sus alumnos y a quién le preguntara por cualquier tema del que conociera. El recuerdo que dejó en Mérida y en la Universidad de Los Andes fue hondo. Creo que la institución no lo supo aprovechar como lo hubiera podido hacer. En mi caso, reconozco además, su inmensa generosidad intelectual y su inmejorables condición de maestro. Le recordaremos con gratitud, admiración y respeto.
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